«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


31 de agosto de 2016

PAPA FRANCISCO EN LA CATEQUESIS: LA MISERICORDIA OFRECE DIGNIDAD

Texto de la catequesis del Santo Padre Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio que hemos escuchado nos presenta una figura que sobresale por su fe y su coraje. Se trata de la mujer a la que Jesús curó de sus pérdidas de sangre (Cfr. Mt 9,20-22). Pasando en medio de la muchedumbre, se acerca por detrás de Jesús para tocar el borde de su manto. Pensaba: “Con sólo tocar su manto, quedaré curada”  (v. 21). ¡Cuánta fe, eh! ¡Cuánta fe tenía esta mujer! Razonaba así porque estaba animada por tanta fe, tanta esperanza y, con un toque de astucia, realiza cuanto lleva en su corazón. El deseo de ser salvada por Jesús es tan grande que la hace ir más allá de las prescripciones establecidas por la ley de Moisés.
En efecto, esta pobre mujer desde hacía tantos años no sólo estaba sencillamente enferma, sino que era considerada impura porque padecía de hemorragias (Cfr. Lv 15, 19-30). Por esta razón estaba excluida de las liturgias, de la vida conyugal, de las relaciones normales con el prójimo. El evangelista Marcos añade que había consultado a muchos médicos, agotando sus medios para pagarlos y soportando tratamientos dolorosos, pero sólo había empeorado. Era una mujer descartada por la sociedad. Es importante considerar esta condición – de descartada – para entender su estado de ánimo: ella siente que Jesús puede liberarla de la enfermedad y del estado de marginación y de indignidad en el que se encuentra desde hace años. En una palabra: sabe, siente que Jesús puede salvarla.
Este caso nos hace reflexionar acerca de cómo la mujer muchas veces es percibida y representada. A todos se nos pone en guardia, también a las comunidades cristianas, contra consideraciones de la feminidad aminoradas por prejuicios y recelos ultrajantes de su intangible dignidad. En este sentido son precisamente los Evangelios los que  restablecen la verdad y reconducen a un punto de vista liberatorio.
Jesús ha admirado la fe de esta mujer a la que todos evitaban y ha transformado su esperanza en salvación. No conocemos su nombre, pero las pocas líneas con las que los Evangelios describen su encuentro con Jesús trazan un itinerario de fe capaz de restablecer la verdad y la grandeza de la dignidad de toda persona. En el encuentro con Cristo se abre para todos, hombres y mujeres de todo lugar y de todo tiempo, el camino de la liberación y de la salvación.
El Evangelio de Mateo dice que cuando la mujer tocó el manto de Jesús, Él “se dio vuelta”, la vio (v. 22), y le dirigió la palabra. Como decíamos, a causa de su estado de exclusión, la mujer ha actuado a escondidas, detrás de Jesús – tenía un poco de temor – para no ser vista, porque era una descartada. En cambio, Jesús la ve y su mirada no es de reproche, no dice: “¡Vete de aquí, tú eres una descartada!”, como si dijera: “¡Tú eres una leprosa, vete!”, ¿no? No reprocha. Sino que la mirada de Jesús es de misericordia y ternura. Él sabe lo que ha sucedido y busca el encuentro personal con ella, lo que, en el fondo, ella misma anhelaba. Esto significa que Jesús no sólo la acoge, sino que la considera digna de ese encuentro hasta el punto que le dona su palabra y su atención.
En la parte central del relato el término salvación se repite tres veces. “Con sólo tocar su manto, quedaré curada. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: ‘Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado’” (vv. 21-22). Este “ten confianza, hija” – “confianza hija”, dice Jesús – expresa toda la misericordia de Dios por aquella persona, y por toda persona descartada. Pero cuántas veces nos sentimos interiormente descartados por nuestros pecados, hemos hecho tantas, hemos hecho tantas… Y el Señor nos dice: “¡Confianza! ¡Ven! Para mí tú no eres un descartado, una descartada. Confianza, hija. Tú eres un hijo, una hija”. Y éste es el momento de la gracia, es el momento del perdón, es el momento de la inclusión en la vida de Jesús, en la vida de la Iglesia. Es el momento de la misericordia. Hoy, a todos nosotros, pecadores, que somos grandes pecadores o pocos [pequeños] pecadores, pero todos lo somos, ¡eh!,  a todos [nosotros] el Señor nos dice: “¡Confianza, ven! Ya no eres descartado, no eres descartada: yo te perdono, yo de abrazo”.
Así es la misericordia de Dios. Debemos tener coraje e ir hacia Él; pedir perdón por nuestros pecados e ir adelante. Con coraje, como hizo esta mujer.  Después, la “salvación” adquiere múltiples rasgos: ante todo devuelve la salud a la mujer; después la libera de las discriminaciones sociales y religiosas; además, realiza la esperanza que ella llevaba en su corazón anulando sus temores y su desaliento; y, en fin, la devuelve a la comunidad liberándola de la necesidad de actuar a escondidas. Y esto último es importante: un descartado siempre hace algo a escondidas [alguna vez] o toda la vida: pensemos en los leprosos de aquellos tiempos, en los sin techo de hoy… pensemos en los pecadores, ¡eh!, en nosotros pecadores: siempre hacemos algo a escondidas, como … tenemos necesidad de hacer algo a escondidas y nos avergonzamos por lo que somos. Y Él nos libera de esto, Jesús nos libera y hace que nos pongamos de pie: “Levántate, ven. De pie”. Como Dios nos ha creado: Dios nos ha creado de pie, no humillados. De pie. La salvación que Jesús da es total, reintegra a la vida de la mujer en la esfera del amor de Dios y, al mismo tiempo, la restablece en su plena dignidad.
En suma, no es el manto que la mujer ha tocado el que le da la salvación, sino la palabra de Jesús, acogida en la fe, capaz de consolarla, curarla y restablecerla en la relación con Dios y con su pueblo. Jesús es la única fuente de bendición de la que brota la salvación para todos los hombres, y la fe es la disposición fundamental para acogerla.
Jesús, una vez más, con su comportamiento lleno de misericordia, indica a la Iglesia el itinerario que debe realizar para salir al encuentro de cada persona, para que cada uno pueda ser curado en el cuerpo y en el espíritu, y recuperar la dignidad de hijos de Dios. Gracias.

24 de agosto de 2016

CERCANÍA DEL PAPA FRANCISCO Y DE TODA LA IGLESIA ANTE EL TERREMOTO QUE ASOLÓ EL CENTRO DE ITALIA

Texto completo de las palabras del Papa Francisco

Ante todo, buenos días!

Había preparado la catequesis de hoy, como todos los miércoles de este Año de la Misericordia, sobre el argumento de la cercanía de Jesús. Pero ante la noticia del terremoto que ha sacudido el centro de Italia, devastando enteras zonas y dejando muertos y heridos, no puedo dejar de expresar mi gran dolor y mi cercanía a todas las personas presentes en los lugares afectados por los seísmos, a todas las personas que han perdido a sus seres queridos y a aquellas que aún se sienten afectadas por el miedo y el terror. Escuchar al Alcalde de Amatrice decir: “la ciudad ya no existe” y saber que entre los muertos existen también algunos niños, me conmueve mucho de verdad. Y por esto quiero encomendar a todas estas personas  en los alrededores de Accumoli, Amatrice y en torno, en la diócesis de Rieti, de Ascoli Piceno y las otras en todo el Lacio y Umbría y en las Marcas, la oración y decirles que cuentan con la caricia y el abrazo de toda la Iglesia que en este momento desea abrazarlos con su amor materno, también con nuestro abrazo, aquí, en la Plaza.

Agradezco a todos los voluntarios y a los operadores de la Protección Civil que están socorriendo a estas poblaciones, les pido que se unan a mí en la oración, para que el Señor Jesús, que se ha siempre conmovido ante el dolor humano, consuele estos corazones afligidos y les done la paz por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María. Dejémonos conmover con Jesús.

Por lo tanto, postergo para la próxima semana la catequesis de este miércoles, y los invito a recitar conmigo por estos hermanos y hermanas nuestras una parte del Santo Rosario.


(RV).- En lugar del acostumbrado pasaje bíblico de introducción a la catequesis, en esta ocasión un prelado leyó en nuestro idioma la intención del Papa para esta Audiencia General:
 
Había preparado la catequesis de hoy, como para todos los miércoles de este Año de la Misericordia, sobre el tema de la cercanía de Jesús, pero ante la noticia del terremoto que ha golpeado el centro de Italia, devastando zonas enteras y dejando muertos y heridos, no puedo dejar de manifestar mi gran dolor y mi cercanía a todas las personas presentes en los lugares azotados por los temblores, a todas las personas que han perdido sus seres queridos y a aquellas que todavía están afectadas por el miedo y el terror. Escuchar decir al Alcalde de Amatrice: «el pueblo ya no existe», y saber que entre los muertos hay también niños, me conmueve verdaderamente mucho.

A todas estas personas en Accumoli, Amatrice, en la Diócesis de Rieti y de Ascoli, Piceno y todo el Lacio, en Umbría y en las Marchas, quiero asegurar la oración y decirles que confíen en la caricia y en el abrazo de toda la Iglesia, que en este momento desea abrazarlos con su amor materno.

Agradecemos a todos los voluntarios y personal de protección civil que están socorriendo a estas poblaciones, y os pido que nos unamos en oración, para que, por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, el Señor Jesús, que siempre se ha conmovido ante el dolor humano, consuele estos corazones afligidos y les done la paz.

Dejémonos conmover con Jesús.

Por tanto, posponemos para la próxima semana la catequesis de este miércoles. Y los invito ahora a rezar conmigo una parte del Santo Rosario: “Misterios dolorosos”.

Mientras hablando en español el Papa Francisco saludó con las siguientes palabras:
 
“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los invito a salir al encuentro de las necesidades del prójimo, para que cada uno de nosotros pueda experimentar en su vida la mirada misericordiosa de Dios, y ser curado en el cuerpo y en el espíritu, recuperando la dignidad de ser hijos de un mismo Padre. Muchas gracias”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

22 de agosto de 2016

EL PAPA EN EL ÁNGELUS: ¡LA PUERTA DE LA MISERICORDIA DE DIOS ESTÁ ABIERTA DE PAR EN PAR PARA TODOS !

