«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


31 de enero de 2015

PAPA FRANCISCO EN SANTA MARTA: LA MEMORIA Y LA ESPERANZA SON LOS PARÁMETROS DEL CRISTIANO

                             
(RV).-  Un cristiano siempre debe custodiar en sí la “memoria” de su primer encuentro con Cristo y la “esperanza” en Él, que lo impulsa a ir adelante en la vida con el “coraje” de la fe. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
No ama verdaderamente quien no recuerda “los días del primer amor”. Y un cristiano sin memoria de su primer encuentro con Jesús es una persona vacía, espiritualmente inerte, como sólo saben ser los “tibios”.
Cristianos tibios, un fracaso
La frase inicial de la Carta a los Hebreos, en la que el autor invita a llamar “a la memoria aquellos primeros días”, aquellos en los que han recibido – dice – “la luz de Cristo”, orientó la reflexión del Papa Francisco. En especial “el día del encuentro con Jesús” – observó el Pontífice – jamás debe olvidarse porque es el día de “una alegría grande”, de “unas ganas de hacer cosas grandes”. Y junto a la memoria –  pidió –  jamás perder el “coraje de los primeros tiempos” y el “entusiasmo”, la “franqueza” que nacen del recuerdo del primer amor:
“La memoria es muy importante para recordar la gracia recibida, porque si nosotros perdemos este entusiasmo que viene de la memoria del primer amor, este entusiasmo que viene del primer amor, llega ese peligro tan grande para los cristianos: la tibieza. Los cristianos ‘tibios’, ¡eh! Pero están allí, detenidos, y sí, son cristianos, pero han perdido la memoria del primer amor. Y sí, han perdido el entusiasmo. También han perdido la paciencia, ese ‘tolerar’ las cosas de la vida con el espíritu del amor de Jesús; ese ‘tolerar’, ese ‘cargar sobre los hombros’ las dificultades… Los cristianos tibios, pobrecitos, son un grave peligro”.
Atención al mal que llama
Al pensar en los cristianos tibios, el Papa Bergoglio refiere dos imágenes tan incisivas cuanto desagradables. La evocada por Pedro, del “perro que vuelve a su vómito”, y la otra de Jesús, para quien hay personas que al decidir seguir el Evangelio sí han echado de ellas al demonio, pero cuando éste vuelve con fuerza le abren la puerta sin estar en guardia y así el demonio “toma posesión de aquella casa” inicialmente limpia y bella. Que es como decir, volver al “vómito” de aquel mal en un primer tiempo rechazado. Viceversa, afirmó Francisco:
“El cristiano tiene estos dos parámetros: la memoria y la esperanza. Llamar a la memoria para no perder aquella experiencia tan bella del primer amor, que alimenta la esperanza. Tantas veces la esperanza es oscura, pero va adelante. Cree, va, porque sabe que la esperanza no decepciona, para encontrar a Jesús. Estos dos parámetros son precisamente el marco en el que podemos custodiar esta salvación de los justos que viene del Señor”.
Memoria y esperanza es igual a fe
Una salvación –  afirmó el Papa citando un pasaje del Evangelio –  que debe ser protegida “para que la pequeña semilla de mostaza crezca y dé su fruto”:
“Causan pena, hacen mal al corazón tantos cristianos – ¡tantos cristianos! – a mitad de camino, tantos cristianos fracasados en este camino hacia el encuentro con Jesús, partiendo del encuentro con Jesús. Este camino en el que han perdido la memoria del primer amor y no tienen esperanza”.
“Pidamos al Señor –  fue la oración conclusiva del Santo Padre en esta homilía –  la gracia de custodiar el regalo, el don de la salvación”.




30 de enero de 2015

QUE NO SE PRIVATICE LA SALVACIÓN, PIDIÓ EL PAPA


Publicado el 29 de ene. de 2015
No siguen la vía nueva inaugurada por Jesús cuantos privatizan la fe encerrándose en “elites” que desprecian a los demás. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

“Es verdad, Jesús nos ha salvado a todos, pero no en general, ¿no? Todos, pero cada uno, con nombre y apellido. Y ésta es la salvación personal. Verdaderamente yo soy salvado, el Señor me ha mirado, ha dado su vida por mí, ha abierto esta puerta, esta vía nueva para mí, y cada uno de nosotros puede decir ‘para mí’. Pero existe el peligro de olvidar que Él nos ha salvado individualmente pero en un pueblo. En un pueblo. El Señor siempre salva en el pueblo. 

