Texto y audio completo de las
palabras del Papa Francisco:
Señora Primera Dama.
Señora Secretaria de Salud
Señor Director.
Miembros del Patronato.
Familias aquí presentes
Amigas y amigos. Queridos niños
Buenas tardes.
Agradezco a Dios la oportunidad que me
regala de poder venir a visitarlos, de reunirme con ustedes y sus familias en
este Hospital. Poder compartir un ratito de sus vidas, la de todas las personas
que trabajan como médicos, enfermeras, miembros del personal y voluntarios que
los atienden, tanta gente que está trabajando para ustedes.
Hay un pedacito en el Evangelio que nos cuenta la vida de
Jesús cuando era niño. Era bien chiquito, como algunos de ustedes. Un día los
papás, José y María, lo llevaron al Templo para presentárselo a Dios. Y ahí se
encuentran con un anciano que se llamaba Simeón, el cual cuando lo ve, muy
decidido el viejito y con mucha alegría y gratitud, lo toma en brazos y
comienza a bendecir a Dios. Ver al niño Jesús provocó en él dos cosas: un
sentimiento de agradecimiento y las ganas de bendecir. O sea, dar gracias a
Dios y le vinieron ganas de bendecir, al viejo.
Simeón es el «abuelo» que nos enseña esas dos actitudes
fundamentales de la vida: agradecer y a su vez bendecir.
Acá yo los bendigo a ustedes, los médicos los bendicen a
ustedes, cada vez que los curan las enfermeras, todo el personal, todos los que
trabajan los bendicen a ustedes, los chicos, pero ustedes también tienen que
aprender a bendecirlos a ellos y a pedirle a Jesús que los cuide porque ellos
los cuidan a ustedes. Yo aquí (y no sólo por la edad) me siento muy
cercano a estas dos enseñanzas de Simeón. Por un lado, al cruzar esa puerta y
ver sus ojos, sus sonrisas - algunos pillos-, sus rostros, me generó ganas de
dar gracias. Gracias por el cariño que tienen en recibirme; gracias por ver el
cariño con que se los cuida aquí, con el cariño con que se los acompaña.
Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para que puedan
recuperarse rápido.
Es tan importante sentirse cuidados y acompañados, sentirse
queridos y saber que están buscando la mejor manera de cuidarnos, por todas
esas personas digo: «¡Gracias!». «¡Gracias!».
Y, a su vez, quiero bendecirlos. Quiero pedirle a Dios que
los bendiga, los acompañe a ustedes y a sus familias, a todas las personas que
trabajan en esta casa y buscan que esas sonrisas sigan creciendo cada día. A
todas las personas que no sólo con medicamentos sino con «la cariñoterapia» ayudan
a que este tiempo sea vivido con mayor alegría. ¡Tan importante «la
cariñoterapia»! ¡Tan importante! A veces una caricia ayuda tanto a recuperarse.
¿Conocen al indio Juan Diego, ustedes, o no? (Responden: Si)
A ver, levante la mano quien lo conoce. Dos Cuando el tío de Juanito, Juan
Diego, estaba enfermo, él estaba muy preocupado y angustiado. En ese momento,
se aparece la Virgencita de Guadalupe y le dice: «No se turbe tu corazón ni te
inquiete cosa alguna ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?».
Tenemos a nuestra Madre, pidámosle para que ella nos regale a
su Hijo Jesús. Y ahora, a los chicos les voy a pedir una cosa, cerremos los
ojos, cerremos los ojos y pidamos lo que nuestro corazón hoy quiera, un ratito
de silencio con los ojos cerrados y adentro pidiendo lo que queremos. Y ahora
juntos digamos a nuestra Madre
Dios te salve Maria…
Que el Señor y la Virgen de Guadalupe los acompañe siempre.
Muchas gracias. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. No se olviden, que
Dios los bendiga.
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