Palabras del Papa Francisco antes de rezar el Ángelus
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La hodierna página evangélica nos sugiere meditar sobre el tema de la salvación. El evangelista Lucas narra que Jesús está de viaje hacia Jerusalén y durante el recorrido se le acerca uno que le presenta esta pregunta: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Jesús no da una respuesta directa, sino coloca el debate a otro nivel, con un lenguaje sugestivo, que al inicio tal vez los discípulos non entienden: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán» (v. 24). Con la imagen de la puerta, Él quiere hacer entender a sus espectadores que no es cuestión de número – cuantos se salvaran –, no importa saber cuántos, sino es importante que todos sepan cuál es el camino que conduce a la salvación: la puerta.

Este recorrido, este camino prevé que se atraviese una puerta. Pero, ¿Dónde está la puerta? ¿Cómo es la puerta? ¿Quién es la puerta? Jesús mismo es la puerta (Cfr. Jn 10,9): lo dice Él. “Yo soy la puerta”, en el Evangelio de Juan; Él nos conduce a la comunión con el Padre, donde encontramos amor, comprensión y protección. Pero, ¿Por qué esta puerta es estrecha, se puede preguntar? ¿Por qué dice que es estrecha? Es una puerta estrecha no porque sea opresiva, no; sino porque nos exige restringir y contener nuestro orgullo y nuestro temor, para abrirnos con el corazón humilde y confiado a Él, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón. Por esto es estrecha: para contener nuestro orgullo, que nos hincha. ¡La puerta de la misericordia de Dios es estrecha pero siempre abierta de par en par para todos! Dios no tiene preferencias, sino recibe siempre a todos, sin distinción. Una puerta, es decir, estrecha para restringir nuestro orgullo y nuestra temor, abierta de par en par para que Dios nos reciba sin distinción. Y la salvación que Él nos dona es un flujo incesante de misericordia: un flujo incesante de misericordia, que derriba toda barrera y abre sorprendentes perspectivas de luz y de paz. La puerta estrecha pero siempre abierta: no olviden esto. Puerta estrecha, pero siempre abierta de par en par.

Jesús hoy nos dirige, una vez más, una urgente invitación a ir con Él, a atravesar la puerta de la vida plena, reconciliada y feliz. Él nos espera a cada uno de nosotros, cualquier pecado hayamos cometido, cualquier, para abrazarnos, para ofrecernos su perdón. Solo Él puede transformar nuestro corazón, solo Él puede dar sentido pleno a nuestra existencia, donándonos la alegría verdadera. Entrando por la puerta de Jesús, la puerta de la fe y del Evangelio, nosotros podremos salir de las actitudes mundanas, de los malos hábitos, de los egoísmos y de las cerrazones. Cuando hay contacto con el amor y la misericordia de Dios, hay auténtico cambio. Y nuestra vida es iluminada por la luz del Espíritu Santo: ¡una luz inextinguible!

Quisiera hacerles una propuesta. Pensemos ahora, en silencio, un momento, en las cosas que tengo dentro de mí y que me impiden travesar la puerta: mi orgullo, mi soberbia, mis pecados. Y luego, pensemos en la puerta, aquella abierta por la misericordia de Dios que de la otra parte nos espera para dar el perdón. Un momento, en silencio, pensemos en estas dos puertas.

El Señor nos ofrece tantas ocasiones para salvarnos y entrar a través de la puerta de la salvación. Esta puerta es una ocasión que no se debe desperdiciar: no debemos hacer discursos académicos sobre la salvación, como aquel que se había dirigido a Jesús, sino debemos aprovechar las ocasiones de la salvación. Porque a cierto momento «el dueño de casa se levantará y cerrará aquella puerta» (v. 25), como nos lo ha recordado el Evangelio. Pero si Dios es bueno y nos ama, ¿Por qué cierra la puerta, cerrará la puerta a cierto momento? Porque nuestra vida no es un videojuego o una telenovela; nuestra vida es seria y el objetivo a alcanzar es importante: la salvación eterna.

A la Virgen María, Puerta del Cielo, pidámosle que nos ayude a aprovechar las ocasiones que el Señor nos ofrece para atravesar la puerta de la de y entrar así en un largo camino: es el camino de la salvación capaz de acoger a todos aquellos que se dejan involucrar por el amor. Es el amor que salva, el amor que ya en la tierra es fuente de bienaventuranza de cuantos, en la benignidad, en la paciencia y en la justicia, se olvidan de sí mismos y se donan a los demás, especialmente a los más débiles.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

19 de agosto de 2016

Es el momento de los laicos”, explica el prefecto del nuevo Dicasterio creado por el Papa

Mons. Kevin Farrell indica sus expectativas y programas para este nuevo capítulo de su vida en Roma.

En esta época en la cual el laicado católico está en el primer plano hay que promover el matrimonio cristiano. Y la vida tiene que se protegida en todos los niveles y edades. Lo afirma Mons. Kevin Farrell, obispo de Dallas, apenas nombrado por el papa Francisco prefecto del nuevo dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

Mons. Kevin Farell obispo de Dallas y nuevo prefecto del dicasterio Laicos, Familia y Vida (Foto de su blog)

En una entrevista exclusiva concedida hoy a ZENIT, el obispo irlandés indica: “He deseado siempre promover a los laicos y ayudarles para que tengan el debido lugar en la Iglesia”.

El obispo explica sus expectativas y su experiencia en Estados Unidos, y como considera oportuno promover el matrimonio, la familia y la vida. También habla de su experiencia sobre los frutos de los dos últimos sínodos sobre la familia que se realizaron en el Vaticano.

Excelencia, ¿Por qué fue necesario unir laicos y familia en un mismo dicasterio?
— Mons. Farrell: Creo que se quiera coordinar este dicasterio con el espíritu de la Iglesia sobre estos tres diversos aspectos, los cuales tienen que ver con el mismo tema: la vida cotidiana del pueblo de Dios, sean laicos, solteros o casados.

Es igualmente importante que en esta fase histórica nos concentremos fuertemente sobre el matrimonio y la familia. Y por ello creo que el Papa ha convocado dos sínodos sobre estos temas y ha subrayado ‘la alegría del amor’ en su exhortación apostólica Amoris Laetitia.

Este documento es necesario difundirlo no solamente entre los laicos, sino de manera específica en las familias, o sea el lugar en donde generalmente los laicos encuentran su dimensión ideal. Rezo a Dios para que logremos hacer esto y nos empeñaremos en ello.

¿Qué herencia dejan estos dos últimos sínodos?
— Mons. Farrell: Considero que este documento orientará la labor del nuevo dicasterio durante muchos años. Pienso que continuará con el trabajo realizado por los dos pontificios consejos (Laycos y familia ndr.), pero con una nueva visión y una renovada energía.

Mi objetivo será el de entender exactamente lo que cada una de estas diversas secciones hace y con la ayuda de los laicos de todo el mundo evaluar qué puede ser desarrollado mejor y con más eficacia en esta época, pensando a los medios de comunicación social.

De otro lado el papa Francisco sugirió que ha llegado el momento de los laicos…
— Mons. Farrell: Sí, es justamente así. Al mismo tiempo el Santo Padre ha observado que este aspecto aún no es suficientemente relevante en la Iglesia.

¿Cree que con la creación de este dicasterio quien desea una mayor presencia de los laicos estará satisfecho?
— Mons. Farrell: Sobre todo creo sea este el tiempo de los laicos. El papa Francisco quiere promover a los laicos en todos los niveles de la administración de la Iglesia. Todos los órganos consultivos, en el interior de la Iglesia o de la Curia necesitan tener a laicos en roles especializados. Si se leen los estatutos del nuevo dicasterio, por la primera vez se ve que los subsecretarios de cada departamento deberán ser laicos; y los laicos tienen que estar presentes incluso en los órganos consultivos o en los que se ocupan de promove organizaciones internacionales, movimientos, estudios, etc.

Esto nosotros ya lo habíamos hecho en nuestra diócesis de Dallas. Cuando llegué allí recogí todos los datos de los laicos que podían efectivamente realizar alguna labor. Mi deseo ha sido siempre el de promover al laicado para ayudarlo a obtene un espacio adecuado en la Iglesia.

¿Piensa por lo tanto empujar en este sentido?
— Mons. Farrell: Espero emplear mi tiempo para analizar y entender qué es necesario hacer exactamente. Y consultaré a los laicos para implementar todas las actividades que se puedan. Aquí en Estados Unidos las tareas están bien organizadas, pero aún no puedo hablar de la situación en Italia y en los otros países, pero sí que es mi deseo promove el matrimonio y la vida humana a todos los niveles y edades.

¿Se abre ahora un nuevo capítulo de su vida?
— Mons. Farrell: Como se podrá imaginar fue una gran sorpresa para mi el nombramiento, al punto que necesitaré algún tiempo para adaptarme a esta novedad… Estoy seguro que los fieles de Dallas, o al menos muchos de ellos, estarán tristes de perder a su obispo, como sucede en todas las diócesis.

No veo la hora de estar en Roma, amo esta ciudad, he vivido allí casi nueve años y allí está mi hermano Brian, secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. También esto será una novedad, porque como sacerdotes nunca nos sucedió tener que trabajar en la misma ciudad o país. Así están las cosas …

EL OBISPO DE DALLAS AGRADECE POR SU NOMBRAMIENTO AL DICASTERIO LAICOS, FAMILIA Y VIDA

Mons. Farell señala la importancia de promover el laicado y su apostolado, el cuidado pastoral de la familia y apoyo a la vida humana



El santo padre Francisco ha constituido ayer miércoles como parte de la reforma en curso de la Curia Romana, un nuevo Dicasterio con competencia sobre Laicos, Familia y Vida, que inicia oficialmente su labor el próximo 1° de septiembre, sustituyendo al Pontificio consejo para los laicos y al Pontificio consejo para la familia. Y ha nombrado como prefecto a Mons. Kevin Joseph Farrell, obispo de Dallas en Estados Unidos.