QUE NO SE PRIVATICE LA SALVACIÓN, PIDIÓ EL PAPA EN SU HOMILÍA

(RV).-  No siguen la vía nueva inaugurada por Jesús cuantos privatizan la fe encerrándose en “elites” que desprecian a los demás. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
No privatizar la fe
Al comentar la Carta a los Hebreos, el Papa Francisco afirmó que Jesús “es la vía nueva y viva” que debemos seguir como Él quiere. Porque hay formas equivocadas de vida cristiana. Jesús “da los criterios para no seguir modelos equivocados. Y uno de estos modelos equivocados es privatizar la salvación”:
“Es verdad, Jesús nos  ha salvado a todos, pero no en general, ¿no? Todos, pero cada uno, con nombre y apellido. Y ésta es la salvación personal. Verdaderamente yo soy salvado, el Señor me ha mirado, ha dado su vida por mí, ha abierto esta puerta, esta vía nueva para mí, y cada uno de nosotros puede decir ‘para mí’. Pero existe el peligro de olvidar que Él nos ha salvado individualmente pero en un pueblo. En un pueblo. El Señor siempre salva en el pueblo. Desde el momento en que llama a Abram, le promete que hará un pueblo. Y el Señor nos salva en un pueblo. Por esto el autor de esta Carta nos dice: ‘Prestemos atención los unos a los otros. No hay una salvación sólo para mí. Si yo entiendo la salvación así, me equivoco; equivoco el camino. La privatización de la salvación es un camino equivocado”.
Comunicar fe, esperanza y caridad
Son tres los criterios para no privatizar la salvación: “la fe en Jesús que nos purifica”, la esperanza que “te hace ver las promesas e ir adelante” y “la caridad: es decir, prestemos atención unos a otros, para estimularnos recíprocamente en la caridad y en las obras buenas”:
“Y cuando yo estoy en una parroquia, en una comunidad – cualquiera que sea  – yo esto allí, yo puedo privatizar la salvación y estar allí un poco socialmente. Pero para no privatizarla debo preguntarme a mí mismo si yo hablo, comunico la fe; hablo, comunico la esperanza; hablo, hago y comunico la caridad. Si en una comunidad no se habla, no se anima uno al otro, en estas tres virtudes, los componentes de aquella comunidad han privatizado la fe. Cada uno busca su propia salvación, no la salvación de todos, la salvación del pueblo. Y Jesús ha salvado a cada uno, pero en un pueblo, en una Iglesia”.
Grupitos eclesiales que desprecian a los demás
El autor de la Carta a los Hebreos  – prosiguió explicando el Papa – da un consejo “práctico” muy importante: “no disertemos nuestras reuniones, como algunos tienen la costumbre de hacer”. Esto sucede “cuando nosotros estamos en una reunión – en la parroquia, en el grupo – y juzgamos a los demás”, “hay una especie de desprecio hacia los demás. Y ésta no es la puerta, la vía nueva y viva que el Señor ha abierto, ha inaugurado”:
“Despreciamos a los demás; abandonan a la comunidad total; abandonan al pueblo de Dios; han privatizado la salvación: la salvación es para mí y para mi grupito, pero no para todo el pueblo de Dios. Y esta es una equivocación muy grande. Es lo que llamamos –  y que vemos  – ‘las elites eclesiales’. Cuando en el pueblo de Dios se crean estos grupitos, piensan que son buenos cristianos, también – quizás – tengan buena voluntad, pero son grupitos que han privatizado la salvación”.
Dios nos salva en un pueblo, no en las elites
“Dios – subrayó el Papa Bergoglio – nos salva en un pueblo, no en las elites que hemos hecho nosotros con nuestras filosofías o nuestro modo de entender la fe. Y estas elites no son gracias de Dios. Y concluyó pidiendo: “Que el Señor nos dé la gracia de sentirnos siempre pueblo de Dios, salvados personalmente. Eso es verdad: Él nos salva con nombre y apellido, pero salvados en un pueblo, no en el grupito que yo hago para mí”.



