«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


27 de febrero de 2014

EL FRACASO MATRIMONIAL Y LOS HIJOS

Los niños y adolescentes que ven su hogar roto por la separación o divorcio de sus padres sufren una experiencia traumática que les ocasiona muchas dificultades para aceptarse a sí mismos y tener una relación correcta consigo y con los demás
El alejamiento de Dios y la ausencia de oración en las familias, hace que a éstas les falte el apoyo de la presencia de Dios en los hogares. Una de las consecuencias es que en nuestra sociedad el divorcio se ha vuelto algo normal, e incluso se ve promovido por una serie de gobernantes que hacen unas leyes insensatas destructoras de la familia, como la ley del divorcio exprés, o aunque no las hayan hecho las mantienen, seguramente por temor a enfrentarse con lo políticamente correcto. El resultado es que el daño recae especialmente en los hijos. Una política que vaya en contra de la estabilidad de la familia o mengüe su fortaleza es una política suicida e inmoral porque socava los cimientos de la sociedad como si no existiera otra cosa que el individuo egoísta sin familia y sin obligaciones, con las consiguientes consecuencias desastrosas para los propios individuos, privados de la protección familiar, las familias y la sociedad. Además, las leyes tienden a configurar las mentes y la vida de los ciudadanos. Una legislación así deteriora la idea del matrimonio y de la familia, e induce a acoger la práctica del divorcio exprés, destructora de la estabilidad familiar, como normal y legítima. Es una ley que responde a los planteamientos de la ideología de género, pues la relación sexual que subyace al matrimonio en ella es pura afectividad espontánea y, por tanto, el matrimonio dura lo que dura esa afectividad. Sus efectos ya se han hecho sentir. Se quiera o no, se trata de un verdadero ataque al matrimonio y a la familia y por eso mismo a la felicidad de las personas y al bienestar social y su efecto es más matrimonios rotos y más personas heridas en sus afectos más profundos. 

Los hijos no sólo necesitan al padre como padre y a la madre como madre, sino también la relación de pareja que tienen y la relación de amor y de unidad que constituyen. Nunca hemos de olvidar que las dos necesidades básicas de cualquier ser humano, y muy en especial de los más débiles, son alimentación y afecto. El fracaso matrimonial de los padres tiene grandísimas repercusiones por los sufrimientos que ocasiona en los hijos, que son los grandes perjudicados, siendo lamentable que esta realidad no suela tener reflejo en las leyes sobre el divorcio o la separación matrimonial. Además, la precariedad y falta de estabilidad de muchas vidas matrimoniales ocasiona la menor propensión a la fecundidad, pues ésta requiere saber mirar a largo plazo, así como serias dificultades en la educación de los hijos, que resultan más propensos al fracaso escolar y a problemas de comportamiento, con los consiguientes inconvenientes para su futuro, incluso en la edad adulta, y el de la propia sociedad.
El divorcio es siempre un mal, porque es la ruina de un matrimonio y de una familia, aunque a veces sea un mal menor, pues también es cierto que los efectos de un hogar insufrible son devastadores para los niños. Éstos padecen el conflicto o divorcio de sus padres y sufren a consecuencia de ello, sintiéndose asustados y confundidos, quedando dañada su capacidad de confiar y amar, pues no han experimentado ni vivido, sino todo lo contrario, el amor mutuo de sus padres, lo que repercute en ellos, sufriendo una seria crisis de inseguridad, sin contar con que los traumas del divorcio les hace más vulnerables a problemas psicológicos, como una gran tristeza que les puede llevar a la depresión, una mayor rebeldía y fracaso escolar, así como a enfermedades, mientras que a largo plazo, al no haber tenido el ejemplo de un éxito conyugal que imitar, en su vida adulta tienen mayores probabilidades de divorciarse o de tener hijos fuera del matrimonio, siendo para ellos más difícil el que su matrimonio resulte.
En efecto, cuando el divorcio es una posibilidad siempre presente en el horizonte de la pareja, es obvio que ello tiene un efecto desestabilizador. Por el contrario, la indisolubilidad matrimonial es un seguro fundamento de estabilidad, eficacia pedagógica y función social de la familia.
La ausencia de un hogar familiar adecuado destruye el medio natural en que debiera desenvolverse la vida de los hijos y causa a éstos muy graves daños. En efecto, los niños y adolescentes que ven su hogar roto por la separación o divorcio de sus padres sufren una experiencia traumática que les ocasiona muchas dificultades para aceptarse a sí mismos y tener una relación correcta consigo y con los demás, no siéndoles tampoco nada fáciles las relaciones ni con su padrastro o madrastra ni con los hijos de éstos, pues las nuevas convivencias son otro serio problema. Aunque se dan casos de buen entendimiento, con frecuencia surgen graves dificultades y desavenencias entre los hijos del matrimonio anterior y el nuevo cónyuge, o entre los hijos de ambos, o entre los hijos de la nueva pareja con sus hermanastros anteriores, siendo la situación más grave cuando se dan sucesivos divorcios, llegando los hijos no sólo a no vivir, sino incluso a no saber lo que es una familia.


