La Conferencia Episcopal Española publicó en mayo de 2013 "Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe"
La Conferencia Episcopal Española ha publicado el documento“Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe”. Se trata de un texto cuyo autor es la XCVII Asamblea Plenaria. La última Comisión Permanente, de 25 de febrero, le dio el visto bueno definitivo.
Dirigido a padres, sacerdotes, catequistas y profesores de religión
Elaborado por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, el documento acoge las orientaciones dadas por Benedicto XVI acerca de la llamada “emergencia educativa” y propone como una de las primeras respuestas de la Iglesia el “aunar esfuerzos, compartir experiencias, dedicar personas y priorizar recursos, con el fin de coordinar objetivos y acciones entre los diversos ámbitos: familia, parroquia y escuela, en orden a la transmisión de la fe, hoy”.
Dirigido a padres, sacerdotes, catequistas y profesores de religión
Elaborado por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, el documento acoge las orientaciones dadas por Benedicto XVI acerca de la llamada “emergencia educativa” y propone como una de las primeras respuestas de la Iglesia el “aunar esfuerzos, compartir experiencias, dedicar personas y priorizar recursos, con el fin de coordinar objetivos y acciones entre los diversos ámbitos: familia, parroquia y escuela, en orden a la transmisión de la fe, hoy”.
Las Orientaciones pastorales que ahora se publican “quieren ayudar a los padres de familias en su difícil y hermosa responsabilidad de educar a sus hijos; a los sacerdotes y catequistas en las parroquias en la paciente y apasionante misión de iniciar en la fe a las nuevas generaciones de cristianos; así como a los profesores de religión en los centros de enseñanza, estatales y de iniciativa social, católicos o civiles, preocupados y entregados a la noble tarea de formación de niños y jóvenes”.
El documento está estructurado en cinco capítulos: en el primero, se hace un breve análisis de las necesidades, dificultades y posibilidades de la transmisión de la fe en la familia cristiana, la catequesis parroquial y la enseñanza religiosa escolar; en el segundo, se trata de los responsables de la coordinación de objetivos y acciones; en el tercero, se exponen los servicios distintos y complementarios que corresponden a los diversos ámbitos; en el cuarto, se señalan las dimensiones específicas de estos servicios en la transmisión de la fe; y, en el quinto, se ofrecen aquellos medios que favorecen y ayudan a la transmisión de la fe, hoy, según las distintas situaciones de los destinatarios y las diversas responsabilidades de padres, catequistas y profesores.
Una propuesta en el contexto de la “nueva evangelización”
El primer capítulo comienza analizando los distintos factores que hoy “son signo y causa de un radical cambio de mentalidad respecto al valor de lo recibido por herencia y tradición” (dispersión, fragmentación de la persona, modelos de referencia poco consistentes, etc.). Todo ello ha repercutido de manera significativa en los lugares de transmisión de la fe: familia, escuela, ambiente, e incluso, en grupos de identidad eclesial. “Más allá de la resignación, el lamento, el repliegue o el miedo, los papas alientan a la Iglesia a revitalizar su propio cuerpo, poniendo en el centro a Jesucristo, el encuentro con él y la luz y la fuerza del Evangelio”.
El texto que ahora ofrecen los obispos se enmarca en este contexto de “nueva evangelización”. Aun reconociendo las dificultades que plantea la coyuntura actual, “estamos persuadidos –subrayan- de que desde una sana antropología, los niños, adolescentes y jóvenes poseen un gran depósito de bondad, de verdad y de belleza que los antivalores reseñados no pueden ocultar ni destruir. De hecho se advierte una sed generalizada de certezas, de valores y de objetivos elevados que orienten la propia vida”.
Responsables de la coordinación
En el segundo capítulo las Orientaciones pastorales inciden en que “transmitir o comunicar la fe es responsabilidad propia de todos los creyentes de cualquier edad y condición. Podemos decir que se trata de una tarea de corresponsabilidad entre los pastores de la Iglesia, padres de familia, catequistas, profesores, animadores de grupos, etc.”
Los obispos recuerdan el papel especial e insustituible que los laicos cristianos tienen en la comunicación de la fe, la importancia de que el empeño educativo se realice en comunión al servicio de la misión, y de esta manera va recorriendo las diferentes responsabilidades que se tienen en la parroquia, en el arciprestazgo, o en la escuela; en particular, en la escuela católica, que “debe ser un referente educativo no solo en su acción formativa, sino en el testimonio de las personas consagradas y profesores cristianos laicos. Este testimonio solo será eficiente si se realiza dentro de la espiritualidad de comunión eclesial”.
