Introducción
Tenemos clara conciencia de la importancia de la familia para la sociedad. Sin embargo, la situación actual parece considerar irrelevante su aportación, mientras se propone un modelo de relación social entre los individuos al margen de las relaciones familiares entre hombre y mujer, padres e hijos, hermanos y hermanas.
La verdad sobre la familia se oscurece en la conciencia social y se debilita como institución (aumento de las rupturas familiares, niños que viven con uno solo de los progenitores…). Nos encontramos ante lo que se ha llamado un “desafío cultural”. ¿Cuál es la respuesta que la familia está llamada a dar este desafío? ¿Puede ayudar la Iglesia a las familias en la tarea de afrontar y superar estas adversidades? ¿Cómo responder a una cultura que se manifiesta muchas veces como opuesta a la verdad y los valores de la familia?
Para responder a estas preguntas vamos a comenzar considerando la verdad del matrimonio y la familia, expresada en el designio originario de Dios que creó al ser humano a su imagen y semejanza como varón y mujer (cf. Gn 1,27). Sólo sobre esta verdad puede construirse una cultura verdaderamente humana, donde haya unas relaciones sociales justas.
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