Se
dice que la familia que reza unida permanece
unida, ya que mediante la unión en una misma fe y práctica religiosa, Dios infunde su gracia
y aumenta el mutuo amor.
2.
Sacramento del matrimonio
El
primer medio y más específico con el que la Iglesia ayuda a la familia es el
sacramento del matrimonio.
Este
sacramento establece un vínculo indisoluble
ante Dios y además tiene unos efectos permanentes durante la vida de los
cónyuges: el perfeccionamiento del amor conyugal y la gracia santificante.
-Perfeccionamiento
del amor; Sabemos que el egoísmo endurece el corazón, mientras que el amor
nos lleva a la entrega mutua
sincera. “Cristo…en la celebración del
matrimonio ofrece un “corazón nuevo”: de
este modo los cónyuges no solo pueden
superar la “dureza de corazón”, sino que
también y principalmente pueden compartir el amor pleno y definitivo de Cristo”
Cristo,
que amó hasta el extremo y dio su vida en
la Cruz, infunde mediante el Sacramento una participación de su caridad
infinita y, como consecuencia, los cónyuges cristianos son capaces de una mayor entrega de sus personas y del
sacrificio si es necesario.
El
amor conyugal, infundido por el Espíritu Santo
en la celebración del sacramento, impulsa a los esposos a progresar cada día en su unión en
todos los niveles: corporal, del
carácter, del corazón, de la
inteligencia y voluntad, del alma…
Este
amor se demuestra con las obras, en el mutuo
auxilio, en la entrega a la familia, soportando las cargas sin mal humor, con paciencia en la
educación de los hijos…
La
gracia santificante: Es un don y nos hace capaces de amar y obedecer a Dios.
La
gracia de los sacramentos tiene su fuente y su raíz en la Eucaristía en la que la persona de
Cristo se hace realmente presente; la
participación de los cónyuges en el
sacrificio eucarístico refuerza los efectos del sacramento del matrimonio.
Pero
el fruto del sacramento no se recoge plenamente
si los cónyuges no cooperan con la gracia.” Mas si, haciendo lo que está de su parte, se muestran
dóciles a la gracia, podrán sobrellevar
las cargas y cumplir con sus
obligaciones, y serán fortalecidos y santificados y como consagrados por un tan
gran sacramento” (Casti connubi 41)
Por
medio de la gracia, los cónyuges se ayudan mutuamente a santificarse en la vida
matrimonial, en la acogida y educación
de los hijos, a crecer cada día en las
virtudes, y principalmente en el amor sobrenatural a Dios y al prójimo.
3.
La familia comunión de personas
La
familia es una comunidad íntima de vida y amor. Está formada por un conjunto de
relaciones interpersonales: relación conyugal, paternidad, maternidad,
filiación, fraternidad… y edificada con el amor
de los cónyuges, el amor y el respeto de los hijos y la autoridad de los
padres (con espíritu de servicio para bien de los hijos).
Esta
comunión de personas a que debe aspirar toda la familia, requiere una atención
constante, pues el egoísmo, la falta de respeto, los desacuerdos, las tensiones
y los conflictos pueden dividirla y hasta destruirla.
Para
conservar y perfeccionar la comunión se requieren espíritu de sacrificio y
reconciliación. Todos sus miembros tienen la responsabilidad de contribuir día
a día a realizarla, mediante el servicio recíproco cotidiano y compartiendo
bienes, alegrías y sufrimientos.
Esta
comunión de personas tiene la ayuda de Dios. Él, que ha creado a las personas
para amar y con vocación al amor, mediante los sacramentos infunde el amor a
Dios y al prójimo: con el sacramento del matrimonio que funda la familia; y
también con el sacrificio eucarístico que es comunión con el mismo Dios y
fundamenta la caridad cristiana; y con el sacramento de la penitencia o
reconciliación con Dios que reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y el
amor familiar.
Hemos
visto brevemente la comunidad familiar según las enseñanzas de Juan Pablo II, y
veremos a continuación como se santifica esta comunidad familiar con la fe, la
práctica religiosa y la caridad.
