Texto
y audio completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Jubileo de la Misericordia es una verdadera oportunidad
para entrar en profundidad dentro del misterio de la bondad y el amor de Dios.
En este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer siempre más al
Señor Jesús, y a vivir de manera coherente la fe con un estilo de vida que
exprese la misericordia del Padre. Es un compromiso que estamos llamados a
asumir para ofrecer a cuantos encontramos el signo concreto de la cercanía de
Dios. Es decir, mi vida, mi actitud, el modo de ir por la vida debe ser un
signo concreto de que Dios está cerca de nosotros. Pequeños gestos de amor, de
ternura, de cuidado, que hacen pensar que el Señor está con nosotros, está
cerca de nosotros. Y así se abre la puerta de la misericordia.
Hoy quisiera detenerme brevemente a reflexionar con ustedes
sobre el tema de esta palabra que he dicho: el tema del compromiso. ¿Qué cosa
es un compromiso? Y ¿qué cosa significa comprometerse? Cuando me comprometo,
quiere decir que asumo una responsabilidad, una tarea con alguno; y significa
también el estilo, la actitud de fidelidad y entrega, de particular atención
con el cual llevo adelante esta tarea. Cada día nos piden poner empeño en las
cosas que hacemos: en la oración, en el trabajo, en el estudio, pero también en
el deporte, en las actividades libres… Comprometerse, quiere decir poner
nuestra buena voluntad y nuestras fuerzas para mejorar la vida.
Y también Dios se ha comprometido con nosotros. Su primer
compromiso ha sido aquel de crear el mundo, y no obstante nuestros atentados
para destruirlo – y son tantos –, Él se compromete por mantenerlo vivo. Pero su
compromiso más grande ha sido aquel de donarnos a Jesús. ¡Este es el gran
compromiso de Dios! Sí, Jesús es justamente el compromiso extremo que Dios ha
asumido en favor nuestro. Lo recuerda también San Pablo cuando escribe que Dios
«no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Rom
8,32). Y, en virtud de esto, junto a Jesús el Padre nos donará cada cosa de la
cual tenemos necesidad.
Y ¿cómo se ha manifestado este compromiso de Dios por
nosotros? Es muy fácil verificarlo en el Evangelio. En Jesús, Dios se ha
comprometido completamente para restituir esperanza a los pobres, a cuantos
estaban privados de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los
prisioneros, y a los pecadores que acogía con bondad. En todo esto, Jesús era
expresión viviente de la misericordia del Padre. Y quisiera referirme a esto:
Jesús acogía con bondad a los pecadores. Si nosotros pensamos en modo humano,
el pecador sería un enemigo de Jesús, un enemigo de Dios, pero Él se acerca a
ellos con bondad, los amaba y cambiaba a ellos el corazón. Todos nosotros somos
pecadores: ¡todos! Todos tenemos delante de Dios alguna culpa. Pero debemos
tener confianza: Él se acerca para darnos conforto, la misericordia, el perdón.
Es este el compromiso de Dios y para esto ha enviado a Jesús: para acercarnos a
nosotros, a todos nosotros y abrir la puerta de su amor, de su corazón, de su misericordia.
Y esto es muy bello. ¡Muy bello!
A partir del amor misericordioso con el que Jesús ha
expresado el compromiso de Dios, también nosotros podemos y debemos
corresponder a su amor con nuestro compromiso. Y esto sobre todo en las
situaciones de mayor necesidad, donde hay más sed de esperanza. Pienso – por
ejemplo – en nuestro compromiso con las personas abandonadas, con aquellos que
cargan pesadas minusvalías, con los enfermos graves, con los moribundos, con
los que no son capaces de manifestar reconocimiento… En todas estas
realidades nosotros llevamos la misericordia de Dios a través de un compromiso
de vida, que es testimonio de nuestra fe en Cristo. Debemos siempre llevar
aquella caricia de Dios – porque Dios nos ha acariciado con su misericordia –
llevarla a los demás, a aquellos que tienen necesidad, a aquellos que tienen un
sufrimiento en el corazón o están tristes: acercarnos con aquella caricia de
Dios, que es la misma que Él ha dado a nosotros.
Que este Jubileo pueda ayudar a nuestra mente y a nuestro
corazón a tocar con la mano el compromiso de Dios por cada uno de nosotros, y
gracias a esto transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para
todos.
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