DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN EL ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS EN MÉXICO
Queridos hermanos y hermanas
Doy gracias por estar en esta tierra chiapaneca. Qué bueno
estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este
lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Le doy
gracias por sus rostros, por su presencia, le doy gracias a Dios por palpitar
de su presencia en la familia de ustedes. Y también gracias también a ustedes,
familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto
las puertas de sus casas, las puertas de sus vidas; nos han permitido estar en
sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las
dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños
y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por
permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.
Manuel, antes de darte gracias por tu testimonio quiero dar
gracias a tus padres, los dos, de rodillas, delante tuyo teniéndote el papel.
Vieron qué imagen es esa? Los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo.
No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí de vez en cuando ellos se pelean por
algo. Qué marido y qué mujer no se pelean y más cuando se mete la suegra, que
importa, pero se aman y nos han demostrado que se aman y son capaces por el
amor que se tienen de ponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias
amigos por ese testimonio que han dado y sigan adelante. Y a vos Manuel gracias
por tu testimonio y especialmente gracias por tu ejemplo. Me gustó esa
expresión que usaste: «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de
hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia,
echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos.
Gracias. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio
nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia,
soñando, construyendo, una vida que tenga sabor a hogar y a familia. ¿Le
echamos ganas? Así me gusta, gracias.
Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que
desde los tiempos lejanos el Padre Dios ha peleado. Cuando parecía todo perdido
esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja
y le dijo que no todo estaba perdido. Y cuando el Pueblo de Israel sentía que
no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el
maná. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a
la humanidad para siempre y nos mandó a su Hijo.
De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho
experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le
ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué?
Porque no sabe hacer otra cosa. Nuestro Padre Dios no sabe
hacer otra cosa que querernos y de echarnos ganas y echarnos adelante. No sabe
hacer otra cosa, porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es
entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y
claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer
posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva
lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de
abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con
nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida.
En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de
transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas
veces aguados en vino de fiesta superficial. Él es capaz de sanar nuestros
corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar.
Él es capaz de hacer siempre todas las cosas nuevas.
Manuel, vos me pediste, que rezara por muchos adolescentes
que están desanimados y andan por malos pasos. ¿Lo sabemos no? Muchos
adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste, Manuel,
muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con
quién hablar. Piénselo padres, piensen las madres, hablen con sus hijos y sus
hijas o están siempre ocupados o apurados. Juegan con sus hijos y sus hijas? Y
eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Beatriz, vos dijiste: «La
lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad».
Cuántas veces te sentiste señalada, juzgada, esa. Pensemos en
toda la gente, todas las mujeres, que pasan por lo que pasó Beatriz. La
precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede
desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo
hacer para seguir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad
no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho eh), sino que puede amenazar
el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas
de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Y vos fuiste
valiente Beatriz, gracias. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa,
que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la
soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero.
Manuel y Beatriz usaron sin darse cuenta la misma expresión,
ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos
enfrentamos es «cortarnos solos» y lejos de «echarle ganas»; esa actitud es
como una polilla que nos corroyendo el alma, nos va secando el alma.
La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos
deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, como las que Beatriz
mencionaba, se tiene que dar a diversos niveles. Una, es por medio de
legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada
hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo
digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y
Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios
que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y
compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la
precariedad.
Ustedes se animaron, ustedes rezan, y ustedes van con Jesús,
y ustedes están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una
linda expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el necesitado, el
preso. Gracias, gracias. Hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo
la familia está siendo debilitada, cómo está siendo cuestionada. Cómo se cree
que es un modelo que ya pasó y que ya no tiene espacio en nuestra sociedad y
que bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado
en el aislamiento.
Y se van inoculando en nuestras sociedades, se dicen
sociedades libres, democráticas, soberanas, se van inoculando colonizaciones
ideológicas que las destruyen y terminamos siendo colonias de ideologías
destructoras de la familia, del núcleo de la familia que es la base de toda
sana sociedad. Es cierto, vivir en familia no es siempre es fácil, muchas veces
es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más
de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta
todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el
encierro o la comodidad del miedo a amar.
Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a
empezar, a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el
confort. Cuántos chicos tenéis? No, no tenemos porque claro nos gusta salir de
vacaciones, ir al turismo, quiero comprarme una quinta, el lujo y el confort y
los hijos quedan y cuando quisiste tener uno ya se te pasó la hora. ¡Qué daño
que hace eso! Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a familia
con rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión.
Prefiero un hombre y una mujer don Aniceto y señora con el
rostro arrugado por las luchas de todos los días que después de más de 50 años
se siguen queriendo y ahí los tenemos y el hijo aprendió la lección, ya lleva
25 de casado. Esas son las familias, Cuando le pregunté recién a Don Aniceto y
señora quién tuvo más paciencia en estos más de 50 años, los dos padre. Porque
en la familia para llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia,
amor, hay que saber perdonarse padre una familia perfecta nunca discute.
Mentira, es conveniente que de vez en cuando discutan y que vuele algún plato,
está bien. No le tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin
hacer las paces porque si terminan el día en guerra van a amanecer ya en guerra
fría y la guerra fría es muy peligrosa en la familia porque va socavando desde
abajo. Las arrugas de la fidelidad conyugal. Gracias por el testimonio de
quererse por más de 50 años, muchas gracias. Y hablando de arrugas para cambiar
un poco el tema, recuerdo el testimonio de una gran actriz, actriz de cine, latinoamericana.
Cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le
aconsejaron un arreglito para poder seguir trabajando bien. Su respuesta fue
muy clara: estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchos
dolor y una vida plena. Ni soñando las quiero tocar, son las huellas de mi
historia y siguió siendo una gran actriz. En el matrimonio pasa
lo mismo. La vida matrimonial tienen que renovarse todos los días. Como dije
antes prefiero familias arrugadas, con heridas, con cicatrices, pero que siguen
andando, porque esas heridas, esas cicatrices, esas arrugas son fruto de la
fidelidad de un amor que no siempre fue fácil. El amor no es fácil, no, pero
es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí, el verdadero
amor, para toda la vida. Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar
a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus,
corren con ventaja. Tienen a la Madre: la Guadalupana quiso visitar estas
tierras y esto nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño
llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella es Madre y
está siempre dispuesta a defender nuestras familias, a defender nuestro futuro;
está siempre dispuesta a «echarle ganas» dándonos a su Hijo. Por eso, los
invito como están, sin moverse mucho, a tomarse de las manos y decir junto a
Ella: Dios te salve María…Y no nos olvidemos de San José, calladito, trabajador
pero siempre al frente, siempre cuidando la familia. Gracias. Que Dios los
bendiga y recen por mí.
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