23 de febrero de 2014

UN BUEN DISCURSO EN CONTRA DEL ABORTO

DISCURSO PROVIDA EN EL PARLAMENTO ANDALUZ

HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA CON LOS NUEVOS CARDENALES

Que tu ayuda, Padre misericordioso, nos haga siempre atentos a la voz del Espíritu» (Colecta).
Esta oración del principio de la Misa indica una actitud fundamental: la escucha del Espíritu Santo, que vivifica la Iglesia y el alma. Con su fuerza creadora y renovadora, el Espíritu sostiene siempre la esperanza del Pueblo de Dios en camino a lo largo de la historia, y sostiene siempre, como Paráclito, el testimonio de los cristianos. En este momento, junto con los nuevos cardenales, queremos escuchar la voz del Espíritu, que habla a través de las Escrituras que han sido proclamadas.
En la Primera Lectura ha resonado el llamamiento del Señor a su pueblo: «Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2). Y Jesús, en el Evangelio, replica: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Estas palabras nos interpelan a todos nosotros, discípulos del Señor; y hoy se dirigen especialmente a mí y a vosotros, queridos hermanos cardenales, sobre todo a los que ayer habéis entrado a formar parte del Colegio Cardenalicio. Imitar la santidad y la perfección de Dios puede parecer una meta inalcanzable. Sin embargo, la Primera Lectura y el Evangelio sugieren ejemplos concretos de cómo el comportamiento de Dios puede convertirse en la regla de nuestras acciones. Pero recordemos que, sin el Espíritu Santo, nuestro esfuerzo sería vano. La santidad cristiana no es en primer término un logro nuestro, sino fruto de la docilidad ¬querida y cultivada¬ al Espíritu del Dios tres veces Santo.
El Levítico dice: «No odiarás de corazón a tu hermano... No te vengarás, ni guardarás rencor... sino que amarás a tu prójimo...» (19,17-18). Estas actitudes nacen de la santidad de Dios. Nosotros, sin embargo, somos tan diferentes, tan egoístas y orgullosos...; pero la bondad y la belleza de Dios nos atraen, y el Espíritu Santo nos puede purificar, nos puede transformar, nos puede modelar día a día.
También Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad, y nos explica la nueva ley, la suya. Lo hace mediante algunas antítesis entre la justicia imperfecta de los escribas y los fariseos y la más alta justicia del Reino de Dios. La primera antítesis del pasaje de hoy se refiere a la venganza. «Habéis oído que se os dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Pues yo os digo: …si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra» (Mt 5,38-39). No sólo no se ha devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien con largueza.


La segunda antítesis se refiere a los enemigos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo". Yo, en cambio, os digo: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen" (vv. 43-44). A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo. Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino es la misericordia. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo.
Queridos hermanos cardenales, el Señor Jesús y la Madre Iglesia nos piden testimoniar con mayor celo y ardor estas actitudes de santidad. Precisamente en este suplemento de entrega gratuita consiste la santidad de un cardenal. Por tanto, amemos a quienes nos contrarían; bendigamos a quien habla mal de nosotros; saludemos con una sonrisa al que tal vez no lo merece; no pretendamos hacernos valer, contrapongamos más bien la mansedumbre a la prepotencia; olvidemos las humillaciones recibidas. Dejémonos guiar siempre por el Espíritu de Cristo, que se sacrificó a sí mismo en la cruz, para que podamos ser «cauces» por los que fluye su caridad. Esta es la actitud, este es el comportamiento de un cardenal. El cardenal entra en la Iglesia de Roma, no en una corte. Evitemos todos y ayudémonos unos a otros a evitar hábitos y comportamientos cortesanos: intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos, preferencias. Que nuestro lenguaje sea el del Evangelio: «Sí, sí; no, no»; que nuestras actitudes sean las de las Bienaventuranzas, y nuestra senda la de la santidad.


El Espíritu Santo nos habla hoy por las palabras de san Pablo: «Sois templo de Dios...; santo es el templo de Dios, que sois vosotros» (cf. 1 Co 3,16-17). En este templo, que somos nosotros, se celebra una liturgia existencial: la de la bondad, del perdón, del servicio; en una palabra, la liturgia del amor. Este templo nuestro resulta como profanado si descuidamos los deberes para con el prójimo. Cuando en nuestro corazón hay cabida para el más pequeño de nuestros hermanos, es el mismo Dios quien encuentra puesto. Cuando a ese hermano se le deja fuera, el que no es bien recibido es Dios mismo. Un corazón vacío de amor es como una iglesia desconsagrada, sustraída al servicio divino y destinada a otra cosa.
Queridos hermanos cardenales, permanezcamos unidos en Cristo y entre nosotros. Os pido vuestra cercanía con la oración, el consejo, la colaboración. Y todos vosotros, obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y laicos, uníos en la invocación al Espíritu Santo, para que el Colegio de Cardenales tenga cada vez más ardor pastoral, esté más lleno de santidad, para servir al evangelio y ayudar a la Iglesia a irradiar el amor de Cristo en el mundo.
Fuente: RadioMaría

22 de febrero de 2014

EL CARDENAL KASPER PROPONE QUE ALGUNOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR PUEDAN RECIBIR LA COMUNIÓN

El Papa Francisco sorprendió el viernes a los cardenales de todo el mundo, reunidos en el Vaticano, aplaudiendo sin reservas la presentación introductoria de dos horas realizada por el cardenal Walter Kasper el día anterior, que propone readmitir a la Eucaristía a algunos divorciados vueltos a casar que cumplan requisitos muy específicos.

Con buen humor, el Papa reveló al centenar y medio de cardenales que «ayer por la noche volví a leer -¡pero no para dormirme!- el trabajo del cardenal Kasper, y querría darle las gracias porque encontré teología profunda y pensamiento sereno. Es agradable leer teología serena».

Para sonrojo del cardenal alemán, prestigioso profesor en Tubinga y Münster antes de venir a Roma a encargarse de Ecumenismo durante una década, el Papa dijo que su ponencia «me ha hecho bien, y me ha traído a la cabeza una idea… Perdóneme si le sonrojo, pero la idea es esta: esto se llama hacer teología de rodillas. Gracias, gracias».

En su texto, que el Vaticano prefirió no difundir por considerarlo material de trabajo interno de los cardenales, Kasper recuerda que el matrimonio sacramental ante la Iglesia es indisoluble, pues así lo declaro Jesús.

El cardenal alemán -que cumplió ochenta años el 5 de marzo pero participó en el Cónclave pues tenía solo 79 el 28 de febrero- señala también que no sería solución honrada simplificar los trámites para las anulaciones, pues la mayoría de los católicos no las piden cuando son conscientes de que su matrimonio ha fracasado pero no fue nulo.

La indisolubilidad del matrimonio excluye, por tanto, un segundo matrimonio sacramental, posibilidad que admiten, en cambio, las Iglesias ortodoxas con ciertas modalidades.

Divorciados que se casen por lo civil

La propuesta de Kasper, que pasará a estudio de los Sínodos de Obispos de octubre del 2014 y octubre del 2015, no se refiere a divorciados que formen después parejas de hecho sino sólo a los que contraigan un matrimonio civil. El cardenal alemán propone que, en ese caso se podría admitir a la Eucaristía a un número relativamente menor de personas que cumplan varios requisitos.

Sustancialmente, que el primer matrimonio haya resultado irremediablemente roto sin culpa del interesado y que se admitan las posibles obligaciones de aquel primer matrimonio. Al mismo tiempo, que el segundo matrimonio haya generado nuevas obligaciones que sea necesario respetar, y que la persona interesada tenga tanto un vivo interés por educar a los hijos en la fe cristiana como un vivísimo interés en recibir los sacramentos.

El cardenal Kasper presentó su propuesta como una mera posibilidad, sin empujarla ni «reforzarla» con excesivos argumentos. Era, tal como dijo el Papa, un ejemplo de «teología serena», muy distinto de otros de «teología vociferante» o de «teología chantaje», que suelen abundar en torno a este tema.

El aplauso del Papa ante el resto de los cardenales habrá enrojecido a Walter Kasper pero no le habrá sorprendido pues en su primer Ángelus, el Santo Padre elogió el libro del purpurado alemán sobre la misericordia.

A la salida de la reunión del jueves, Kasper se había parado a comentar su ponencia con un pequeño grupo de periodistas. Con toda naturalidad reconoció que había pedido algunas sugerencias al Papa y que Francisco le había dicho: «Debes plantear preguntas, preguntas que hagan pensar».

Su ponencia revistió, pues, la forma de una pregunta: ¿Se podría admitir a algunas personas a la Eucaristía en determinados casos? La respuesta corresponderá, en un proceso de dos años, a los dos Sínodos de los Obispos sobre la familia y, finalmente –en torno a enero del 2016-, a la exhortación apostólica que publique el Papa.
Juan Vicente Boo / Abc

LOS TÓPICOS DE «INSEGURIDAD Y RIESGO DE MORTALIDAD»



La Asociación de clínicas abortistas y Amnistía internacional presionan a favor del aborto libre y sin control médico o administrativo alguno
La Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo pide la retirada del anteproyecto de ley del aborto, porque vulnera los derechos de las mujeres y «desconfía» de la ética y la profesionalidad de quienes las atienden. También Amnistía Internacional ha enviado una carta al Ministro de Justicia quejándose de que la reforma «retrotraería al país varias décadas, a una época precaria para los derechos humanos de las mujeres y niñas».
La Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (Acai), a la que el Ministerio de Justicia ha pedido un informe de consulta (entre otras), solicita directamente la retirada de la norma. Las clínicas realizan el 93% de los abortos con conciertos con la sanidad pública. 
En su análisis de la reforma, enviado esta semana al departamento que dirige Alberto Ruiz-Gallardón, aseguran que la ley «desconfía» de la ética y la profesionalidad de quienes las atienden, ya que exige que dos médicos –que no trabajen en el centro donde se hará la intervención– certifiquen que la salud de la mujer corre grave riesgo si quiere acogerse a ese supuesto para abortar. 
Acai sostiene que el diseño de la ley impone tantas barreras administrativas –visita a dos médicos, trabajadores sociales, siete días de espera...– que hace el acceso casi inabordable. Citan la exposición que hizo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en dos sentencias, en las que condenó a Polonia e Irlanda por dificultar el acceso a esta intervención. «Una vez que el Estado, actuando dentro de sus límites de apreciación, adopta disposiciones leales permitiendo el aborto en algunas situaciones no debe estructurar su marco jurídico de tal forma que limite las posibilidades reales de obtener un aborto», dice una de esas sentencias.
Acai apunta también que con los numerosos pasos que la ley prevé hasta llegar a la intervención, la paciente habrá dejado su información íntima en multitud de documentos, registros y habrá tenido que contar su caso a varios profesionales. Un ataque contra su intimidad, valora Acai, que afectará en mayor medida las mujeres de poblaciones pequeñas y a aquellas que soliciten el aborto por violación. 
En su documento de análisis las clínicas llaman la atención, además, sobre la «desprotección» que sufrirían los médicos con la nueva ley. Los profesionales «quedarán al albur de la revisión e interpretación que de sus actuaciones profesionales realicen los juzgados y tribunales de justicia», dicen.
El anteproyecto de ley del aborto dispone que la embarazada tendrá que recibir información sobre las opciones disponibles si decide seguir adelante con la maternidad; tras lo que tendrá siete días de reflexión. Un tiempo que Acai considera absolutamente excesivo, porque se prolongaría la «situación de angustia» en la que se encuentra la mujer que adopta la decisión de interrumpir su embarazo.
Amnistía Internacional
Por su parte, Amnistía Internacional (AI) ha enviado una carta al Ministerio de Justicia en la que le pide la retirada de la reforma de la ley del aborto porque supone un riesgo para la salud de las mujeres y de las niñas e incumple las obligaciones internacionales de derechos humanos contraídas por España. Lo ha asegurado la organización en un comunicado, en el que la directora adjunta para Europa, Jezerca Tigani, ha afirmado que el anteproyecto si se convierte en ley «retrotraería al país varias décadas, a una época precaria para los derechos humanos de las mujeres y niñas».
A su juicio, la reforma podría aumentar el número de mujeres que recurren a procedimientos «peligrosos, inseguros, clandestinos e ilegales» poniendo en riesgo su salud, e incluso su vida. Para el director de AI en España, Esteban Beltrán, la reforma afectará «desproporcionadamente» a las jóvenes pobres, porque no tienen los medios necesarios para viajar al extranjero y acceder a abortos seguros. Añaden que la reforma exige a las mujeres que se quedan embarazadas tras sufrir una violación presentar una denuncia antes de poder abortar de forma legal, lo que sería «particularmente problemático» para algunas mujeres inmigrantes que se encuentran en situación irregular.
La organización también ha trasladado al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, que el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas pidió en 2012 al Gobierno que garantizase la implementación de la ley actual de plazos para asegurar a todas las mujeres el acceso a abortos seguros y legales. El relator especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Salud, la Organización Mundial de la Salud y el Consejo de Europa, por su parte, han alertado, según AI, de que las leyes restrictivas del aborto no consiguen reducir el número de éstos, sino que contribuyen a incrementar los procedimientos ilegales e inseguros, así como la mortalidad materna.
(Agencias/InfoCatólica)