29 de enero de 2015

4 SENCILLAS IDEAS PARA ATENUAR, CON RESULTADOS, LOS CONFLICTOS DE CONVIVENCIA EN EL MATRIMONIO

Si hay un reclamo, es porque existe una necesidad no satisfecha en una de las partes. Ante esto, se debe establecer una forma de comunicación que atenué lo negativo de la emocionalidad del  conflicto. Convirtiendo este, en un área de oportunidad para mejorar la vida matrimonial.

Algunas importantes condiciones:

1.- Cuando uno de los esposos reclama algo, hay que dejarlo hablar, aun cuando no tenga la razón, ya que necesita desahogarse. Una vez expuesto el problema, estará dispuesto al dialogo con más apertura y serenidad.

2.- Quien reclama con razón, lo hace porque ama, le interesa y necesita que  su conyugue  se supere.

3.- Si hay que criticar algún defecto o actitud, hacerlo con amor. Si por sí mismo resulta doloroso aceptar los propios defectos, más costoso es que nos los tengan que decir. Por eso debemos ser sumamente finos, delicados y comprensivos para criticar o decir algo negativo al otro.

4.- Jamás echar en cara los errores del pasado. Comprensión y amor con las debilidades del otro, igual como queremos que sean con nosotros. Víctor Hugo señala en su obra “Los miserables”, que ser misericordioso es saber en  dónde están las heridas del otro, y no tocarlas.

5.- Nunca discutir irritados, si se está enojado no será el momento de abordar la problemática.  Implica mucha sabiduría y prudencia, fortaleza y dominio para controlar la ira que podemos sentir  cuando estamos en conflicto.

6.- Evitar los gestos y ademanes de impaciencia, solo demuestran que no hay disposición sincera de escuchar.

7.- Evitar gritar. El grito es en sí mismo una agresión, independientemente de lo que se diga.

8.- No buscar vencer en una discusión. La aparente derrota es en realidad una gran victoria de quien respondiendo con silencio, se  mortifica por amor a Dios.

El problema también con una discusión es que a veces se busca más ganarle a la pareja, que encontrar caminos y soluciones a los problemas.
 
9.- Respecto a los problemas con los hijos. Hay que recalcar que el  conflicto es con el hijo, no con el esposo(a), aunque la falta cometida por el hijo haya sido abusando  del amor y  tolerancia de uno de los padres.

10.- No admitir la negligencia (descuido, apatía)  reclamar lo que  se debe reclamar. En el amor se requiere una sana exigencia. Siempre tenemos que buscar lo mejor para la persona que amamos, y  a veces será necesario exigirle.  Cuando no amamos, nos da igual si la persona se supera o no, pero, con la persona amada, esto jamás puede llegar a suceder.

11.- Nunca terminar el día tras una discusión sin recuperar la paz, aunque no haya quedado resuelto el conflicto. Humildad para hablar, para hacer ver que el amor prevalece.

12.- Cuando te equivoques, admítelo y pide disculpas. Para muchos el pedir disculpas equivale a una humillación pero NO: es grande el que reconoce que es un ser humano con debilidades y defectos y que lucha cada día por superarse.

13.- Dos no pelean si uno no quiere, y el que está equivocado es el que más habla o grita. Por lógica quien está más calmado ve las cosas con mayor claridad y podrá dialogar con más tranquilidad y paz interior.
 14.- No discutir delante de los hijos, hacerlo en privado. Discutir en ocasiones es inevitable, mas inevitable es hacer la paz amorosamente.
Revista Ser Persona / Aleteia


28 de enero de 2015

EN UNA “SOCIEDAD SIN PADRES”, JESÚS ENSEÑA A LLAMAR A DIOS “PADRE” Y PROMETE NO DEJARNOS HUÉRFANOS, DIJO FRANCISCO EN LA CATEQUESIS