Apenas conocido el nombramiento, Mons. Farrell en su blog escribió el siguiente texto:
“Me siento sumamente honrado que nuestro Santo Padre Papa Francisco me haya elegido para dirigir este recién formado Dicasterio. Espero formar parte de la importante labor de la Iglesia universal en la promoción del laicado y su apostolado para el cuidado pastoral de la familia y apoyo a la vida humana de acuerdo a la reciente exhortación apostólica del Papa, Amoris Laetitia, la Alegría del Amor.

Aunque me siento muy agradecido por la confianza que el Santo Padre ha depositado en mí, la noticia me deja con sentimientos encontrados.

Dallas ha sido mi hogar durante 10 años y, desde el principio, rápidamente aprendí a amar a su hermosa gente y cultura. La profunda fe, bondad y generosidad de las personas de la Diócesis de Dallas superaron todas mis expectativas. Mis hermanos sacerdotes estuvieron entre los primeros en darme la bienvenida y les estoy sumamente agradecido por su colaboración, amistad, sabios consejos y oraciones. Un obispo no puede hacer nada importante en una diócesis sin el esfuerzo y cooperación de párrocos, sacerdotes, personal diocesano y personas. Creo que juntos hemos logrado alcanzar muchos objetivos, y hemos puesto en marcha otros, que continuarán edificando la Iglesia Católica en el Norte de Texas.

No puedo expresar suficientemente mi gratitud por todo lo que sacerdotes, personal y personas han hecho, y continúan haciendo, por mí y por la Diócesis de Dallas. Sé que mientras conversamos, nuestro Santo Padre se encuentra buscando al hombre adecuado que servirá como nuevo pastor principal. Estoy seguro que, a mi partida, el Obispo Greg Kelly se encargará de las necesidades de la diócesis durante el período de transición. Les pido que oren por él. Asimismo les pido que oren por mí mientras inicio este próximo e inesperado capítulo de mi sacerdocio. Que Dios continúe bendiciendo a la Diócesis de Dallas”.

Fuente: Zenit

PAPA FRANCISCO A MONS. PAGLIA: "INCLINARSE ANTE LAS HERIDAS DEL HOMBREPARA CURARLAS,


El Santo Padre escribe a Mons. Paglia, nuevo presidente de la Pontificia Academia para la Vida y gran canciller del Instituto de estudios sobre matrimonio y familia

 El Papa Francisco ha dirigido una carta a mons. Vincenzo Paglia, nuevo presidente de la Pontificia Academia para la Vida y gran canciller del Pontificio Instituto ”Juan Pablo II” para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, invitando a las instituciones que le son confiadas para que trabajen “siempre más claramente en el horizonte de la misericordia”.

El Santo Padre en el manuscrito dirigido al obispo que era presidente del disuelto Pontificio Consejo para la Familia y a quien confía esta nueva tarea, le recuerda que desde el Concilio Vaticano II hasta hoy el Magisterio de la Iglesia profundizó y amplió su conocimiento sobre matrimonio y familia, incluso con el reciente sínodo sobre la familia y con la exhortación apostólica Amoris laetitia.

“Es mi intención que los institutos puestos bajo tu guía se empeñen de manera renovada para profundizar y difundir el Magisterio, confrontándose con los desafíos de la cultura contemporánea”. Y le exhorta a que “en el estudio teológico no falte nunca la perspectiva pastoral y la atención a las heridas de la humanidad”. De manera que los estudios del Instituto Juan Pablo II, favorezcan la reflexión “para ayudar a las familias a vivir su vocación y misión en la Iglesia y el mundo de hoy”.

En particular sobre los diversos aspectos que conciernen el cuidado de la dignidad de la persona humana en las diferentes fases de la existencia: “el respeto recíproco entre géneros y generaciones, la defensa de la dignidad de todo ser humano, la promoción de una calidad de vida humana que integre el valor material y espiritual, en la perspectiva de una auténtica ‘ecología humana’, que ayude a volver a encontrar el equilibrio original de la Creación entre la persona humana y el universo entero”.

Por ello Francisco invita a ”favorecer el diálogo cordial y activo con otros Institutos científicos y Centros académicos, también en el ámbito ecuménico o interreligioso, ya sea de inspiración cristiana así como de otras tradiciones culturales y religiosas”. Porque “inclinarse ante las heridas del hombre para comprenderlas, curarlas y sanarlas, es la tarea de una Iglesia confiada en la luz y en la fuerza de Cristo resucitado”.

Sin olvidar de afrontar las situaciones de conflicto “como un ‘hospital de campaña’, que vive, anuncia y realiza su misión de salvación y de curación precisamente ahí donde la vida de los individuos está más amenazada por las nuevas culturas de la competencia y del descarte”.

IDEOLOGÍA DE GÉNERO

Es diferente a la lucha por la igualdad de género que defiende los derechos de la mujer, iguales a los del varón

VER

Por las redes sociales me hicieron llegar lo que podrían ser contenidos de los libros de texto sobre educación sexual, que serían difundidos por la Secretaría de Educación Pública en todas las escuelas del país, obligatorios también en las privadas. Lo consulté a esta Secretaría y, afortunadamente, contestaron que esto es falso. Pedí que me enviaran lo que dicen los textos de Primaria al respecto y, en efecto, nada de esto aparece en los libros que usarán los niños en las escuelas.

Nos causó alarma porque, según lo divulgado en redes sociales, en la sesión escolar sobre identidad de género y transexualidad, a una mamá embarazada le preguntan: ¿Es niño o niña? Y responde: No lo sé; aún no habla. Y más adelante explica: La única persona que puede responder es él o la bebé, cuando tenga conciencia de su género y lo comunique al resto de la sociedad. Más adelante, propone un juego, en que niñas y niños se han de disfrazar de lo que quieran, de hombre o de mujer, y luego han de expresar cómo se sienten con lo que escogieron disfrazarse.

Esto corresponde a la corriente ideológica que ya no habla de géneros femenino y masculino en los humanos, sino de una gran multiplicidad de posibilidades genéricas. Es decir, ya no eres hombre o mujer desde tu concepción, sino que eres lo que quieras ser, ignorando incluso tu biología.

Esta propuesta es diferente a la lucha por la igualdad de género que defiende los derechos de la mujer, iguales a los del varón, lo cual no es una ideología de transexualidad. En efecto, la mujer, por su género femenino, no debe ser tratada como si valiera menos; tiene la misma dignidad que el varón y hay que luchar por que, tanto en la familia, como en la sociedad y en la Iglesia, se le reconozcan sus derechos.

PENSAR

En su reciente estancia en Polonia, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco dijo a los obispos: «En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas – lo digo claramente con nombre y apellido – es el ‘gender’ (género). Hoy a los niños en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con el Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: ‘Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador’. Es inteligente. Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado al mundo así, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un estado ‘inculto’ para que nosotros lo transformáramos en cultura; y después, con esta cultura, hacemos cosas que nos devuelven al estado ‘inculto’. Lo que ha dicho el Papa Benedicto tenemos que pensarlo: ‘Es la época del pecado contra Dios creador’».

En el documento de Aparecida, los obispos latinoamericanos dijimos al respecto: “Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia“ (DA 40). “Por ello los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido. En Cristo Palabra, Sabiduría de Dios, la cultura puede volver a encontrar su centro y su profundidad, desde donde se puede mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a la luz del Evangelio y dando a cado uno su sitio y su dimensión adecuada” (DA 41).

ACTUAR

Padres de familia, estén atentos a los contenidos educativos que reciben sus hijos en las escuelas y en el medio ambiente, porque con la mejor intención de evitar la discriminación hacia quienes tienen una orientación sexual distinta, se pretende borrar las diferencias biológicas, antropológicas y culturales propias de cada sexo.

Felipe Arizmendi Esquivel 

EL PAPA FRANCISCO EN LA CATEQUESIS: "SEGUIR A JESÚS ES ESTAR ALSERVICIO DE LA VIDA Y DE LA COMUNIÓN”,

 Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del miércoles 17 de agosto de 2016

“Queridos hermanos y hermanas, ‘buon giorno‘.

Hoy queremos reflexionar sobre el milagro de la multiplicación de los panes. Al inicio de la narración que hace Mateo (cfr 14,13-21), Jesús ha apenas recibido la noticia de la muerte de Juan el Bautista, y en una barca atraviesa el lago buscando ‘un lugar desierto apartado’.

La gente entretanto entiende y se anticipa yendo a pie, así que ‘al bajar de la barca, Él ve a una gran multitud, siente compasión por ellos y cura a sus enfermos’. Así era Jesús, siempre con compasión, siempre pensando en los demás.

Impresiona la determinación de la gente que teme quedarse sola, como abandonada. Muerto Juan el Bautista, profeta carismático, se ponen bajo la protección de Jesús, de quien el mismo Juan había dicho: ‘Quien viene después de mi es más fuerte que yo”.

Así la multitud lo sigue por todas partes, para escucharlo y para llevarle a los enfermos. Y viendo esto, Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío, es capaz de conmoverse. De un lado Él se siente atado a esta muchedumbre y no quiere que se vaya, de otra parte tiene necesidad de momentos de soledad y de oración con el Padre. Muchas veces pasa la noche rezando con su Padre.

También ese día, por lo tanto, el Maestro se dedicó a la gente. Su compasión no es un sentimiento vago; demuestra en cambio toda la fuerza de su voluntad para estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama mucho y quiere estar cerca de nosotros.

Al atardecer, Jesús se preocupa de dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas y se preocupa de quienes lo siguen. Quiere involucrar en esto a sus discípulos. De hecho les dice: ‘denles de comer ustedes mismos’.

Asi les demostró que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración podían ser compartidos con toda la gente. Un milagro de la fe, de la oración, suscitado por la compasión y el amor. Así Jesús ‘partió los panes y los dio a sus discípulos y a la multitud’.

El Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere volvernos a cada uno de nosotros participantes concretos de su compasión.

Ahora detengámonos sobre el gesto de la bendición de Jesús: Él ‘tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, recitó la bendición, partió el pan y se los dio’.