El servicio de la
familia, la parroquia y la escuela
El tercer apartado es un capítulo central en el documento y en él se especifica cuál es el servicio de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe. En él se reconoce a la familia como “primera escuela” e “iglesia doméstica”. “Los padres son los principales y primeros educadores. Ellos son el espejo en el que se miran los niños y adolescentes (…) La iniciación en la fe cristiana es recibida por los hijos como la transmisión de un tesoro que sus padres les entregan, y de un misterio que progresivamente van reconociendo como suyo y muy valioso. Los padres son maestros porque son testimonio vivo de un amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fiel reflejo del amor que Dios siente por ellos”.
Como “iglesia doméstica” que es, la función educadora de la familia no se queda en el testimonio, de por sí imprescindible, sino también en la presentación de los contenidos de la fe, adecuados a la edad de los hijos, y en ser el marco propicio donde se descubran, asuman y practiquen las virtudes cristianas, más aún en un ambiente social desfavorable.
Respecto a la acción catequética en la parroquia, se señala que “en la situación actual, todo el proceso de iniciación cristiana exige una atenta reflexión sobre su significado y su forma de realización”. Concierne a la parroquia promover el primer anuncio de llamada a la fe (no debe presuponerse siempre que el despertar religioso ha surgido en el seno de la familia), y se invita a que exista una relación, que resulta básica, entre iniciación cristiana familiar y catequesis parroquial.
Con respecto a la enseñanza religiosa en la escuela, en el documento se recuerda que se trata de “un derecho y un deber de los padres y alumnos católicos”, y en concreto en este capítulo se explica en qué consiste la peculiaridad de esta enseñanza: “presenta el mensaje y acontecimiento cristianos en sus elementos fundamentales, en forma de síntesis orgánica y explicitada de modo que entre en diálogo con la cultura y las ciencias humanas, a fin de procurar al alumno una visión cristiana del hombre, de la historia y del mundo, y abrirle desde ella a los problemas del sentido último de la vida”.
La religión no es solo una realidad interior, aunque esto para el creyente sea lo decisivo; la religión ha sido a lo largo de la historia, como lo es en el momento actual, un elemento integrante del entramado social humano y un ineludible hecho cultural. “Por ello, los contenidos fundamentales de la religión dan claves de interpretación de las civilizaciones. Y si la religión es un hecho cultural importante que subyace en el seno de nuestra sociedad, es evidente que su incorporación a la escuela enriquece y es parte importante del bagaje cultural del alumno”.
Frente a algunas voces que cuestionan la presencia de la religión en la escuela, en el texto se ofrecen algunos motivos que autorizan su presencia, como son por ejemplo el hecho de que sea necesaria para “comprender la civilización europea en la que estamos sumergidos”, el que esta enseñanza, bien realizada, “favorece la unidad interior del alumno creyente”, y el hecho de que “brinde al alumno motivos para vivir, le ofrezca valores morales a los que adherirse y le indique caminos para orientar su comportamiento”.
Por último, la enseñanza de la religión tiene también una evidente dimensión evangelizadora. “Siguiendo las orientaciones de Benedicto XVI, hemos de subrayar que la enseñanza religiosa, lejos de ser solamente una comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es performativa. Por ello, esta materia no puede reducirse a un mero tratado de religión o de ciencias de la religión, como desean algunos; debe conservar su auténtica dimensión evangelizadora de transmisión y de testimonio de fe. Por ello, los profesores deben ser conscientes de que la enseñanza religiosa escolar ha de hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la fe, en igualdad académica con el resto de los demás saberes, haciendo posible el discernimiento de la cultura que se transmite en la escuela y respondiendo a los interrogantes de los alumnos, en especial a la gran pregunta sobre el sentido de la vida”.
Elementos al servicio de la transmisión de la fe
El cuarto capítulo recoge, de forma práctica, los elementos al servicio de la transmisión de la fe en la familia, la parroquia y la escuela. “Uno de los elementos a tener en cuenta a la hora de coordinar la educación cristiana –comienza diciendo el texto- es el de las dimensiones específicas de cada institución y es particularmente necesario en lo que se refiere a los contenidos. Cuidando lo característico y propio, se favorece mejor lo complementario”.