Texto completo de la catequesis del Papa 28-1- 2015
La familia: el padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Retomemos el camino de catequesis sobre la familia. Hoy nos dejamos guiar por la palabra “padre”. Una palabra más querida que cualquier otra por nosotros cristianos, porque es el nombre con el cual Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios: Padre. El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad precisamente a partir del modo en el cual Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su especial relación con Él. El misterio bendito de la intimidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu, rebelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana.
“Padre” es una palabra conocida a todos, una palabra universal. Ella indica una relación fundamental cuya realidad es antigua cuánto la historia del hombre. No obstante, hoy se ha llegado a afirmar que nuestra sociedad sería una “sociedad sin padres”. En otros términos, in particular en la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desvanecida, removida. En un primer momento, la cosa fue percibida como una liberación: liberación del padre-padrón, del padre como representante de la ley que se impone desde el exterior, del padre como censor de la felicidad de los hijos y obstáculo a la emancipación y a la autonomía de los jóvenes. En efecto, en el pasado algunas veces en nuestras casas reinaba el autoritarismo, en ciertos casos incluso el atropello: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento; padres que no los ayudaban a emprender su camino con libertad – pero no es fácil educar a un hijo en libertad – padres que no los ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y aquel de la sociedad. Esto ciertamente es una actitud no buena.
Pero como frecuentemente sucede, se pasa de un extremo al otro. El problema de nuestros días no parece ser más tanto la presencia invasiva de nuestros padres, sino más bien su ausencia, su contumacia. Los padres están a veces tan concentrados en sí mismos y en su propio trabajo y a veces sobre su propia realización individual, al punto de olvidar también la familia. Y dejan solos a los niños y a los jóvenes. Ya como obispo de Buenos Aires advertía el sentido de orfandad de viven hoy los chicos. Y a menudo les preguntaba a los papás si jugaban con sus hijos, si tenían el coraje y el amor de perder tiempo con los hijos. Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos era: “no puedo porque tengo tanto trabajo”. El padre estaba ausente con ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él.  Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar  más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves.  Y en efecto, las desviaciones de los niños y de los adolescentes en buena parte se pueden atribuir a esta falta, a la carencia de ejemplos y de guías competentes en su vida de todos los días, a la carencia de cercanía, a la carencia de amor de parte de los padres. El sentido de orfandad que viven tantos jóvenes es más profundo de lo que pensamos.
Son huérfanos pero ‘en familia’, porque los padres a menudo están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa, no dan a los niños con su ejemplo acompañado de las palabras, aquellos principios, aquellos valores, esas reglas de vida, de las que necesitan como el pan. La calidad educativa de la presencia paterna es mucho más necesaria cuanto más el papá se ve obligado por trabajo a estar lejos de casa. A veces pareciera que los papás no supieran bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, tal vez, refugiándose en una relación improbable “a la par” con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que tú eres el padre ¿eh? Si solamente te comportas como un compañero ‘a la par’ de tu hijo, esto no le hará bien al muchacho.
Pero esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir, paterna hacia los jóvenes. Una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ella a menudo los deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes quedan, así, huérfanos de caminos seguros a recorrer, huérfanos de maestros en los cuales confiarse, huérfanos de ideales que inflamen el corazón, huérfanos de valores y esperanzas que los sostengan cotidianamente. Son llenados, tal vez, de ídolos, pero se les roba el corazón; son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.
Entonces hará bien a todos, a los padres y a los hijos, volver a escuchar la promesa que Jesús hizo a sus discípulos: “No los dejo huérfanos” (Jn 14:18). Es Él, de hecho, el camino a recorrer, el Maestro al que escuchar, la Esperanza de que el mundo puede cambiar, que el amor vence al odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos.
Alguno de ustedes podría decirme: “padre, usted hoy ha sido demasiado negativo; ha hablado sólo de la ausencia de los padres, y de lo que sucede cuando los padres no están cerca de los hijos”. Es verdad, he querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, poniendo a la luz la belleza de la paternidad. Por esto he elegido comenzar de la oscuridad para llegar a la luz.  Que el Señor nos ayude a comprender bien estas cosas. Gracias.