20 de febrero de 2014

PAPA FRANCISCO «HOY LA FAMILIA ES DESPRECIADA, ES MALTRATADA»









«Es la primera vez que todo el Colegio Cardenalicio se reúne en torno a su persona, con la alegría de acoger su invitación a participar en un consistorio extraordinario». Con estas palabras que el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, ha dirigido al Papa Francisco se ha abierto esta mañana en el Aula Nueva del Sínodo el consistorio extraordinario sobre la familia. El Santo Padre ha tomado la palabra para marcas las pautas por las que ha de conducirse el consistorio. Ha llamado a profundizar en la teología de la familia «sin caer en la casuística, porque esto haría reducir inevitablemente el nivel de nuestro trabajo».

«En estos días -dice el Papa-  reflexionaremos de modo particular sobre la familia, que es la célula básica de la sociedad humana. El Creador ha bendecido desde el principio al hombre y a la mujer para que fueran fecundos y se multiplicaran sobre la tierra; así, la familia representa en el mundo como un reflejo de Dios, Uno y Trino».

No caer en la casuística

«Nuestra reflexión tendrá siempre presente la belleza de la familia y del matrimonio, la grandeza de esta realidad humana, tan sencilla y a la vez tan rica, llena de alegrías y esperanzas, de fatigas y sufrimientos, como toda la vida. Trataremos de profundizar en la teología de la familia, y en la pastoral que debemos emprender en las condiciones actuales. Hagámoslo con profundidad y sin caer en la casuística, porque esto haría reducir inevitablemente el nivel de nuestro trabajo. Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad. Se nos pide que realcemos el plan luminoso de Dios sobre la familia, y ayudemos a los cónyuges a vivirlo con alegría en su vida, acompañándoles en sus muchas dificultades con una pastoral inteligente, valiente y llena de amor».

19 de febrero de 2014

PAPA FRANCISCO: NO TENGAN MIEDO DE LA CONFESIÓN

Acercarse al sacramento de la Penitencia para recibir el abrazo de la infinita misericordia del Padre, invitación del Papa Francisco durante la audiencia general

El Santo Padre Francisco volvió a encontrarse con miles de fieles y peregrinos en la Plaza de San Pedro para la audiencia semanal. La catequesis de este miércoles estuvo centrada en el sacramento de la Reconciliación “auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el peligro de olvidar”. El Obispo de Roma nos recordó que el perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino don del Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre. “La Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar su carácter eclesial”. “No basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que representa a Dios y a la Iglesia”, puntualizó el Papa, quien invitó a todos a acercarse al sacramento de la Penitencia y recibir así el abrazo de la infinita misericordia del Padre, “que está siempre dispuesto a acogernos.” (RC-RV) 

Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!

A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, esta vida, nosotros la llevamos “en vasos de barro” (2 Cor 4,7), estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por esto, el Señor Jesús, ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia sus propios miembros, en particular, con el Sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden estar unidos bajo el nombre de “Sacramentos de sanación”. El sacramento de la reconciliación es un sacramento de sanación. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice no está bien. El ícono bíblico que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (Mc 2,1-12 / Mt 9,1-8; Lc 5,17-26).

1- El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación – nosotros lo llamamos también de la Confesión - brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de Pascua el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y luego de haberles dirigido el saludo “¡Paz a ustedes!”, sopló sobre ellos y les dijo: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen” (Jn. 20,21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: “Yo me perdono los pecados”; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y ésto lo hemos sentido todos, en el corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús, ¡estamos en paz! Con aquella paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él!

2- En el tiempo, la celebración de este Sacramento ha pasado de una forma pública – porque al inicio se hacía públicamente – ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Pero esto no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. En efecto, es la comunidad cristiana el lugar en el cual se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una sola cosa, en Cristo Jesús. He aquí por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Alguno puede decir: “Yo me confieso solamente con Dios”. Sí, tú puedes decir a Dios: “Perdóname”, y decirle tus pecados. Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote. “Pero, padre, ¡me da vergüenza!”. También la vergüenza es buena, es ‘salud’ tener un poco de vergüenza. Porque cuando una persona no tiene vergüenza, en mi País decimos que es un ‘senza vergogna’ un ‘sinvergüenza’. La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decirle al sacerdote estas cosas, que pesan tanto en mi corazón: uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia y con el hermano. Por eso, no tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse siente todas estas cosas – también la vergüenza – pero luego, cuando termina la confesión sale libre, grande, bello, perdonado, blanco, feliz. Y esto es lo hermoso de la Confesión. 

Quisiera preguntarles, pero no respondan en voz alta ¿eh?, cada uno se responda en su corazón: ¿cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Cada uno piense. ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión. 

Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un abrazo afectuoso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos aquella bella, bella Parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de su herencia, despilfarró todo el dinero y luego, cuando ya no tenía nada, decidió regresar a casa, pero no como hijo, sino como siervo. Tanta culpa había en su corazón, y tanta vergüenza. Y la sorpresa fue que cuando comenzó a hablar y a pedir perdón, el Padre no lo dejó hablar: ¡lo abrazó, lo besó e hizo una fiesta! Y yo les digo, ¿eh? ¡Cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta! Vayamos adelante por este camino. Que el Señor los bendiga. 


Descripción: http://es.radiovaticana.va/global_images/x.gif

16 de febrero de 2014

ESTO ES EL ABORTO SIN MÁS,SIN ADORNOS, SIN DEMAGOGIA Y SIN IDEOLOGÍA

Queridos amigos que entráis en este blog: HazteOir.org nos pide firmas para que paremos esto y nos sumemos a favor de la vida. 


Puedes ver el video pinchando en este enlace:  http://masquemilpalabras.org/
El Gobierno acaba de aprobar el anteproyecto de la nueva Ley del Aborto por lo que ha vuelto a abrirse el debate en la sociedad.
Como ha ocurrido en ocasiones anteriores se habla, se opina, se entra en discusiones acaloradas pero nadie muestra la auténtica realidad.
Y es que Sus Señorías no saben o no quieren saber, y si lo sabe no lo quieren decir, la verdadera realidad de qué es un aborto.
Hay tres hechos incontestables:
  1. Los abortados son seres humanos
  2. Con cualquiera de los métodos utilizados, consiste en matar a una persona.
  3. No se hablará del niño y de su derecho a vivir. Eso sí, se hablará del derecho a decidir, del derecho a la maternidad, de situaciones extremas como la malformación o la violación, de la posibilidad de hacerlo en otros países.

PAPA FRANCISCO: TEXTO COMPLETO ÁNGELUS 16 DE FEBRERO DE 2014

Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo forma parte todavía del llamado "Sermón de la Montaña", la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús con respecto a la Ley judía. Él dice: " No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mateo 5:17). Así que Jesús no quiere cancelar los mandamientos que el Señor dio por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. E inmediatamente después añade que este "cumplimiento" de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Y de hecho dice a sus discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos " (Mt 05:20).
¿Pero qué significa este "pleno cumplimiento" de la ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? El mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos, comparando La antigua ley con lo que Él nos dice. Comienza desde el quinto mandamiento del Decálogo: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás"; pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal". (vv. 21-22). Con esto, Jesús nos recuerda que ¡también las palabras pueden matar! Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia.
Jesús propone a los que siguen la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer la paz con el prójimo: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. (vv. 23-24). Por esto estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
De todo esto queda claro que Jesús no da importancia sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la intención y por tanto en el corazón humano, donde se originan nuestras acciones buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.
A la luz de esta enseñanza de Cristo, todos los mandamientos revelan su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.
Fuente: Radiovaticana


«LA LIBERTAD SE LLAMA DIGNIDAD»