La familia debe cuidad el despertar religioso del niño, su capacidad de admiración y ayudarle a descubrir a Dios, también en la oración. La catequesis debe tener en cuenta la síntesis de la fe desde la vivencia y la escuela, por su parte, la síntesis de fe desde el saber.
El texto propone una serie de contenidos que orientan un itinerario orgánico y sistemático; ofrece un itinerario marco para la formación religiosa de los adolescentes; y detalla referencias concretas a la psicología de la adolescencia, dado que el mensaje cristiano es sembrado en una “tierra abonada de elementales necesidades y de sorprendentes posibilidades”, donde conviene tener en cuenta de manera muy especial cuestiones como la libertad, la confianza, la amistad, la compañía y la celebración.
Medios y modos
Las Orientaciones pastorales terminan con un capítulo dedicado a los medios y modos para la coordinación en la transmisión de la fe. Repasa las situaciones que hay que tener en cuenta a las distintas edades; urge a los padres, catequistas, profesores y alumnos a dar testimonio cristiano; y repasa los medios y servicios mutuos que hay que tener en cuenta y prestar en los distintos ámbitos. “Los catequistas, profesores y padres, interrelacionados, han de ofrecer un testimonio coherente y concorde con los valores que la enseñanza religiosa propone y fundamente, así como han de valorarse positivamente en aquello que cada uno realiza según su función”.
“Invitamos a todas las instituciones implicadas –concluyen los obispos- a colaborar en este proyecto al servicio de la transmisión de la fe. Formar a las nuevas generaciones siempre ha sido una labor ardua, pero gratificante. En las circunstancias actuales que nos toca vivir, podemos afirmar a que es un tarea difícil, pero apasionante. Hoy, necesitamos educadores en la fe que sean maestros y testigos: o, mejor, testigos para ser maestros” (…) Es una ocasión para fomentar, de nuevo, la educación cristiana a todos los niveles y ofrecerla como alternativa a otras. La Conferencia Episcopal Española estudiará las posibilidades de un proyecto educativo católico que contemple una visión coherente, armónica y completa del hombre, con objetivos, acciones y medios adecuados, y que sirva como marco de referencia para todas las instituciones educativas católicas. En palabras del beato Juan Pablo II, somos conscientes de que está en juego el futuro de la transmisión de la fe y su realización”.
El tercer apartado es un capítulo central en el documento y en él se especifica cuál es el servicio de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe. En él se reconoce a la familia como “primera escuela” e “iglesia doméstica”. “Los padres son los principales y primeros educadores. Ellos son el espejo en el que se miran los niños y adolescentes (…) La iniciación en la fe cristiana es recibida por los hijos como la transmisión de un tesoro que sus padres les entregan, y de un misterio que progresivamente van reconociendo como suyo y muy valioso. Los padres son maestros porque son testimonio vivo de un amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fiel reflejo del amor que Dios siente por ellos”.
Como “iglesia doméstica” que es, la función educadora de la familia no se queda en el testimonio, de por sí imprescindible, sino también en la presentación de los contenidos de la fe, adecuados a la edad de los hijos, y en ser el marco propicio donde se descubran, asuman y practiquen las virtudes cristianas, más aún en un ambiente social desfavorable.
Respecto a la acción catequética en la parroquia, se señala que “en la situación actual, todo el proceso de iniciación cristiana exige una atenta reflexión sobre su significado y su forma de realización”. Concierne a la parroquia promover el primer anuncio de llamada a la fe (no debe presuponerse siempre que el despertar religioso ha surgido en el seno de la familia), y se invita a que exista una relación, que resulta básica, entre iniciación cristiana familiar y catequesis parroquial.
Con respecto a la enseñanza religiosa en la escuela, en el documento se recuerda que se trata de “un derecho y un deber de los padres y alumnos católicos”, y en concreto en este capítulo se explica en qué consiste la peculiaridad de esta enseñanza: “presenta el mensaje y acontecimiento cristianos en sus elementos fundamentales, en forma de síntesis orgánica y explicitada de modo que entre en diálogo con la cultura y las ciencias humanas, a fin de procurar al alumno una visión cristiana del hombre, de la historia y del mundo, y abrirle desde ella a los problemas del sentido último de la vida”.