4.
La familia cristiana comunidad creyente y evangelizadora
La
Iglesia cree y obedece la Palabra de Dios escrita en el Evangelio, y tiene la misión de
evangelizar y propagar la fe por todo el mundo.
Veamos
como en la familia cristiana ocurre lo mismo.
Ya en el siglo V, San Juan Crisóstomo escribía: «Dado que para ser cristianos adultos,
son indispensables los medios aportados
por la Escritura; que el cabeza de familia repita lo que ha escuchado en la
Iglesia. Al llegar a casa deberíais retomar
las Escrituras y, con vuestra esposa y vuestros
hijos, repetir juntos el texto escuchado y
comentado en la Iglesia. ¡Haced de vuestro hogar una iglesia! Alguno de vosotros me dice: “yo
no soy monje; tengo mujer e hijos y
preocupaciones en casa”. Ese es,
precisamente, vuestro error, pensar que
la lectura de la Escritura está reservada solo para los monjes; y, en cambio,
vosotros la necesitáis más que ellos. Quien vive en medio del mundo y sufre
cada día sus heridas necesita, mucho más a menudo, de los remedios eficaces.
Por eso considero peor el pensar que la lectura de la Escritura es innecesaria,
que el mismo hecho de dejar de leerla»
Se
trata por tanto de conocer la palabra de Dios enseñada por la Iglesia, para
amar a Dios y conocer su plan y designio
sobre la familia, para que ésta sea una comunidad
íntima de vida y amor.
Y
poner en práctica la doctrina, es en la vida diaria con sus hechos, acontecimientos, dificultades
y problemas, donde la familia ha de mantener su amor y su fe.
Así se
hace realidad lo que Jesús dijo: “todo el que
oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa
sobre roca” (Mateo 7,24).
La
familia cristiana, a semejanza de la Iglesia, no solo es una comunidad creyente sino que además es
evangelizadora. Evangeliza en primer lugar con la educación cristiana de los
hijos, que empieza con el ejemplo, y sigue con la catequesis de la que los
padres se han de hacer responsables.
Y
evangeliza también en su ambiente, principalmente mediante el testimonio de una vida familiar
cristiana coherente con su fe.
La fe
lleva a la oración familiar y a la práctica de los Sacramentos como se ve en el siguiente punto.
5.
La familia en dialogo con Dios
La
familia, a semejanza de la Iglesia, se santifica mediante la oración, el ofrecimiento
y los sacramentos que dan la gracia.
-La oración.
Los
padres enseñan a rezar. Es fundamental su testimonio vivo; al rezar con los
hijos, la oración arraigará en el
corazón. Deben enseñar a los pequeños a rezar
con amor y confianza, a imagen de las relaciones íntimas en la familia.
Las
oraciones en común, han de ser pocas y perseverantes. Las oraciones más
recomendadas por la Iglesia son las
oraciones de la mañana y de la noche, la bendición de la mesa y el rezo del
rosario.
Es
conveniente añadir a la oración común, peticiones y acciones de gracia según
las diferentes circunstancias de la vida familiar. “Si dos de vosotros se
ponen de acuerdo en la tierra en pedir
algo, sea lo que fuere, lo conseguirán
de mi Padre que está en los cielos. Porque
donde están dos o tres reunidos en mi nombre,
allí estoy en medio de ellos”. María
la Madre de Cristo, cooperó con la redención y
es nuestra Madre en el orden de la gracia. Ella ayudó a los esposos en las bodas de Caná y es Madre
de la familia cristiana. En el rosario
rezamos a María y a Jesús meditando los
misterios de la Encarnación y de la
Redención. “La familia que reza unida el rosario reproduce un poco el clima de la casa de
Nazaret. Jesús está en el centro, se comparten con Él alegrías y dolores...”. La Virgen es la Madre de las
familias cristianas, de las Iglesias
domésticas”.