«Por si nos sirve de consuelo en este trance difícil, en el que debemos oponer la envergadura de las convicciones a los índices de popularidad, no estará de más recordar lo que un siempre lúcido y ya viejo Chesterton dijo a quienes le trataban de reaccionario: «aprendí lo que era la libertad cuando pude darle el nombre de dignidad.»
En el principio fue el miedo. En el principio fue el temor a que las propias convicciones no dispusieran de la popularidad que señalan los sondeos. En el principio fue el pánico a ir contra la corriente, el horror al deterioro de la propia imagen, el espanto de quien se queda a solas con sus ideas. Porque el liderazgo político de nuestros días no se basa en la ejemplaridad de la conducta sino en la adaptación a las circunstancias. Lo más desdichado de este tiempo no es sólo que nuestra sociedad haya perdido aquellos valores esenciales que explican el sistema nervioso de una cultura y el andamiaje ético de una civilización. Es más lamentable, en fin, haber bajado a un nivel en que el espesor del compromiso con la verdad se considere menos apreciable que la delgadez del relativismo. Es desolador que, tras haber destruido uno a uno los edificios en los que se inspiraba nuestra arquitectura cultural, haya quien quiera convertir lo que no es más que intemperie ética en el refugio ilusorio de una irresponsable libertad.
Los historiadores hemos percibido siempre la crisis de una civilización en la pérdida de una conciencia, en la erosión de una serie de certezas fundacionales en las que cobra significado el sentirse parte de una inmensa tradición y de un gran proyecto de vida en común. La ausencia de esa perspectiva, mucho más que las penalidades materiales, es lo que ha conducido a la destrucción de sociedades que dejaron de creer en ellas mismas porque empezaron por perder su fe en los principios sobre los que se habían constituido. La quiebra de los valores en los que se funda una comunidad afecta a la imprescindible integridad de una cultura, a la validez de una manera de entender el mundo, a la firmeza de un modo de ordenar una existencia colectiva.
Si una nación es la causa que defiende, si una sociedad es el espíritu que la inspira, si una civilización es la conciencia de su continuidad histórica, la gravedad de la crisis de España no se encuentra en los curables desequilibrios de nuestra economía, sino en el atroz vaciado de los principios que nos hicieron parte de un gran espacio al que llamamos Occidente. No podrá consolarnos de esta pérdida que también se sufra en otros países europeos, aunque en el nuestro la cosa empeore por la falta de resistencia ideológica, por el complejo de inferioridad, por la inaudita carencia de coraje cívico con el que se acepta la derrota sin haber dado la batalla. Y mucho más porque España es el único país occidental en el que se admiten reproches políticos y desplantes doctrinales de quienes, en los últimos cien años, han hecho pasar a Europa por las etapas más vergonzosas de las que guarda memoria la modernidad.
La norma que debe regular la interrupción del embarazo vuelve a presentarse como ese territorio de abundantes vicios privados y escasas virtudes públicas donde toma forma nuestra vida social. Los conflictos desatados por el proyecto son el escenario en el que se representa la triste envergadura de nuestras convicciones. En estas últimas jornadas, el llamado «tren de la libertad» ha realizado un corto viaje sentimental, un vociferante transporte de mercancías ideológicas, cuyo evidente estado de caducidad no les impide presentarse como alimento del progreso y tonificante de la democracia. De nuevo, las exhortaciones de este sector guardan los atributos esenciales de un acto de propaganda y descartan cualquier indicio de los recursos de una argumentación. Lo que cuenta es, como siempre en el mundo estético de nuestra izquierda, la puesta en escena: exhibir dos caminos que conducen al mismo corazón de las tinieblas.
El primero, que la defensa de la vida es una patética exageración del lenguaje, una inexactitud grandilocuente de reaccionarios, que confunden una simple acumulación de materia orgánica con un ser humano. El segundo, que sea cual sea la condición de lo que una mujer embarazada lleva en su seno, a ella solamente corresponde tomar la decisión de permitir que la gestación continúe o se interrumpa. Siempre fiel a ese melodramático estupor laicista que paraliza los órganos sensoriales de nuestra izquierda, quienes se manifiestan indican que la Iglesia trata una vez más de inculcar sus dogmas a los no creyentes, como si el aborto fuera un asunto que nace y muere en el cauce moral del catolicismo. Como si la defensa de ese proyecto existencial que es una vida ya concebida no tuviera más motivación que las convicciones religiosas.
No creo que haya espectáculo más doloroso que el de una sociedad que se plantea la cancelación de una vida como un acto de libertad. Dejemos ahora la ya penosa argumentación acerca de la calidad humana de lo que una madre lleva en su vientre. Consideremos que el único motivo que conduce a proponerse el aborto es, precisamente, que lo que nacerá será una persona, cuya existencia generadora de conflictos o incomodidades, cuya existencia inoportuna, cuya existencia sin valor quiere destruirse. Porque, de no estar prevista la llegada al mundo de una persona ¿en qué consistiría la preocupación de esa madre que define como derecho la propiedad absoluta sobre su cuerpo y una aberrante soberanía sobre una vida que aún ha de existir? Si nacer es algo más que cumplir un trámite hospitalario, si vivir conscientemente es algo más que un hecho biológico no podemos pensar que la concepción es un simple asunto de eficiencia reproductiva, sino el preámbulo fascinante y abrumador de la capacidad de crear una existencia humana.
  La libertad es aquello que nos realiza, es aquello que nos da nuestra condición única entre todas las especies que viven en la tierra. Proclamar que la interrupción de una vida no es un mero acto de voluntad, sino el acontecimiento en el que la libertad cobra toda su plenitud, sólo puede emanar de ese trayecto ferroviario, de ese viaje al fondo de la noche que se ha emprendido en nombre de una falsa emancipación. Porque aquí no se trata ya de que una mujer exprese las condiciones dramáticas en que tantas veces puede darse un embarazo no deseado. Estamos ante la aniquilación moral de una sociedad, que considera que las cuestiones llamadas «de conciencia» y que se refieren a valores fundamentales pueden privatizarse hasta el punto de excluir cualquier atención del poder público, cualquier vigilancia sujeta al bien común, cualquier defensa de los derechos de todos. ¿Quedará la política para cuestiones menores, para asuntos administrativos, para temas de tertulia, mientras los aspectos esenciales que han definido la calidad superior de nuestra cultura son abandonados en el reducto autista de la conciencia individual?
Por creer lo contrario, quienes pensamos que en nuestra conducta deben ser preservados los derechos y no los privilegios, que nuestra legalidad no puede dar por bueno lo que repugna a nuestra moral, hemos sido agasajados con la munición habitual de nuestra izquierda. Por si nos sirve de consuelo en este trance difícil, en el que debemos oponer la envergadura de las convicciones a los índices de popularidad, no estará de más recordar lo que un siempre lúcido y ya viejo Chesterton dijo a quienes le trataban de reaccionario: «aprendí lo que era la libertad cuando pude darle el nombre de dignidad.»
Fernando García de Cortázar

Fuente: Infocatolica

EL PAPA PIDE A LOS NOVIOS NO CONSTRUIR SU AMOR SOBRE SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN SINO EN LA ROCA DEL AMOR DE DIOS