Como podemos ver, son las mismas acciones que Jesús hizo en la Última Cena, siendo las mismas que cada sacerdote cumple cuando celebra la santa Eucaristía.

La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística. Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto muy diverso que estar pasivos y ser extraños a la vida cotidiana. Por el contrario siempre nos inserta más en la relación con los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles a ellos un gesto concreto de la misericordia y de la cercanía de Cristo.

Mientras nos nutre de Cristo, la eucaristía que celebramos nos transforma poco a poco también a nosotros en el cuerpo de Cristo y alimento espiritual para los hermanos. Jesús quiere llegar a todos, para llevarles el amor de Dios. Por esto transforma a cada creyente en un servidor de la misericordia.

Jesús ha visto a la multitud, ha sentido compasión por ella y ha multiplicado los panes. Así hace también con la eucaristía. Y nosotros los creyentes que recibimos este pan eucarístico somos empujados por Jesús para llevar este servicio a los demás, con su misma compasión. Este es el recorrido.

La narración de la multiplicación de los panes y de los peces se concluye con la constatación de que todos han sido saciados y con la recolección de los trozos que han sobrado.

Cuando Jesús con su compasión y su amor nos da una gracia, nos perdona los pecados, nos abraza, nos ama, no hace las cosas a medias, sino completamente. Como sucedió aquí, todos se han saciado. Jesús llena nuestro corazón y nuestra vida con su amor, con su perdón y compasión. Jesús por lo tanto ha permitido a sus discípulos obedecer sus ordenes.

De esta manera ellos conocen el camino que es necesario recorrer: dar de come al pueblo y tenerlo unido; estar por lo tanto al servicio de la vida y de la comunión.

Invoquemos por lo tanto al Señor, para que vuelva su Iglesia cada vez más capaz de realizar este santo servicio y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en la propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos a los que pertenece; vale a decir, un signo visible de la misericordia de Dios que no quiere dejar a nadie en la soledad y en la necesidad, para que se difunda la comunión y la paz entre los hombres y la comunión entre los hombres y Dios, porque esta comunión es la vida para todos”.


15 de agosto de 2016

PAPA FRANCISCO: "LA ASUNCIÓN DE MARÍA, MISTERIO GRANDE PARA NUESTRO FUTURO"


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Buena fiesta de la Asunción!

La página evangélica (Lc 1,39-56) de la hodierna fiesta de la Asunción de María al cielo describe el encuentro entre María y su prima Isabel, subrayando que «María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá» (v.39). En aquellos días, María corría hacia una pequeña ciudad a los alrededores de Jerusalén para encontrar a Isabel. Hoy, en cambio, la contemplamos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su Hijo Jesús. Muchas veces en su vida terrena había recorrido zonas montañosas, hasta la última etapa dolorosa del Calvario, asociada al misterio de la pasión de Cristo. Ahora la vemos llegar a la montaña de Dios, «revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza» (Ap 12,1) – como dice el Libro del Apocalipsis – y la vemos cruzar el umbral de la patria celeste.

Ha sido la primera en creer en el Hijo de Dios, y es la primera de nosotros en ser elevada al cielo en alma y cuerpo. Fue la primera en recibir y tomar en brazos a Jesús cuando era todavía niño y es la primera en ser recibida en sus brazos para ser introducida en el Reino eterno del Padre. María, la humilde y simple muchacha de un pueblo perdido de las periferias del imperio romano, justamente porque ha recibido y vivido el Evangelio, es admitida por Dios a estar para la eternidad junto al Hijo. Es así que el Señor derriba a los poderosos de su trono y eleva a los humildes (Cfr. Lc 1,52).

La Asunción de María es un misterio grande que se refiere a cada uno de nosotros, concierne nuestro futuro. María, de hecho, nos precede en el camino en la cual están encaminados aquellos que, mediante el Bautismo, han ligado su vida a Jesús, como María ligó a Él su propia vida. La fiesta de hoy nos hace ver al cielo; la fiesta de hoy pre-anuncia los “cielos nuevos y la tierra nueva”, con la victoria de Cristo resucitado de la muerte y la derrota definitiva del maligno. Por lo tanto, el regocijo de la humilde joven de Galilea, expresada en el cantico del Magníficat, se convierte en el canto de la humanidad entera, que se complace en ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y todas las mujeres, humiles creaturas, y llevarlos con Él al cielo. El Señor se inclina sobre los humildes para elevarlos y esto lo hemos escuchado en el Magníficat, en el catico de María.

Y el cantico de María nos lleva también a pensar en tantas situaciones dolorosas actuales, en particular a aquellas, de las mujeres oprimidas por el peso de la vida y del drama de la violencia, de las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, de las niñas obligadas a trabajos deshumanos, de las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el espíritu a la concupiscencia de los hombres. Pueda llegar lo más antes para ellas el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, en espera del día en el cual finalmente se sentirán tomadas por manos que no las humillan, sino con ternura las levantan y las conducen en el camino de la vida, hasta el cielo. María, una mujer, una joven que ha sufrido tanto en la vida, nos hace pensar en estas mujeres que sufren tanto. Y pidamos al Señor que Él mismo las lleve en sus manos por el camino de la vida y las libere de estas esclavitudes.

Y ahora nos dirigimos con confianza a María, dulce Reina del cielo, y le pedimos: «Dónanos días de paz, vigila sobre nuestro camino, has que veamos a tu Hijo, llenos de alegría en el Cielo» (Himno de las segundas vísperas).

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano).

EL PAPA FRANCISCO EN EL ÁNGELUS : "LA IGLESIA NO NECESITA BURÓCRATAS SINO MISIONEROS APASIONADOS"

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Lc 12,49-53) forma parte de las enseñanzas de Jesús dirigidas a sus discípulos a lo largo del camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte de cruz. Para indicar el objetivo de su misión, Él se sirve de tres imágenes: el fuego, el bautismo y la división. Hoy deseo hablar de la primera imagen: el fuego.

Jesús lo expresa con estas palabras: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! » (v.49). El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Este – el fuego – es una fuerza creadora que purifica y renueva, incendia toda humana miseria, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde adentro, nos regenera y nos hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo arda como fuego en nuestro corazón, porque es sólo partiendo del corazón que el incendio del amor divino podrá desarrollarse y hacer progresar el Reino de Dios. No parte de la cabeza, parte del corazón. Y por esto Jesús quiere que el fuego entre en nuestro corazón. Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es el Espíritu Santo, Él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su consolador mensaje de misericordia y de salvación, navegando en alto mar, sin miedo. Pero el fuego comienza en el corazón.

En el cumplimiento de su misión en el mundo, la Iglesia – es decir, todos nosotros Iglesia – tiene necesidad de la ayuda del Espíritu Santo para no detenerse ante el miedo, para no habituarse a caminar dentro de los confines seguros. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una Iglesia funcional, que no arriesga jamás. En cambio, la valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo esperanza a cuantos encontramos. Con este fuego del Espíritu Santo estamos llamados a convertirnos siempre más en una comunidad de personas guiadas y transformadas, llenas de comprensión, personas con el corazón abierto y el rostro gozoso. Hoy más que nunca se necesita de sacerdotes, de consagrados y de fieles laicos, con la mirada atenta del apóstol, para conmoverse y detenerse ante las dificultades y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el camino de la evangelización y de la misión con el ritmo restaurador de la proximidad. Es justamente el fuego del Espíritu Santo el que nos lleva a hacernos “prójimos” de los demás: de las personas que sufren, de los necesitados; de tantas miserias humanas, de tantos problemas; de los refugiados, de los prófugos, de aquellos que sufren. Este fuego que viene del corazón. Fuego.
En este momento, pienso también con admiración sobre todo a los numerosos sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, en todo el mundo, se dedican al anuncio del Evangelio con gran amor y fidelidad, e incluso a costo de sus vidas. Su ejemplar testimonio nos recuerda que la Iglesia no tiene necesidad de burócratas y de diligentes funcionarios, sino de misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos la consoladora palabra de Jesús y su gracia. Este es el fuego del Espíritu Santo. Si la Iglesia no recibe este fuego o no lo deja entrar en sí, se hace una Iglesia fría o solamente tibia, incapaz de dar vida, porque está constituida por cristianos fríos y tibios. Nos hará bien, hoy, tomar cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? ¿Es frío? ¿Es tibio? ¿Es capaz de recibir este fuego? Tomemos cinco minutos para esto. Nos hará bien a todos.

Y pidamos a la Virgen María de orar con nosotros y por nosotros al Padre celeste, para que infunda sobre todos los creyentes el Espíritu Santo, fuego divino que enciende los corazones y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos. Nos sostenga en nuestro camino el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, de quien hoy celebramos la fiesta: él nos enseñe a vivir el fuego del amor por Dios y por el prójimo.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia»

 
Después del rezo a la Madre de Dios, el Papa Francisco hizo resonar el lema, que él mismo había elegido para la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, alentando en especial a los jóvenes, en el marco del Jubileo extraordinario que invita a la misericordia.

Saludando cordialmente a los numerosos fieles romanos y de tantas partes del mundo que acudieron, un domingo más a la Plaza de San Pedro, para rezar con el Papa, el Obispo de Roma saludó también a los voluntarios del proyecto ‘Postales en bicicleta’, impulsado por asociaciones italianas que se dedican a sostener a niños y a jóvenes con enfermedades incurables y a sus familiares.  

«Queridos hermanos y hermanas

¡saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos presentes!
También hoy tengo la alegría de saludar a algunos grupos de jóvenes: ante todo a los scouts provenientes de París. Así como a los jóvenes llegados a Roma, en peregrinación a pie o en bicicleta desde Bisuschio, Treviso, Solarolo, Macherio, Sovico, Vall’Alta di Bergamo y a los seminaristas del Seminario menor de Bergamo.

Les repito, también a ustedes, las palabras que han sido el tema del gran encuentro de Cracovia: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia» ¡Esfuércense en perdonar siempre y tengan un corazón compasivo!

Saludo también a las Asociaciones del proyecto  ‘Postales en bicicleta’.