-El ofrecimiento de la propia vida.
Las
obras, la vida conyugal y familiar, el trabajo, el descanso, las gracias recibidas, los
sufrimientos, las pruebas e incomprensiones,
si se ofrecen a Dios y se aceptan por
amor, se convierten en gracia santificante
y en sacrificios espirituales que pueden ofrecerse en el ofertorio de la Misa. Los cristianos cada día
deben ofrecer su vida a Dios.
-Los sacramentos
Hemos
tratado ya el matrimonio, sacramento específico de la familia.
El
bautismo hace hijo adoptivo de Dios y miembro de la Iglesia, por esto es aconsejable
administrarlo poco después de
nacimiento.
Es
necesaria la ayuda de los padres en la preparación de los niños para la primera comunión y la
confirmación haciendo que la preparación y la recepción de estos sacramentos se vivan como parte de la
vida familiar.
Y
también la progresiva introducción de los hijos en la Eucaristía de los domingos para que todos
vivan como verdaderos cristianos.
6.
El reino de Cristo. La caridad
El
reino de Cristo es un reino espiritual: “Reino de verdad y de vida reino de
santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz”. Un reino en el cual
la misma creación, será liberada de la corrupción para participar en la libertad
de la gloria de los hijos de Dios.
La
familia es parte de este reino de Dios cuando forma una comunidad de personas
unida en el amor natural y en el amor a Dios.
Son
símbolo de esta realidad espiritual la devoción al Sagrado Corazón, la consagración
de la familia y la entronización del Sagrado Corazón. Estas devociones pueden
ayudar a la familia, para que en ella reine Cristo, en un clima de respeto,
aceptación, paz y alegría.
El
amor de Cristo lleva al servicio y al sacrificio por los demás. Esto edifica la
comunidad familiar cristiana.
Pero
la familia cristiana no debe encerrarse en si misma, sino que puede ser una
comunidad al servicio del hombre, permaneciendo abierta a la comunidad y practicando
la caridad en toda relación humana con los demás. Y especialmente con los más
necesitados, a través de las obras de misericordia. En primer lugar ayudando a
los miembros más débiles de la propia familia. Otras posibilidades son el
apostolado familiar, las asociaciones de familias, la adopción de niños, etc.
7.
La iglesia doméstica
Para
ver que la familia cristiana es una comunidad
“salvada” por la Iglesia, y que forma parte de la Iglesia y participa en
su misión de salvación, veamos primero la Iglesia y su misión de salvación.
Jesucristo Hijo de Dios, se hizo hombre para
conducirnos al amor de Dios, y a la caridad cristiana. Esta misión universal de salvación se efectúa
mediante:
·
La
Palabra de Dios, conservada en el Evangelio.
·
El
Sacrificio de la Cruz.
·
El
Reino de Dios, que se hace presente en la Iglesia.
La Iglesia .Jesús instituyó la Iglesia a la que
ama fielmente y hasta el extremo, dándose a sí mismo en el Sacrificio
Eucarístico.
Es
Esposo de la Iglesia, esto es el Gran Misterio por el que la Iglesia es santa, participa en la vida
de Dios, y en la misión universal de
salvación de Cristo.
La
Iglesia continúa la misión de salvación de Cristo con los medios que recibe de su Esposo:
·
Anunciar
el Evangelio.
·
La
Eucaristía y sacramentos.
·
La
caridad del Reino, que lleva a servir.
La
iglesia doméstica. Primero la Iglesia salva a la familia. Por el sacramento del
matrimonio los cónyuges participan en el
Gran Misterio del amor de Cristo a la Iglesia
.En la familia cristiana se une el amor natural y el amor a Dios.
Y
entonces participa como comunidad en la misión de salvación de la Iglesia: La familia cristiana
puede ser “iglesia doméstica” si coopera con la gracia que la lleva a edificarse como comunidad familiar
cristiana y a participar, dentro de su
propio ámbito, en la misión de salvación
de la Iglesia con la evangelización, santificación y caridad.