El acto ha comenzado a las 11 de la mañana con una serie de testimonios de las parejas, intercalados con lecturas y canciones dedicadas al amor en sus diversas manifestaciones y, a las doce y media el Santo Padre ha entrado en la Plaza para saludar a los novios y responder a tres preguntas planteadas por otras tantas parejas: El miedo al «para siempre»; Vivir juntos, el estilo de la vida matrimonial; y el tipo de celebración del matrimonio.
El amor de Dios es la roca
«Es importante preguntarnos si es posible amarse «para siempre» - ha afirmado el Papa- Hoy en día muchas personas tienen miedo de tomar decisiones definitivas , para toda la vida, porque parece imposible... y esta mentalidad lleva a muchos que se preparan para el matrimonio a decir: «Estamos juntos hasta que nos dure el amor».... Pero, ¿qué entendemos por `amor´? ¿Sólo un sentimiento, una condición psicofísica? Ciertamente, si es así, no se puede construir encima nada sólido. Pero si el amor es una relación, entonces es una realidad que crece y también podemos decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se edifica en compañía, ¡no solos!.. No querréis construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios...La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza...Así como el amor de Dios es estable y para siempre, queremos que el amor en que se asienta la familia también lo sea. No debemos dejarnos vencer por la `cultura de lo provisional´. Así que el miedo del «para siempre» se cura día tras día, confiando en el Señor Jesús en una vida que se convierte en un viaje espiritual diario, hecho de pasos, de crecimiento común...Porque el «para siempre» no es solo cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos .. . En el Padrenuestro decimos `Danos hoy nuestro pan de cada día´. Los esposos pueden rezar así: «Señor, danos hoy nuestro amor de todos los días.... enseñanos a querernos».
La convivencia es un arte
Respondiendo a la segunda pregunta, Francisco ha subrayado que «la convivencia es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante... que tiene unas reglas que se pueden resumir en tres palabras: ¿Puedo? Gracias, Perdona. .. «¿Puedo?» Es la petición amable de entrar en la vida de algún otro con respeto y atención... El verdadero amor no se impone con dureza y agresividad. .. San Francisco decía:... «La cortesía es la hermana de la caridad, que apaga el odio y mantiene el amor« ...Y hoy, en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hace falta mucha cortesía».
Dar las gracias y pedir perdón
La gratitud es un sentimiento importante...¿Sabemos dar las gracias?: En vuestra relación ahora y en vuestra futura vida matrimonial , es importante mantener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios... y a los dones de Dios se dice «gracias». No es una palabra amable para usar con los extraños, para ser educados . Hay que saber decirse gracias para caminar juntos» .
«En la vida cometemos muchos errores, nos equivocamos tantas veces. Todos. De ahí la necesidad de utilizar esta palabra tan sencilla:« perdona». En general, cada uno de nosotros está dispuesto a acusar al otro para justificarse. Es un instinto que está en el origen de tantos desastres. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir disculpas... También así crece una familia cristiana. Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. ...Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón...sin que la paz vuelva a casa. Si aprendemos a pedir perdón y perdonar a los demás, el matrimonio durará, saldrá adelante».
El matrimonio, fiesta cristiana, no mundana
Por último, el Santo Padre ha recordado que la celebración del matrimonio debe ser «una fiesta, pero una fiesta cristiana y no mundana» y poniendo como ejemplo el primer milagro de Jesús en las bodas de Caná, cuando transformó el agua en vino porque se había acabado ha dicho: «Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta nupcial. Lo que hará pleno y profundamente verdadero vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y nos otorga su gracia. .. Al mismo tiempo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y destaque lo que es realmente importante. Algunos están muy preocupados por los signos externos : el banquete, los trajes... Estas cosas son importantes en una fiesta, pero sólo si indican el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición de Dios sobre vuestro amor. Haced que como el vino de Caná, los signos externos de vuestra ceremonia revelen la presencia del Señor y recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y la razón de vuestra alegría».
Fuente (VIS)


12 de febrero de 2014

LO QUE EINSTEIN OPINABA SOBRE LA IGLESIA

Albert Einstein dijo: Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas.

Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas.

Sólo la Iglesia permaneció de pie y firme para hacer frente a las campañas de Hitler para suprimir la verdad. Antes no había sentido ningún interés personal en la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de sostener la verdad intelectual y la libertad moral.

Debo confesar que lo que antes despreciaba ahora lo alabo incondicionalmente.


Time Magazine, 23 de diciembre de 1940

EL DIFÍCIL ARTE DE AMARSE A SÍ MISMO

Para vivir a gusto con la realidad y con los demás es necesario aprender a reconciliarse con la finitud y limitación. Aceptar, como ya he insistido, que en la vida no existen paraísos de felicidad absoluta, sino pequeños oasis que permiten el descanso y la recuperación para continuar el camino. También en las relaciones humanas se tropieza con la pequeñez de la otra persona que tampoco satisface por completo. El amor es el único puente por el que se consigue pasar a la otra orilla. Pero no es fácil este acercamiento en la inevitable distancia. Para reconciliarse con las sombras de los demás hay que haber aprendido con anterioridad el difícil arte de amarse a sí mismo.
Hablar de amor propio tiene connotaciones muy negativas. Siempre se ha condenado esta actitud, dentro de nuestra espiritualidad cristiana, como si se tratara de algo indigno y pecaminoso. Se la valora con un sentido peyorativo, pues parece un serio obstáculo para la experiencia del verdadero amor, que supone una apertura de sí mismo para el encuentro y la comunión con las otras personas. Sin embargo, a pesar de esta primera valoración espontánea muy poco positiva, no creo que exista una virtud tan difícil de alcanzar como amarse a sí mismo. Un verdadero arte que, por prejuicios y falsas interpretaciones, no hemos aprendido con mucha frecuencia, ni entraba tampoco entre los objetivos de una buena educación o de una pedagogía espiritual.
Los datos psicológicos y las recomendaciones evangélicas nos abren, sin embargo, a otra perspectiva bastante diferente. Mientras la persona no sea capaz de amarse a sí misma, reconciliarse con sus limitaciones, aceptar sus sombras y desajustes interiores, tampoco será posible amar al prójimo con sus propias deficiencias y fallos. Y Jesús vuelve a insistir en esta verdad cuando le responde al escriba sobre cuál es el primero de todos los mandamientos. Después de hacer referencia al texto conocido del Deuteronomio (6,4-5) para amar al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas, añade de forma explícita: "El segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mc 12,31). En este caso, el amor hacia sí mismo posibilita y condiciona el cariño a los demás.
La persona, por tanto, ha de aprender a vivir, pacífica y armoniosamente, con una serie de elementos con los que había luchado a muerte para vencerlos y eliminarlos. Es el comienzo de una difícil y dolorosa convivencia, pues ha descubierto que los tendrá como compañeros inseparables, durante el largo viaje de su historia. Desde ahora en adelante hay que proseguir el camino en estrecha relación con nuestras tendencias egoístas, interesadas, anárquicas, hipócritas o con cualquier otro impulso negativo.
La cara oculta y sombreada que cada uno lleva en su interior no es nada más que un reflejo y exponente significativo de la sombra existente en el corazón de los demás. Por eso, la persona incapaz de reconciliarse con los elementos negativos que oculta en su dentro, ya sea porque no los conoce e ignora por completo, o bien porque no quiere aceptarlos de ninguna manera y preferiría mejor vivir sin experimentar su compañía, está imposibilitada también para comprender la existencia de esos mismos componentes en el corazón de los otros. El encuentro y la reconciliación con el prójimo comienza, a pesar de las diferencias y limitaciones, cuando el sujeto sabe reconciliarse consigo mismo y se abre con cariño y benevolencia hacia el fondo más profundo y negativo de su verdad.
Cada día estoy más convencido de que el que no sabe amar a los demás no es porque se quiera demasiado a sí mismo, sino porque no se ama lo suficiente. Nadie llega a quererse hasta que no consigue aceptarse como es y no como le hubiera gustado haber sido. Reconciliarse con los propios límites, sin que esto signifique cruzarse de brazos o quedar satisfecho. Reconocer que somos autores de ciertos capítulos o páginas de nuestra historia, que preferiríamos no haber escrito. Que existen, al menos, algunos párrafos o frases que nos gustaría borrar para no volver a leerlos. Es, en una palabra, abrazarse con la propia pequeñez y finitud, sin nostalgias infantiles, con una mirada realista, llena de comprensión y ternura y sin que falte tampoco una cierta dosis de humor.