Les deseo a todos un buen domingo y buen almuerzo. Y, por favor no se olviden de rezar por mí».

11 de agosto de 2016

PAPA FRANCISCO EN LA CATEQUESIS: "EL JUBILEO ES UN INAGOTABLE TESORO DE LA MISERICORDIA DE DIOS"

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado (7,11-17) nos presenta un milagro de Jesús verdaderamente grandioso: la resurrección de un joven. Sin embargo, el corazón de esta narración no es el milagro, no: sino la ternura de Jesús hacia la madre de este joven. La misericordia toma aquí el nombre de una gran compasión hacia una mujer que había perdido al marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una madre que conmueve a Jesús y lo induce al milagro de la resurrección.

Al presentar este episodio, el evangelista se entretiene en muchos particulares. En la puerta de la ciudad de Naím – un pueblo – se encuentran dos grupos numerosos que provienen de direcciones opuestas y que no tienen nada en común. Jesús, seguido por sus discípulos y por una gran multitud está por entrar en la zona habitada, mientras de ella está saliendo la procesión fúnebre que acompaña a un difunto, con la madre viuda y mucha gente. Ante la puerta los dos grupos se acercan solamente recorriendo cada uno por su propio camino, pero es ahí que san Lucas precisa el sentimiento de Jesús: «Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: ¡No llores! Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron» (vv. 13-14). Una gran compasión guía las acciones de Jesús: es Él quien detiene la procesión tocando el féretro y, conmovido por una profunda misericordia por esta madre, decide afrontar la muerte, por así decir, de tú a tú. Y la afrontará definitivamente, de tú a tú, en la Cruz.

Durante este Jubileo, sería una buena cosa que, al pasar por la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordaran este episodio del Evangelio, sucedido en la puerta de Naím. Cuando Jesús vio a esta madre en lágrimas, ¡ella entró en su corazón! A la Puerta Santa cada uno llega llevando la propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, los proyectos y los fracasos, las dudas y los temores, para presentarlas a la misericordia del Señor. Estemos seguros que, ante la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su poderosa palabra consoladora: “¡No llores!” (v. 13). Ésta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Y pensemos en esto: un encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Cruzando el umbral nosotros realizamos nuestra peregrinación hacia la misericordia de Dios que, como al joven muerto, repite a todos: «Yo te lo ordeno, levántate» (v.14). A cada uno de nosotros: “levántate”. Dios nos quiere de pie. Nos ha creado para estar de pie: por esto, la compasión de Jesús lleva a aquel gesto de la curación, a curarnos… Y la palabra clave es: “Levántate”. Ponte de pie, como te ha creado Dios”. De pie… “Pero padre, nosotros caemos muchas veces”. “Adelante, levántate”. Esta es la palabra de Jesús, siempre. Al cruzar la Puerta Santa, tratemos de sentir en nuestro corazón esta palabra: “Levántate”. La palabra poderosa de Jesús puede levantarnos y obrar también en nosotros el paso de la muerte a la vida. Su Palabra nos hace revivir, dona esperanza, consuela los corazones cansados, abre a una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. ¡En la Puerta Santa esta esculpido para cada uno el inagotable tesoro de la misericordia de Dios!

Alcanzado por la Palabra de Jesús, «el muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre» (v. 15). Esta frase es tan bella, indica la ternura de Jesús: “Lo restituyó a su madre”. La madre encuentra al hijo. Recibiéndolo de las manos de Jesús ella se hace madre por segunda vez, pero el hijo que ahora le es restituido no es de ella de quien ha recibido la vida. Madre e hijo reciben así la respectiva identidad gracias a la palabra poderosa de Jesús y a su gesto amoroso. Así, especialmente en el Jubileo, la madre Iglesia recibe a sus hijos reconociendo en ellos la vida donada por la gracia de Dios. Es en virtud de tal gracia, la gracia del Bautismo, que la Iglesia se hace madre y que cada uno de nosotros se hace su hijo.

Ante el joven resucitado a la vida y restituido a la madre, «todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: ¡Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo!». Cuanto Jesús ha hecho no es por lo tanto solo una acción de salvación destinada a la viuda y a su hijo, o un gesto de bondad limitada a aquella ciudad. En la ayuda misericordiosa de Jesús, Dios va al encuentro de su pueblo, en Él surge y continuará a surgir para la humanidad toda la gracia de Dios. Celebrando este Jubileo, que he querido que fuera vivido en todas las Iglesias particulares, es decir, en todas las iglesias del mundo, y no solo en Roma, es como si toda la Iglesia extendida por el mundo se uniera en un único canto de alabanza al Señor. También hoy la Iglesia reconoce ser visitada por Dios. Por esto, acercándonos a la Puerta Santa de la Misericordia, cada uno sabe de acercarse a la puerta del corazón misericordioso de Jesús: es Él de hecho la verdadera Puerta que conduce a la salvación y nos restituye a una vida nueva. La misericordia, sea en Jesús sea en nosotros, es un camino que parte del corazón para llegar a las manos… ¿Qué cosa significa esto? Jesús te mira, te cura con su misericordia, te dice: “Levántate”, y ti corazón es renovado. Pero esto del camino del corazón a las manos… “Eh, si, ¿Y ahora qué hago yo? Con el corazón nuevo, con el corazón sanado por Jesús realizo las obras de misericordia con las manos, y trato de ayudar, de sanar a muchos que tienen necesidad”. La misericordia es un camino que parte del corazón y llega a las manos, es decir, a las obras de misericordia. Gracias.

10 de agosto de 2016

LA PÍLDORA DEL DIA DESPUÉS ES CAUSA DE ABORTO

Lo confirma el estudio, dirigido por un español, “Motivos ideológicos y comerciales detrás de la desinformación sobre estos fármacos”

 Un estudio conducido por un grupo de científicos españoles guiados por el doctor Emilio Jesús Alegre del Rey y publicado por el European Journal of Clinical Pharmacy reitera el potencial efecto abortivo del Levonorgestrel, la píldora del día después.

El doctor Alegre del Rey es farmacéutico en el Servicio de Farmacia del Hospital Universitario Puerto Real, en Cádiz, España, y realiza estudios desde hace varios años sobre la llamada “anticoncepción de emergencia”.

¿Cuándo comienza la vida?
— Doctor Alegre del Rey: Comienza en la concepción, cuando el espermatozoide y el óvulo forman el cigoto. Esta es una observación científica.

Se dice que el embarazo empieza con la implantación del embrión en el útero. ¿Se manipula el lenguaje para esconder la realidad?
— Doctor Alegre del Rey: Sí. Por ejemplo, se ha repetido hasta la saciedad que la píldora del día después no es abortiva. Para afirmar esto, se supone que el aborto pone fin al embarazo y que este empieza en el momento de la implantación del embrión en el útero. Pero esto es un sutil juego de palabras, que oculta la realidad.
En primer lugar, no es que el embarazo empiece en el momento de la implantación, es que es a partir de ahí cuando es posible detectarlo. Pero en segundo lugar, y más importante todavía, lo que es éticamente relevante no es poner fin a un embarazo, sino poner fin a la vida de un ser humano.  Por tanto, lo que cuenta no es cuándo queremos decir que empieza el embarazo, sino cuándo empieza la vida humana. La manipulación del lenguaje tiene mucho de “magia”: desvía la atención de los oyentes con el fin de que no miren el punto clave de la cuestión. Tertuliano, ya en el siglo III, dijo: “Homo est qui futurus est” (si será humano, ya lo es). Curiosamente, es interesante notar que esta simple y sabia observación es también un principio fundamental de la embriología del siglo XXI.

¿El Levonorgestrel, la llamada “píldora del día después” reduce los embarazos en más del 80% cuando se toma tres días después de la relación sexual? ¿Cuáles son las conclusiones de su estudio?
— Doctor Alegre del Rey: Nuestro estudio se concentra en el mecanismo de acción del Levonorgestrel. Hemos comparado los datos procedentes de distintos estudios que han sido publicados, aplicando una análisis cuantitativo. El resultado muestra que en la mitad de los casos en que los embarazos fueron impedidos por el Levonorgestrel, hubo fecundación, hubo concepción del embrión, pero la carga hormonal de la píldora impidió al embrión continuar su proceso de desarrollo, su vida.

La píldora del día después es catalogada como medio de anticoncepción de emergencia. Esto es lo que dicen los medios y la versión científica “oficial”…
— Doctor Alegre del Rey: No hay una versión científica “oficial”, sino diversas publicaciones sobre el tema. En la ficha técnica original del Levonorgestrel, al principio era reconocido también este efecto de impedir la implantación. Dos trabajos científicos apuntaban en la misma dirección  (Fertil Steril. 2007 Sep;88(3):565-71. Epub 2007 Feb 22; Ann Pharmacother. 2002 Mar;36(3):465-70). Después se difundió una nueva versión del productor y el posicionamiento de la FIGO (Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia), que no es independiente. Este último posicionamiento, que negó el efecto abortivo, se basó en datos procedentes de estudios en animales, cuyo ciclo hormonal no tiene nada que ver con el de la mujer, y sobre un estudio sobre mujeres sin validez estadística.
Hemos demostrado que, con las evidencias actuales, nadie puede continuar negando el efecto contragestivo, abortivo, de esta píldora. Un anticonceptivo es un producto que impide la concepción. En el caso del Levonorgestrel, es verdad, pero es solo una media verdad, literalmente. En la otra mitad de los casos, su efecto se ejerce impidiendo a un embrión ya existente continuar su desarrollo y su vida. Este efecto se denomina “contragestivo”, una palabra que pocas personas conocen.

Por tanto, tomando Levonorgestrel se pueden producir abortos embrionarios. ¿Por qué los medios no dicen nada sobre esto?
— Doctor Alegre del Rey: La desinformación crea una falsa sensación de seguridad. Se omiten informaciones clave para los usuarios, que tienen el derecho de conocer el potencial efecto abortivo de esta píldora. El motivo por el que no se difunde esta información creo que es en parte comercial y en parte ideológico. Se da por hecho que las mujeres no necesitan saber aquello que a ellas no les interesa saber. Sin embargo, en un estudio del equipo de Jokin de Irala realizado con mujeres españolas, se les preguntó si tomarían la píldora sabiendo que era abortiva. La mayor parte de las mujeres dijo que no. Las mujeres que inconscientemente toman ese producto y descubren después que se trata de un abortivo, pueden sentirse engañadas y cargadas injustamente con este problema en su conciencia.
Cuando la píldora se comercializó hubo un notable rechazo; la ficha técnica del Levonorgestrel no omitía el posible efecto anti-implantatorio, por tanto, abortivo. Así, el producto tuvo mucha dificultad para ser difundido, y también para ser aprobado en países que protegen la vida humana desde el inicio, como en Hispanoamérica. Los productores, por tanto, usaron más tarde la estrategia de negar el efecto abortivo, y fue modificada la ficha técnica del Levonorgestrel.
Ahora, también los productores de otro “anticonceptivo de emergencia”, el Ulipristal acetato (EllaOne, la llamada “píldora de los cinco días después”) parecen haber aprendido la lección, y niegan que tenga un posible efecto abortivo. Sin embargo, es evidente que lo tiene, impidiendo el embarazo incluso si se toma cinco días después de la relación. Hace falta solo un poco de sentido común para darse cuenta que no es creíble que tenga solamente efecto anticonceptivo.

También para el personal sanitario es necesaria una cuidada y completa información sobre estas píldoras…
— Doctor Alegre del Rey: Cierto. Para tomar cualquier decisión ética, sea individual o colectiva, es esencial primero tener las mejores informaciones científicas sobre el problema, sin prejuicios de ningún tipo. El personal sanitario lo necesita por dos motivos: para informar correctamente a los usuarios y para tomar las propias decisiones éticas y, si es necesario, presentar objeción de conciencia. De esto era muy consciente el genetista francés Jerome Lejeune: una buena ética surge de la mejor información científica disponible. Esta es la razón de nuestro trabajo. Tenemos que aportar información libre de condicionamientos comerciales, ideológicos o de otros tipos, ni en un sentido ni en el otro. En nuestro equipo colaboran investigadores de distintos puntos de vista, pero todos buscamos mostrar la realidad, con el método científico.

La píldora del día después es utilizada principalmente por adolescentes, incluso varias veces. ¿Cuáles son las consecuencias y los riesgos?
— Doctor Alegre del Rey: Los estudios clínicos sobre esta píldora no los ha hecho la industria farmacéutica, sino la Organización Mundial de la Salud, con dinero público. Se pensó que podía utilizarse habitualmente, pero los estudios de seguridad con administración continuada fueron desastrosos: frecuentes y graves trastornos menstruales, dolor de cabeza, problemas vasculares…
Lógico, porque para obtener el efecto deseado con una sola dosis, estas píldoras contienen una cantidad de hormonas 10-20 veces superior a la píldora anticonceptiva diaria. Por eso, la píldora del día después fue lanzada para uso excepcional. Quien usa repetidamente esta píldora se expone a un riesgo serio. Lamentablemente en algunos países este producto ha sido aprobado también sin receta médica.
Quiero también comentar que el uso de la píldora del día después no reduce los embarazos no deseados o los abortos en términos reales. Se ha demostrado en numerosos estudios en varios países, con elevado nivel de evidencia.

La publicación de su estudio fue rechazado por varias revistas científicas ¿verdad?

— Doctor Alegre del Rey: Los primeros rechazos nos estimularon a mejorar el artículo, la forma de exposición de los resultados. Pero nos sorprendimos un poco de que otro estudio previo, con conclusiones contrarias, pero sin un elemental análisis estadístico, fue publicado sin problemas. Hemos hablado con otros grupos de investigación que han tenido complicaciones como las nuestras cuando las conclusiones de su estudio no eran “políticamente correctas”. En realidad, ha habido dificultades en todas las épocas. Aún así, esto es ciencia, y afortunadamente hay revistas que examinan solo la calidad científica de lo que se les envía. De hecho, recientemente se ha aceptado una aplicación de nuestro mismo análisis en otra revista. No se puede tapar el sol con un dedo.
Fuente: Zenit

8 de agosto de 2016

DIEZ PRINCIPIOS Y UNA CLAVE PARA EDUCAR CORRECTAMENTE

Un memorándum, el más accesible y concreto posible, de los principales criterios y sugerencias sobre «el arte de las artes», como ha sido llamada la educación

Padre y madre son, por naturaleza, los primeros e irrenunciables educadores de su hijos. Su misión no es fácil. Está llena de contrastes en apariencia irreconciliables: han de saber comprender, pero también exigir; respetar la libertad de los chicos, pero a la vez guiarles y corregirles; ayudarles en sus tareas, pero sin sustituirlos ni evitarles el esfuerzo formativo y la satisfacción que el realizarlas lleva consigo…
De ahí que los padres tengan que aprender por sí mismos a serlo… y desde muy pronto. En ningún oficio la capacitación profesional comienza cuando el aspirante alcanza puestos de relieve y tiene entre sus manos encargos de alta responsabilidad. ¿Por qué en el «oficio de padres» debería ser de otra forma? ¿Acaso porque se trata más de un arte que de una ciencia? De acuerdo; pero en ningún arte bastan la inspiración y la intuición; es menester también instruirse, formarse.

En cualquier caso, aprender este «oficio» no consiste en proveerse de un conjunto de recetas o soluciones ya dadas e inmediatamente aplicables a los problemas que van surgiendo. Tales recetas no existen. Existen, por el contrario, principios o fundamentos de la educación, que iluminan las distintas situaciones: los padres deben conocerlos muy a fondo, hasta hacerlos pensamiento de su pensamiento y vida de su vida, para con ellos encarar la práctica diaria.

Teniendo esto claro, y sin demasiadas pretensiones, ofreceré un memorándum, el más accesible y concreto posible, de los principales criterios y sugerencias sobre «el arte de las artes», como ha sido llamada la educación.

— Tres consejos de primer orden.

1) La primera cosa que los padres necesitan para educar es un verdadero y cabal amor a sus hijos.

Según escribe G. Courtois en El arte de educar a los muchachos de hoy, la educación requiere, además de «un poco de ciencia y de experiencia, mucho sentido común y, sobre todo, mucho amor». Con otras palabras, es preciso dominar algunos principios pedagógicos y obrar con sentido común, pero sin suponer que baste aplicar una bonita teoría para obtener seguros resultados.

¿Por qué? Entre otros motivos, porque «cada niño es un caso» absolutamente irrepetible, distinto de todos los demás. Ningún manual es capaz de explicarnos ese «caso» concreto. Hay que aprender a modular los principios a tenor del temperamento, la edad y las circunstancias en que se encuentren los hijos. Y solo el amor permite conocer a cada uno de ellos tal como es hoy y ahora y actuar en consecuencia: aun concediendo la parte de verdad que encierra el dicho de que «el amor es ciego», resulta mucho más profundo y real sostener que es agudo y perspicaz, clarividente; y que, tratándose de personas, solo un amor auténtico nos capacita para conocerlas con hondura.

De hecho, será el amor el que enseñe a los padres a descubrir el momento más adecuado para hablar y para callar; el tiempo para jugar con los niños e interesarse por sus problemas sin someterlos a un interrogatorio y el de respetar su necesidad de estar a solas; las ocasiones en que conviene «soltar un poco de cuerda» y «no darse por enterados» frente a aquellas otras en que lo que procede es intervenir con decisión e incluso con resuelta viveza…

Y, según decía, en todo este difícil arte los padres resultan insustituibles. Un matrimonio muy agobiado por su trabajo profesional buscaba en una tienda de juguetes un regalo para su niño: pedían algo que lo divirtiera, lo mantuviese tranquilo y, sobre todo, le quitara la sensación de estar solo. Una dependiente inteligente les explicó: «lo siento, pero no vendemos padres».

2) La primera cosa que el hijo necesita para ser educado es que sus padres se quieran entre sí.

«Hacemos que no le falte de nada, estamos pendientes hasta de sus menores caprichos, y sin embargo…».

Expresiones como ésta las oímos a menudo, proferidas por tantos padres que se vuelcan aparentemente sobre sus hijos —alimentos sanos, reconstituyentes, juegos, vestidos de marca, vacaciones junto al mar, diversiones, etc.—, pero se olvidan de la cosa más importante que precisan los críos: que los propios padres se amen y estén unidos.

El cariño mutuo de los padres es el que ha hecho que los hijos vengan al mundo. Y ese mismo afecto recíproco debe completar la tarea comenzada, ayudando al niño a alcanzar la plenitud y la felicidad a que se encuentra llamado. El complemento natural de la procreación, la educación, ha de estar movido por las mismas causas —el amor de los padres— que engendraron al hijo.

Desde hace ya bastantes siglos se ha dicho que, al salir del útero materno, donde el líquido amniótico lo protegía y alimentaba, el niño reclama imperiosamente otro «útero» y otro «líquido», sin los que no podría crecer y desarrollarse; a saber, los que originan el padre y la madre al quererse de veras.

Por eso, cada uno de los esposos debe engrandecer la imagen del otro ante los hijos y evitar cuanto pueda hacer disminuir el cariño de éstos hacia su cónyuge. Desde que los críos son muy pequeños, además de manifestar prudente pero claramente el afecto que los une, los padres han de prestar atención a no hacerse reproches mutuos delante de ellos, a no permitir uno lo que el otro prohíbe, a evitar de plano ciertas aberrantes recomendaciones al niño: «esto no se lo digas a papá (o a mamá)», etc.

3) Enseñar a querer.

Como acabamos de ver, el principio radical de la educación es que los padres se quieran entre sí y, como fruto de ese amor, que quieran de veras a sus hijos; el fin de esa educación es que los hijos, a su vez, vayan aprendiendo a querer, a amar.
Curiosamente y en compendio, educar es amar, y amar es enseñar a amar.

Según explica Rafael Tomás Caldera, «la verdadera grandeza del hombre, su perfección, por tanto, su misión o cometido, es el amor. Todo lo otro —capacidad profesional, prestigio, riqueza, vida más o menos larga, desarrollo intelectual— tiene que confluir en el amor o carece en definitiva de sentido»… e incluso, si no se encamina al amor, pudiera resultar perjudicial.

La entera tarea educativa de los padres ha de dirigirse, pues, en última instancia, a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a evitar cuanto lo torne más egoísta, más cerrado y pendiente de sí, menos capaz de descubrir, querer, perseguir y realizar el bien de los otros.

Sólo así contribuirán eficazmente a hacerlos felices, puesto que la dicha —como muestran desde los filósofos más clásicos hasta los más certeros psiquiatras contemporáneos— no es sino el efecto no buscado de engrandecer la propia persona, de mejorar progresivamente: y esto solo se consigue amando más y mejor, dilatando las fronteras del propio corazón.

— Siete recomendaciones más.

4) El mejor educador es el ejemplo.

Los niños tienden a imitar las actitudes de los adultos, en especial de los que quieren o admiran. Jamás pierden de vista a los padres, los observan de continuo, sobre todo en los primeros años. Ven también cuando no miran y escuchan incluso cuando están super-ocupados jugando. Poseen una especie de radar, que intercepta todos los actos y las palabras de su entorno.

Por eso los padres educan o deseducan, ante todo, con su ejemplo.

Además, el ejemplo posee un insustituible valor pedagógico, de confirmación y de ánimo: no hay mejor modo de enseñar a un niño a tirarse al agua que hacerlo con él o antes que él. Las palabras vuelan, pero el ejemplo permanece, ilumina las conductas… y arrastra.

En el extremo opuesto la incongruencia entre lo que se aconseja y lo que se vive es el mayor mal que un padre o una madre puede infligir a sus hijos: sobre todo a determinadas edades, cuando el sentido de la «justicia» se encuentra en los chicos rígidamente asentado, sobre-desarrollado… y dispuesto a enjuiciar con excesiva dureza a los demás.

5) Animar y recompensar.

El niño es muy receptivo. Si se le repite con frecuencia que es un maleducado, un egoísta, que no sirve para nada, se creerá y será verdaderamente maleducado, egoísta, e incapaz de realizar tarea alguna…«aunque no fuera sino para no defraudar a sus padres».

Es mejor que tenga un poco de excesiva confianza en sí mismo, que demasiado poca. Y si lo vemos recaer en algún defecto, resultará más eficaz una palabra de ánimo que echárselo en cara y humillarlo. Mostrar al hijo que confiamos en sus posibilidades es para él un gran incentivo; en efecto, el pequeño —como, con matices, cualquier ser humano— se encuentra impulsado a llevar a la práctica la opinión positiva o negativa que de él se tiene y a no defraudar nuestras expectativas al respecto.

Cuando hace una observación correcta, incluso opuesta a la que nosotros acabamos de comentar o sugerir, no hay que tener miedo a darle la razón. No se pierde autoridad; más bien al contrario, la ganamos, puesto que no la hacemos residir en nuestros puntos de vista, sino en la misma verdad objetiva de lo que se propone.

Al animar y elogiar es preferible estar más atentos al esfuerzo hecho que al resultado obtenido. En principio, no se debe recompensar al niño por haber cumplido un deber o por haber tenido éxito en algo, si el conseguirlo no le ha supuesto un empeño muy especial. Un regalo por unas buenas calificaciones es deformante. Las buenas calificaciones, junto con la demostración de nuestra alegría por ese resultado, deberían ser ya un premio que diera suficiente satisfacción al niño.

Tampoco es bueno multiplicar desmesuradamente las gratificaciones. Por un lado, porque se le enseña a actuar no por lo que en sí mismo es bueno, sino por la recompensa que él recibe (o, lo que es idéntico, a pensar más en sí mismo que en los otros). Y además, porque cuando éstas vinieran a faltar, el pequeño se sentirá decepcionado: premiar reiteradamente lo que no lo merece equivale a transformar en un castigo todas las situaciones en que esa compensación esté ausente.

Conviene no olvidar una ley básica: educar a alguien no es hacer que siempre se encuentre contento y satisfecho, por tener cubiertos todos sus caprichos o deseos, sino ayudarle a sacar de sí (e-ducir), con el esfuerzo imprescindible por nuestra parte y la suya, toda esa maravilla que encierra en su interior y que lo encumbrará hasta la plenitud de su condición personal… haciéndolo, como consecuencia, muy dichoso.

6) Ejercer la autoridad, sin forzarla ni malograrla.

Por lo mismo, para educar no son suficientes el cariño, el buen ejemplo y los ánimos; es preciso también ejercer la autoridad, explicando siempre, en la medida de lo posible, las razones que nos llevan a aconsejar, imponer, reprobar o prohibir una conducta determinada.

La educación al margen de la autoridad, en otro tiempo tan pregonada, se presenta hoy como una breve moda fracasada y obsoleta, contradicha por aquellos mismos que la han sufrido. El niño tiene necesidad de autoridad y la busca. Si no encuentra a su alrededor una señalización y una demarcación, se torna inseguro o nervioso.

Incluso cuando juegan entre ellos, los niños inventan siempre reglas que no deben ser transgredidas. Por lo demás, todos sabemos lo antipáticos, molestos y tiránicos que son los hijos de los otros, cuando están malcriados, habituados a llamar siempre la atención y a no obedecer cuando no tienen ganas.

Pero tratándose de los propios, es más difícil un juicio lúcido. No se sabe bien si imponerse o abajarse a pactar y dejar hacer, para no correr el riesgo de tener una escena en público…, o acabar la cuestión con una explosión de ira y una regañina (que después deja más incómodos a los padres que al niño).

Por detrás de esta inseguridad, hay siempre una extraña mezcla de miedos y prevenciones. El horror a perder el cariño del chiquillo, el temor a que corra algún riesgo su incolumidad física, el pavor a que nos haga quedar mal o nos provoque daños materiales.

En definitiva, aunque no lo advirtamos ni deseemos, nos queremos más a nosotros mismos que al chico o la chica, anteponemos nuestro bien al suyo. De ahí que, si por encima de tantos temores prevaleciera el deseo sincero y eficaz de ayudar al crío a reconocer los propios impulsos egoístas, la codicia, la pereza, la envidia, la crueldad, etc., no existiría esa sensación de culpa cuando se lo corrigiera utilizando el propio ascendiente.

· Con base en lo expuesto hasta aquí, y aun cuando no esté de moda, es menester reiterar de modo claro y neto la imposibilidad de educar sin ejercer la autoridad (que no es autoritarismo) y exigir la obediencia desde el mismo momento en que los niños empiezan a entender lo que se les pide. Por eso, es importante que los padres, explicando siempre los motivos de sus decisiones, indiquen a los niños lo que deben hacer o evitar, no dejando por comodidad caer en el olvido sus órdenes, ni permitiendo que los niños se les opongan abiertamente.

Como consecuencia, un criterio básico en la educación del hogar es que deben existir muy pocas normas y muy fundamentales y nunca arbitrarias, lograr que siempre se cumplan… y dejar una enorme libertad en todo lo opinable, aun cuando las preferencias de los hijos no coincidan con las nuestras: ¡ellos gozan de todo el «derecho» a llegar a ser aquello a lo que están llamados… y nosotros no tenemos ninguno a convertirlos en una réplica de nuestro propio yo!

A veces, sin embargo, se prohíbe algo sin saber bien por qué, qué es lo que encierra de malo, sólo por impulso, por las ganas de estar tranquilos o porque uno se siente nervioso y todo le molesta. Se compromete así la propia autoridad sin que sea necesario, abusando de ella… y se desconcierta a los muchachos, que no saben por qué hoy está vedado lo que ayer se veía con buenos ojos.

Cualquier niño sano tiene necesidad de movimiento, de juego inventivo y de libertad. Interviniendo de manera continua e irrazonable se acaba por hacer de la autoridad algo insufrible. Como aquella madre de la que se cuenta que decía a la niñera: «Ve al cuarto de los niños a ver que están haciendo… y prohíbeselo».

Por otro lado, la convicción del niño de que nunca hará desistir a los padres de las órdenes impartidas posee una extraordinaria eficacia, y ayuda enormemente a calmar las rabietas o a que no lleguen a producirse.

(Lo más opuesto a esto, como ya he insinuado, es repetir veinte veces la misma orden —lávate los dientes, dúchate, vete ya a dormir…— sin exigir que se cumpla de inmediato: provoca un enorme desgaste psíquico, tal vez sobre todo a las madres, que suelen pasar mayor parte del día bregando con los críos, al tiempo que disminuye o elimina la propia autoridad).

· Vale asimismo la pena estar atentos al modo como se da una indicación. Quien ordena secamente o alzando sin motivo el volumen de la voz deja siempre traslucir nerviosismo y poca seguridad. Un tono amenazador suscita con razón reacciones negativas y oposiciones. Demos las órdenes o, mejor, pidamos por favor, con actitud serena y confiando claramente en que vamos a ser obedecidos.

Reservemos los mandatos estrictos para las cosas muy importantes. Para las demás peticiones resultará preferible utilizar una forma más blanda: «¿serías tan amable de…?», «¿podrías, por favor…?», «¿hay alguno que sepa hacer esto?». De este modo, se estimulará a los críos para que realicen elecciones libres y responsables, y se les dará la ocasión de actuar con autonomía e inventiva, de sentirse útiles… y experimentar la satisfacción de tener contentos a sus padres.

A veces es necesario pedir al hijo un esfuerzo mayor del acostumbrado; convendrá entonces crear un clima favorable. Si, por ejemplo, sabéis que vuestro cónyuge está particularmente cansado o lo atenaza una jaqueca insufrible, hablaréis a solas con el niño y le diréis: «Mamá (o papá) tiene un fuerte dolor de cabeza; por eso, esta tarde te pido un empeño especial para hacer el menos ruido posible…».

Quizá sea oportuno darle una ocupación, y dirigirle una mirada cariñosa o una caricia, de vez en cuando, para recompensar sus desvelos… sin olvidar que en este, como en los restantes casos, hay que arreglárselas para que el niño cumpla su obligación.

Firmeza, por tanto, para exigir la conducta adecuada, pero dulzura extrema en el modo de sugerirla o reclamarla.

7) Saber regañar y castigar.

Los ánimos y las recompensas no son normalmente suficientes para una sana educación. Un reproche o una punición, dados de la manera oportuna, proporcionada y sin arrepentimientos injustificados, contribuirá a formar el criterio moral del muchacho.

Sensata e inteligente debe ser la dosificación de las reprimendas y de los castigos. La política del «dejar hacer» es típica de los padres o débiles o cómplices.

También en la educación, la «manga ancha» viene dictada a menudo por el temor de no ser obedecido o por la comodidad («haz lo que quieras, con tal de dejarme en paz»)… que no son sino otros tantos modos de amor propio: de preferir el propio bien (no esforzarse, no sufrir al demandar la conducta correcta) al de los hijos.

Pero resultaría pedante, o incluso neurótico, un continuo y sofocante control de los chicos, regañados y castigados por la más mínima desviación de unos cánones despóticos establecidos por los padres.

Para que una reprensión sea educativa ha de resultar clara, sucinta y no humillante. Hay por tanto que aprender a regañar de manera correcta, explícita, breve, y después cambiar el tema de la conversación. En efecto, no se debe exigir que el hijo reconozca de inmediato el propio mal y pronuncie un mea culpa, sobre todo si están presentes otras personas (¿lo hacemos nosotros, los adultos?).

Convendrá también elegir el lugar y el momento pertinente para reprenderle; a veces será necesario esperar a que haya pasado el propio enfado, para poder hablar con la debida serenidad y con mayor eficacia.

Por otro lado, antes de decidirse a dar un castigo, conviene estar bien seguros de que el niño era consciente de la prohibición o del mandato.

Naturalmente, hay que evitar no solo que la sanción sea el desahogo de la propia rabia o malhumor, sino también que tenga esa apariencia. Tratándose de fracasos escolares, conviene saber juzgar si se deben a irresponsabilidad o a limitaciones difícilmente superables del chico o de la chica.

Cuando se reprenda es menester además huir de las comparaciones: «Mira cómo obedece y estudia tu hermana…». Las confrontaciones sólo engendran celos y antipatías.

Tener que castigar puede y debe disgustarnos, pero a veces es el mejor testimonio de amor que cabe ofrecer a un hijo: el amor «todo lo sufre», cabría recordar con san Pablo,… incluso el dolor de los seres queridos, siempre que tal sufrimiento sea necesario.

Ningún temor, por tanto, a que una corrección justa y bien dada disminuya el amor del hijo respecto a vosotros. A veces se oye responder al muchacho castigado: «¡No me importa en absoluto!». Podéis entonces decirle, con toda la serenidad de que seáis capaces: «No es mi propósito molestarte ni hacerte padecer».

8) Formar la conciencia.

En nuestra sociedad, los niños resultan bombardeados por un conjunto de eslóganes y de frases que transmiten «ideales» no siempre acordes con una visión adecuada del ser humano, e incapaces por tanto de hacerlos dichosos.

La solución no es un régimen policial, compuesto de controles y de castigos. Es menester que los hijos interioricen y hagan propios los criterios correctos, que formen su conciencia, aprendiendo a distinguir claramente lo bueno de lo malo.

Y para ello no basta con decirles: «¡Esto no está bien!» o, menos todavía, «¡Esto no me gusta!».

Se corre el riesgo de transformar la moral en un conjunto de prohibiciones arbitrarias, carentes de fundamento. Por el contrario, es muy importante «educar en positivo», como se suele afirmar; lo cual equivale, en mi opinión, a mostrar la belleza y la humanidad de la virtud alegre y serena, desenvuelta y sin inhibiciones. Para lograrlo, hay que esforzarse por vivir la propia vida, con todas sus contrariedades, como una gozosa aventura que vale la pena componer cada día.

En tales circunstancias, al descubrir la hermosura y la maravilla de hacer el bien, el niño se sentirá atraído y estimulado para obrar correctamente.

Además, interesa hacer comprender lo decisiva que es la intención para determinar la moralidad de un acto, y ayudar a los hijos a preguntarse el porqué de un determinado comportamiento. A tenor de sus respuestas, se les hará ver la posible injusticia, envidia, soberbia, etc., que los ha motivado. El denominado complejo de culpa, es decir, la obscura y angustiosa sensación de haberse equivocado, acompañada de miedo o de vergüenza, nace justo de la falta de un valiente y sereno examen de la calidad moral de nuestros actos. Por el contrario, como muestran también los psiquiatras más avezados, es necesario y sano el sentido del pecado. La clara percepción de las propias concesiones y faltas, con las que hemos vuelto las espaldas a Dios, provoca un remordimiento que activa y multiplica las fuerzas para buscar de nuevo el amor que perdona.

Para formar la conciencia puede también ser útil comentar con el niño la bondad o maldad de las situaciones y hechos de los que tenemos noticia, así como sugerirle la práctica del examen de conciencia personal al término del día, acaso ayudándole en los primeros pasos a hacerse las preguntas adecuadas. A medida que crece, hay que dejarle tomar con mayor libertad y responsabilidad sus propias decisiones, diciéndole como mucho: «Yo, de ti, lo haría de este o aquel modo» y, en su caso, explicándole brevemente el porqué.

9) No malcriar a los niños.

Se malcría a un niño con desproporcionadas o muy frecuentes alabanzas, con indulgencia y condescendencia respecto a sus antojos. Se lo maleduca también convirtiéndolo a menudo en el centro del interés de todos, y dejando que sea él quien determine las decisiones familiares. Un pequeño rodeado de excesiva atención y de concesiones inoportunas, una vez fuera del ámbito de la familia se convertirá, si posee un temperamento débil, en una persona tímida e incapaz de desenvolverse por sí misma. Si, por el contrario, tiene un fuerte temperamento, se transformará en un egoísta, capaz de servirse de los otros o de llevárselos por delante.

Por eso, frente a los caprichos de los niños no se debe ceder: habrá simplemente que esperar a que pase la pataleta, sin nerviosismos, manteniendo una actitud serena, casi de desatención, y, al mismo tiempo, firme. Y esto, incluso —o sobre todo— cuando «nos pongan en evidencia» delante de otras personas: su bien (¡el de los hijos!) debe ir siempre por delante del nuestro.

10) Educar la libertad.

En este ámbito, la tarea del educador es doble: hacer que el educando tome conciencia del valor de la propia libertad, y enseñarle a ejercerla correctamente.

Pero no resulta fácil entender a fondo lo que es la libertad y su estrecha relación con el bien y con el amor. ¿Quién es auténticamente libre?: el que, una vez conocido, hace el bien porque quiere hacerlo, por amor a lo bueno. Al contrario, va «perdiendo» su libertad quien obra de manera incorrecta. Un hombre puede quitarse la vida porque es «libre», pero nadie diría que el suicidio lo mejora en cuanto persona o incrementa su libertad.

Educar en la libertad significa por tanto ayudar a distinguir lo que es bueno (para los demás y, como consecuencia, para la propia felicidad), y animar a realizar las elecciones consiguientes, siempre por amor.

Conceder con prudencia una creciente libertad a los hijos contribuye a tornarlos responsables. Una larga experiencia de educador permitía afirmar a San Josemaría Escrivá: «Es preferible que [los padres] se dejen engañar alguna vez: la confianza, que se pone en los hijos, hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrijan; en cambio, si no tienen libertad, si ven que no se confía en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre».

En definitiva, igual que antes afirmaba que el objetivo de toda educación es enseñar a amar, puede también decirse —pues en el fondo es lo mismo— que equivale a ir haciendo progresivamente más libre e independiente a quienes tenemos a nuestro cargo: que sepan valerse por sí mismos, ser dueños de sus decisiones, con plena libertad y total responsabilidad.

— …Y la clave de las claves.

11) Recurrir a la ayuda de Dios.

El conjunto de sugerencias ofrecidas hasta el momento estarían incompletas si no dejáramos constancia de este «último» y fundamentalísimo precepto, que debe acompañar a todos y cada uno de los precedentes.

Educar procede de e-ducere, ex-traer, hacer surgir. El agente principal e insustituible es siempre el propio niño. De una manera todavía más profunda, Dios, en el ámbito natural o por medio de su gracia, interviene en lo más íntimo de la persona de nuestros hijos, haciendo posible su perfeccionamiento.

Ningún hijo es «propiedad» de los padres; se pertenece a sí mismo y, en última instancia, a Dios. Por tanto, y como apuntaba, no tenemos ningún derecho a hacerlos a «nuestra imagen y semejanza». Nuestra tarea consiste en «desaparecer» en beneficio del ser querido, poniéndonos plenamente a su servicio para que puedan alcanzar la plenitud que a cada uno le corresponde: ¡la suya!, única e irrepetible.

Por consiguiente, el padre o la madre, los demás parientes, los maestros y profesores… pueden considerarse colaboradores de Dios en el crecimiento humano y espiritual del chico; pero es este el auténtico protagonista de tal mejora.

A los padres en concreto, en virtud del sacramento del matrimonio, se les ofrece una gracia particular para asumir tan importante tarea. Por todo ello es muy conveniente que, sobre todo pero no sólo en momentos de especial dificultad, invoquen la ayuda y el consejo de Dios… y que sepan abandonarse en Él cuando parece que sus esfuerzos no dan los resultados deseados o que el chico —en la adolescencia, pongo por caso— enrumba caminos que nos hacen sufrir.

Además, no debe olvidarse del gran servicio gratuito del Ángel Custodio, a quien el propio Dios ha querido encargar el cuidado de nuestros hijos. Y recordar también que la Virgen continúa desde el cielo desplegando su acción materna, de guía y de intercesión.

Enseñarles a tener todo esto en cuenta puede constituir la herencia más valiosa que, en el conjunto íntegro de la educación, leguen los padres a sus hijos.
Tomás Melendo Granados

Catedrático de Filosofía (Metafísica)
Director Académico de los Estudios Universitarios sobre la Familia
Universidad de Málaga (UMA), España
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