La religión no es solo una realidad interior, aunque esto para el creyente sea lo decisivo; la religión ha sido a lo largo de la historia, como lo es en el momento actual, un elemento integrante del entramado social humano y un ineludible hecho cultural. “Por ello, los contenidos fundamentales de la religión dan claves de interpretación de las civilizaciones. Y si la religión es un hecho cultural importante que subyace en el seno de nuestra sociedad, es evidente que su incorporación a la escuela enriquece y es parte importante del bagaje cultural del alumno”.
Frente a algunas voces que cuestionan la presencia de la religión en la escuela, en el texto se ofrecen algunos motivos que autorizan su presencia, como son por ejemplo el hecho de que sea necesaria para “comprender la civilización europea en la que estamos sumergidos”, el que esta enseñanza, bien realizada, “favorece la unidad interior del alumno creyente”, y el hecho de que “brinde al alumno motivos para vivir, le ofrezca valores morales a los que adherirse y le indique caminos para orientar su comportamiento”.
Por último, la enseñanza de la religión tiene también una evidente dimensión evangelizadora. “Siguiendo las orientaciones de Benedicto XVI, hemos de subrayar que la enseñanza religiosa, lejos de ser solamente una comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es performativa. Por ello, esta materia no puede reducirse a un mero tratado de religión o de ciencias de la religión, como desean algunos; debe conservar su auténtica dimensión evangelizadora de transmisión y de testimonio de fe. Por ello, los profesores deben ser conscientes de que la enseñanza religiosa escolar ha de hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la fe, en igualdad académica con el resto de los demás saberes, haciendo posible el discernimiento de la cultura que se transmite en la escuela y respondiendo a los interrogantes de los alumnos, en especial a la gran pregunta sobre el sentido de la vida”.
Elementos al servicio de la transmisión de la fe
El cuarto capítulo recoge, de forma práctica, los elementos al servicio de la transmisión de la fe en la familia, la parroquia y la escuela. “Uno de los elementos a tener en cuenta a la hora de coordinar la educación cristiana –comienza diciendo el texto- es el de las dimensiones específicas de cada institución y es particularmente necesario en lo que se refiere a los contenidos. Cuidando lo característico y propio, se favorece mejor lo complementario”.
La familia debe cuidad el despertar religioso del niño, su capacidad de admiración y ayudarle a descubrir a Dios, también en la oración. La catequesis debe tener en cuenta la síntesis de la fe desde la vivencia y la escuela, por su parte, la síntesis de fe desde el saber.
El texto propone una serie de contenidos que orientan un itinerario orgánico y sistemático; ofrece un itinerario marco para la formación religiosa de los adolescentes; y detalla referencias concretas a la psicología de la adolescencia, dado que el mensaje cristiano es sembrado en una “tierra abonada de elementales necesidades y de sorprendentes posibilidades”, donde conviene tener en cuenta de manera muy especial cuestiones como la libertad, la confianza, la amistad, la compañía y la celebración.
Medios y modos
Las Orientaciones pastorales terminan con un capítulo dedicado a los medios y modos para la coordinación en la transmisión de la fe. Repasa las situaciones que hay que tener en cuenta a las distintas edades; urge a los padres, catequistas, profesores y alumnos a dar testimonio cristiano; y repasa los medios y servicios mutuos que hay que tener en cuenta y prestar en los distintos ámbitos. “Los catequistas, profesores y padres, interrelacionados, han de ofrecer un testimonio coherente y concorde con los valores que la enseñanza religiosa propone y fundamente, así como han de valorarse positivamente en aquello que cada uno realiza según su función”.
“Invitamos a todas las instituciones implicadas –concluyen los obispos- a colaborar en este proyecto al servicio de la transmisión de la fe. Formar a las nuevas generaciones siempre ha sido una labor ardua, pero gratificante. En las circunstancias actuales que nos toca vivir, podemos afirmar a que es un tarea difícil, pero apasionante. Hoy, necesitamos educadores en la fe que sean maestros y testigos: o, mejor, testigos para ser maestros” (…) Es una ocasión para fomentar, de nuevo, la educación cristiana a todos los niveles y ofrecerla como alternativa a otras. La Conferencia Episcopal Española estudiará las posibilidades de un proyecto educativo católico que contemple una visión coherente, armónica y completa del hombre, con objetivos, acciones y medios adecuados, y que sirva como marco de referencia para todas las instituciones educativas católicas. En palabras del beato Juan Pablo II, somos conscientes de que está en juego el futuro de la transmisión de la fe y su realización”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario