Texto completo de las
palabras del Papa antes del rezo del Ángelus
«El Evangelio de este domingo (Mt 22,15-21) nos presenta un
nuevo careo entre Jesús y sus opositores. El tema afrontado es el del impuesto
a César: una cuestión espinosa sobre lo lícito o no de pagar el impuesto al
emperador de Roma, al cual estaba
sometida Palestina en el tiempo de Jesús. Las posiciones eran distintas. Por lo
tanto, la pregunta dirigida por los fariseos: ¿Está permitido pagar el impuesto
al César o no? (v17) es una trampa para el Maestro. En efecto, se le iba a
acusar, según cómo respondiera, si estaba a favor o en contra de Roma.
Pero Jesús, también en este caso, responde con calma y
aprovecha la pregunta maliciosa para dar una enseñanza importante, elevándose
por encima de la polémica y de los bandos opuestos. Les dice a los fariseos:
«Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentan un denario
y Jesús, observando la moneda, pregunta: «¿De quién es esta figura y esta
inscripción?». Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo
que es del César, y a Dios, lo que es de Dios». (cfr 19-21).
Por una parte, instando a restituir al emperador lo que le
pertenece, Jesús declara que pagar el impuesto no es un acto de idolatría, sino
un acto debido a la autoridad terrena; por otra – y aquí Jesús da un ‘golpe de
ala’ - recordando la primacía de Dios, pide darle lo que le corresponde en
cuanto Señor de la vida del hombre y de la historia.
La referencia a la imagen de César, grabada en la moneda
dice que es justo sentirse ciudadanos de
pleno derecho del Estado; pero simbólicamente hace pensar en la otra imagen que
está grabada en cada hombre: la imagen de Dios. Él es el Señor de todo y nosotros,
que hemos sido creados ‘a su imagen’ le pertenecemos ante todo a Él. Jesús
extrae, de la pregunta planteada por los fariseos, un interrogativo más radical
y vital para cada uno de nosotros, un interrogativo que podemos plantearnos: ¿a
quién pertenezco? ¿A la familia, a la ciudad, a los amigos, a la escuela, al
trabajo, a la política, al Estado? Sí, es cierto. Pero ante todo – nos recuerda
Jesús – tú perteneces a Dios. Ésta es la pertenencia fundamental. Es Él el que
te ha dado todo lo que eres y tienes. Y por lo tanto, nuestra vida, día tras
día, podemos y debemos vivirla en el re-conocimiento de esta nuestra
pertenencia fundamental y en el re-conocimiento del corazón hacia nuestro
Padre, que crea a cada uno de nosotros singularmente, irrepetible, pero siempre
según la imagen de su Hijo amado, Jesús. Es un misterio estupendo.
El cristiano está llamado a comprometerse concretamente en
las realidades humanas y sociales sin contraponer a ‘Dios’ y a ‘César’:
contraponer a Dios y al César sería una actitud fundamentalista. El cristiano
está llamado a comprometerse concretamente en las realidades terrenas, pero
iluminando las realidades terrenas con la luz que viene de Dios. La
consagración prioritaria a Dios y la esperanza en Él no conllevan una fuga de
la realidad, sino aún más un restituir operosamente a Dios lo que le pertenece.
Es por ello que el creyente mira a la realidad futura, la de Dios, para vivir
la vida terrena en plenitud y responder con valentía a sus desafíos.
Que la Virgen María nos ayude a vivir siempre en
conformidad con la imagen de Dios que llevamos en nosotros, dando también
nuestra contribución a la construcción de la ciudad terrena»
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