No nos resignemos ante
el mal. Dios es Amor que ha vencido al mal con la muerte y resurrección de
Cristo.
Nuestra oración no se puede reducir a una hora el domingo; es
importante tener una relación cotidiana con el Señor.
Queridos jóvenes, no
tengan miedo a dar pasos definitivos en la vida. Tengan confianza, el Señor no
los abandonará.
¡Señor, ten piedad!
Muchas veces nuestras vidas cómodas nos ofuscan y nos impiden ver a los que
mueren a nuestro lado.
Cuando nos encontremos con la cruz, digamos a María:
¡Madre nuestra, danos fuerza para aceptar y abrazar la cruz!
El misterio de la cruz, misterio de amor, sólo se puede comprender en la
oración. Recen y lloren de rodillas ante la cruz.
El secreto de la
vida cristiana es el amor. Sólo el amor llena los vacíos, las profundidades
negativas que el mal crea en los corazones.
La misericordia es
lo único que puede salvar al hombre y al mundo del pecado y del mal.
Queridos jóvenes, ustedes tienen muchos proyectos y
sueños para el futuro. ¿Ponen a Cristo en el centro de sus proyectos y de sus
sueños?
¿Rezamos de verdad?
Sin una relación constante con Dios, es difícil llevar una vida cristiana
auténtica y coherente.
Donde haya odio y
oscuridad, pongamos un poco de amor y de esperanza, para darle un rostro más humano
a la sociedad.
Todos los matrimonios pasan por momentos difíciles, pero
estos encuentros con la Cruz nos fortalecen para recorrer el camino del amor.
No nos hacemos
cristianos por nuestras propias fuerzas. La fe es un don de Dios que se nos da
en la Iglesia y por medio de la Iglesia.
¡El perdón de Dios es más fuerte que cualquier pecado!
Pidamos al Señor ternura para ver a los pobres con
comprensión y amor, sin cálculos y sin temores.
La
Iglesia no tiene otra razón de ser ni otra finalidad que dar testimonio de
Jesús. No lo olvidemos.
La
verdadera caridad es un poco atrevida: no tengamos miedo a ensuciarnos las
manos para ayudar a los más necesitados.
Cristo siempre es fiel. Pidamos para que
también nosotros le seamos siempre fieles.
Todos somos pecadores, pero vivamos la alegría del
perdón de Dios y tengamos confianza en su misericordia.
Hay
muchos indigentes en el mundo de hoy. ¿Me encierro en mis cosas, o estoy atento
a quien necesita ayuda?
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