 E. López Azpitarte SJ

10 de febrero de 2014

CONSTRUIR LA CASA Y LA CIUDAD



Vídeo que muestra la ponencia de Don Juan José Pérez-Soba Díez del Corral, con motivo del Curso de formación de Agentes de Pastoral de Familia y Vida. Desarrollado del 18 al 21 de julio de 2013, en El Escorial. Bajo el lema: "Amor conyugal. Institución y bien común". 

Este curso fue organizado por la Comisión de Apostolado Seglar y Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida.

9 de febrero de 2014

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO EN EL ÁNGELUS DE 9/2/2014





Queridos hermanos y hermanas:
En el Evangelio de este domingo, que viene inmediatamente después de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: "vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo "(Mt 5, 13.14). Esto nos sorprende, si pensamos quienes eran los que estaban delante de Jesús cuando dijo estas palabras. ¿Quiénes eran los discípulos? Eran pescadores, gente simple... Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su declaración se entiende como resultado de las Bienaventuranzas. Su significado: ¡Si eres pobre en espíritu, Manso, misericordioso, puros de corazón... eres la sal de la tierra y la luz del mundo!
Para entender mejor estas imágenes, tenga en cuenta la ley judía prescrita que pone una pizca de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de Alianza. La luz, entonces, Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo.
Los cristianos, el nuevo Israel, reciben una misión contra todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar la humanidad fructífera. Todos nosotros bautizados, somos discípulos y misioneros y estamos llamados a ser en el mundo un Evangelio viviente: con una vida santa "probará" a los diferentes ambientes y los defenderá de la corrupción, como lo hace la sal; y traerán la luz de Cristo con el testimonio de una genuina obra de caridad. Pero si los cristianos pierden sabor y se apagan, su presencia pierde efectividad.
Después del Ángelus
El 11 de febrero, el próximo martes, celebramos la memoria de la Santísima Virgen de Lourdes, y vamos a vivir la Jornada Mundial del enfermo. Es la ocasión propicia para poner en el centro de los enfermos, orar por ellos y con ellos, ser sus vecinos. El mensaje para este día está inspirado por la expresión de San Juan: fe y la caridad: "debemos dar nuestras vidas por los hermanos" (1 Jn. 3.16).
En particular, nosotros podemos imitar la actitud de Jesús hacia todo tipo de pacientes: el señor se encarga de todas las acciones de su sufrimiento y abre el corazón a la esperanza.
Quiero tener unas palabras para los cuidadores: Qué trabajo valioso! Se reúnen cada día con los enfermos no sólo marcados por cuerpos frágiles, sino también con gente, a quienes les ofrecen atención y respuestas adecuadas.
La dignidad de la persona no termina cuando la persona está débil, discapacitada y necesitaa ayuda. También quiero recordar a las familias, donde es normal que tenga cuidado de aquellos que están enfermos. A a veces las situaciones pueden ser muy pesadas. Muchos me escriben y hoy me gustaría asegurarles una oración para todas las familias, y les digo: no tengáis miedo de la debilidad. Ayudarnos unos a otros con amor y sentir la presencia consoladora de Dios.
Los cristianos debemos tener una generosa actitud hacia los enfermos mentales, esa es la sal de la tierra y la luz del mundo. Que la Virgen María nos ayude a practicarlo y obtener paz y consuelo por todo el sufrimiento.
En estos días tienen lugar en Sochi, Rusia, los Juegos Olímpicos de Invierno. Envío mi felicitación a los organizadores y a todos los atletas, con la esperanza de que sea una verdadera fiesta del deporte y la amistad.
Saludo a todos los peregrinos aquí hoy, familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a los maestros y estudiantes del Reino Unido; los teólogos cristianos de diferentes países europeos, que se encuentran en Roma para un Congreso de estudio; los fieles de la parroquia de Santa María Inmaculada y San Vicente de Paul en Roma, quienes vienen de Leapfrog y Montecarelli en Mugello, la comunidad de alivio y la Escuela di San Luca-Bovalino, en Calabria.
Rezo por aquellos que están sufriendo las molestias de los daños causados por los desastres naturales, en diferentes países. La naturaleza nos desafía a estar atentos a la custodia de la creación, para evitar, en la medida de lo posible, las consecuencias más graves. Os deseo un buen el domingo y buena comida. ¡Adiós!
Fuente:Radiovaticana