Resumen de la catequesis del Papa Francisco para los fieles de nuestro idioma:
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestra reflexión sobre la familia, hoy nos centramos sobre la palabra padre. Padre es una palabra universal, conocida por todos, que indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre. Es la palabra con la que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, dándole un nuevo y profundo sentido, revelándonos, así, el misterio de la intimidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es el centro de nuestra fe cristiana.
En nuestros días, se ha llegado a hablar de una “sociedad sin padres”. La ausencia de la figura paterna es entendida como una liberación, a veces, sobre todo cuando el padre es percibido como la autoridad cruel que coarta la libertad de los hijos, o cuando éstos se sienten desatendidos por unos padres centrados únicamente en sus problemas, en su trabajo o realización personal, o caracterizados por su marcada ausencia del hogar.
Todo esto crea una situación de orfandad en los niños y jóvenes de hoy, que viven desorientados sin el buen ejemplo o la guía prudente de un padre. Todas las comunidades cristianas y la comunidad civil deben estar atentas a la ausencia de la figura paterna, pues ésta deja lagunas y heridas en la educación de los jóvenes.
Sin guías de los que fiarse, los jóvenes pueden llenarse de ídolos que terminan robándoles el corazón, robándoles la ilusión, robándoles las auténticas riquezas, robándoles la esperanza.
Saludo a los peregrinos de lengua española. ¡Hoy veo que hay muchos acá de lengua española! En particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Perú y Chile, así como a los venidos de otros países latinoamericanos. Recordando que Jesús nos prometió no dejarnos huérfanos, vivamos con la esperanza puesta en Él, sabedores de que el amor puede vencer al odio y de que es posible siempre un futuro de fraternidad y de paz para todos. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.


LA BELLEZA DE LA PATERNIDAD Y DE LA MATERNIDAD. EL PAPA ANUNCIA SU PRÓXIMA CATEQUESIS Y RECUERDA A JESÚS: CAMINO, MAESTRO Y ESPERANZA




(RV).- «¡Deseo a todos que la visita a las Tumbas de los Apóstoles suscite en cada uno renovados propósitos de alegre testimonio cristiano en la familia y en la sociedad
«Hoy nos dejamos guiar por la palabra padre», palabra tan querida para nosotros los cristianos, porque es el nombre con el que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, dijo el Papa Francisco al reanudar sus catequesis sobre la familia, anunciando que el próximo miércoles proseguirá sobre este tema, con el anhelo de destacar la «belleza de la paternidad y de la maternidad, la belleza y la responsabilidad de ser padres y madres».
Y, en sus saludos a los peregrinos de tantas partes del mundo, invitó a que en ocasión de su peregrinación a Roma, se pongan a la escucha de Jesús, que nos revela que Dios es un Padre que nos ama y en el Él somos todos hermanos y hermanas. El Papa dirigió también su cordial bienvenida a  los peregrinos de lengua árabe, en particular a los de Oriente Medio, reiterando su exhortación a confiar en Jesús - Camino, Maestro y Esperanza – el amor puede hacer que en el mundo haya paz y fraternidad:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡no tengan miedo de afrontar los desafíos de la vida! ¡Cuenten con Jesús! Él es, en efecto, el Camino que hay que seguir, el Maestro que hay que escuchar, la Esperanza de que el mundo puede cambiar, que el amor vence el odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos»
Tras invocar sobre las familias la gracia y la paz del Señor Jesucristo, el Obispo de Roma invitó a aprender de los Santos:
«Aprendamos de los Santos a vivir con el poder de la oración dirigida a Dios nuestro Padre comprometiéndonos al servicio de las necesidades y la salvación de los hermanos. Que el Espíritu Santo los ayude a ser santos y los guíe en su camino».
El Santo Padre alentó asimismo a orar por todas las familias, con especial atención a las más necesitadas:
«Oremos por todas las familias, en especial por aquellas que se encuentran en dificultad, con la certeza de que ¡ellas son un don de Dios para nuestras comunidades cristianas!»
En el día de la memoria de Santo Tomás de Aquino, dirigiéndose en especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, el Obispo de Roma  recordó el ejemplo de este sacerdote dominico, Doctor de la Iglesia y Patrono de las escuelas católicas:
«Hoy celebramos la memoria de Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia. Que su dedicación al estudio impulse en ustedes, queridos jóvenes, el empeño de la inteligencia y de la voluntad al servicio del Evangelio. Que su fe los ayude a ustedes, queridos enfermos, a dirigirse al Señor, también en la prueba. Y que su mansedumbre indique, a ustedes, queridos recién casados, el estilo de las relaciones entre los cónyuges en la familia».
(CdM – RV)

PADRES, HIJOS Y TELÉFONOS MÓVILES


El juez de menores Emilio Calatayud nos habla del uso de los móviles por los menores y del papel que juegan las familias. Una excelente y divertida lección!!.

PONENCIA DE EMILIO CALATAYUD EN CIBERCAMP 2014


Taller sobre ciberacoso de D. Emilio Calatayud, juez de menores, en CyberCamp 2014.
Domingo 7 de diciembre de 2014.

PIDAMOS A CRISTO UN CORAZÓN MISERICORDIOSO COMO EL SUYO. MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA 2015


Texto completo del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2015 « Fortalezcan sus corazones » (St 5,8)
«Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un « tiempo de gracia » (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado  antes: « Nosotros amemos a Dios porque él nos amó  primero »  (1 Jn4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen … Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme  en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.  La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es  una tentación real también para los cristianos. Por  eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de  los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo  ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación  de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios,  se  abre  definitivamente  la  puerta  entre  Dios  y  el  hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es  como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de  los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa  por la caridad (cfr. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo  tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a  través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo  en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe  sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida. El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad  de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1.  « Si un miembro sufre, todos sufren con él »  (1 Co12,26)– La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón  mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece  la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su  testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar  lo que antes se ha experimentado. El cristiano es  aquel que permite que Dios lo revista de su bondad  y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar  a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.  Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el  rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que  Jesús le lavase los pies, pero después entendió que  Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio  sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar  los pies por Cristo. Sólo éstos tienen « parte » con  Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él.  Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios  y cuando recibimos los sacramentos, en particular  la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar  para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de  Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es  indiferente hacia los demás. « Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado,  todos se alegran con él » (1 Co12,26).  La Iglesia es communio sanctorum porque en  ella participan los santos, pero a su vez porque es  comunión de cosas santas: el amor de Dios que se  nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos  está también la respuesta de cuantos se dejan tocar  por ese amor. En esta comunión de los santos y en  esta participación en las cosas santas, nadie posee  sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para  todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos,  por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo  con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos  rezamos a Dios para que todos nos abramos a su  obra de salvación.
2. « ¿Dónde está tu hermano? » (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal  es necesario traducirlo en la vida de las parroquias  y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se  tiene la experiencia de que formamos parte de un  solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte  lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada?  (cfr. Lc16,19-31).
Para  recibir  y  hacer  fructificar  plenamente  lo  que Dios nos da es preciso superar los confines de  la Iglesia visible en dos direcciones. En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se  instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que  encontraron su plenitud en Dios, formamos parte  de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque  ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y  goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección  de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia,  la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos  caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la  victoria del amor crucificado no es plena mientras  haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima:  « Cuento mucho con no permanecer inactiva en el  cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia  y para las almas » (Carta254, 14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y  de la alegría de los santos, así como ellos participan  de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado  es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón. Por otra parte, toda comunidad cristiana está  llamada a cruzar el umbral que la pone en relación  con la sociedad que la rodea, con los pobres y los  alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no  debe quedarse replegada en sí misma, sino que es  enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel  que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al  Padre. La misión es lo que el amor no puede callar.  La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la  lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra  (cfr. Hch1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo  murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y  para toda la humanidad. Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo  que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia,  en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. « Fortalezcan sus  corazones »  (St 5,8)– La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación  de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e  imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento  humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra  incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer  para no dejarnos absorber por esta espiral de horror  y de impotencia?  En primer lugar, podemos orar en la comunión  de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la  fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre  en toda la Iglesia —también a nivel diocesano— en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta  necesidad de la oración. En segundo lugar, podemos ayudar con gestos  de caridad, llegando tanto a las personas cercanas  como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es  un tiempo propicio para mostrar interés por el otro,  con un signo concreto, aunque sea pequeño, de  nuestra participación en la misma humanidad. Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi  vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos.  Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva  el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación  diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un  corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita  un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero  abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar  por el Espíritu y guiar por los caminos del amor  que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias  pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo  orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: « Fac  cor nostrum secundum Cor tuum »:  « Haz nuestro  corazón semejante al tuyo » (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo  tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí  mismo y no caiga en el vértigo de la globalización  de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que  todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido  que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la  Virgen los guarde».