Texto del Santo Padre Francisco antes de rezar
a la Madre de Dios:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el
Evangelio de este domingo (Cfr. Jn 10, 1-10), llamado “el domingo del Buen
Pastor”, Jesús se presenta con dos imágenes que se completan recíprocamente. La
imagen del Pastor y la imagen de la Puerta del corral de las ovejas. El rebaño,
que somos todos nosotros, tiene como habitación un corral que sirve de refugio,
donde las ovejas viven y descansan después de las fatigas del camino. Y el
corral tiene un recinto con una puerta, donde hay un guardián. Al rebaño se
acercan diversas personas: está quien entra en el recinto pasando por la puerta
y quien “entra por otro lado” (v. 1).
El
primero es el pastor, el segundo un extraño, que no ama a las ovejas, quiere
entrar por otros intereses. Jesús se identifica con el primero y manifiesta una
relación de familiaridad con las ovejas, expresada a través de la voz, con la
que las llama, y que ellas reconocen y siguen (Cfr. v. 3). Él las llama para
conducirlas afuera, a los prados herbosos donde encuentran buen sustento.
La
segunda imagen con Jesús se presenta es la de la “puerta de las ovejas” (v. 7).
En efecto dice: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará” (v. 9), es
decir, tendrá la vida y la tendrá en abundancia (Cfr. v. 10). Cristo, Buen
Pastor, se ha convertido en la puerta de la salvación de la humanidad, porque
ha ofrecido la vida por sus ovejas.
Jesús,
pastor bueno y puerta de las ovejas, es un jefe cuya autoridad se expresa en el
servicio, un jefe que para gobernar da la vida y no pide a otros que la
sacrifiquen. De un jefe así nos podemos fiar, como las ovejas que escuchan la
voz de su pastor porque saben que con Él se va a prados buenos y abundantes.
Basta una señal, una llamada y ellas lo siguen, obedecen, se encaminan guiadas
por la voz de aquel que sienten como una presencia amiga, fuerte y dulce al
mismo tiempo, que dirige, protege, consuela y cura.
Así es
Cristo para nosotros. Hay una dimensión de la experiencia cristiana que tal vez
dejamos un poco en la sombra: la dimensión espiritual y afectiva. El hecho de
sentirnos unidos al Señor por un vínculo especial, como las ovejas a su pastor.
A veces racionalizamos demasiado la fe y corremos el riesgo de perder la
percepción del timbre de aquella voz, de la voz de Jesús Buen Pastor, que anima
y fascina. Como les sucedió a los dos discípulos de Emaús, a los que les ardía
el corazón mientras el Resucitado hablaba a lo largo del camino.
Es la
experiencia maravillosa de sentirse amados por Jesús. Pregúntense: ¿Yo me siento
amado por Jesús? ¿Yo me siento amada por Jesús? Para Él jamás somos extraños,
sino amigos y hermanos. Y sin embargo, no siempre es fácil distinguir la voz
del Pastor Bueno. Estén atentos. Siempre existe el riesgo de estar distraídos
por el bullicio de tantas otras voces. Hoy estamos invitados a no dejarnos
distraer por las falsas sabidurías de este mundo, sino a seguir a Jesús, el
Resucitado, como único guía seguro que da sentido a nuestra vida.
En esta
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones – en especial por las vocaciones
sacerdotales, para que el Señor nos envíe buenos pastores – invocamos a la
Virgen María: Que Ella acompañe a los diez nuevos sacerdotes a quienes he
ordenado hace poco. He pedido a cuatro de ellos, de la diócesis de Roma, que se
asomaran para dar la bendición junto a mí. Que la Virgen sostenga con su ayuda a cuantos están
llamados por Él, a fin de que estén listos y sean generosos para seguir su voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario