El análisis descarnado de
psicólogos, sociólogos, expertos en bioética nos señalan la raíz y perfil de la
crisis entre padres e hijos, entre generaciones. Pero también el testimonio de
dos padres nos habla de cuál es la solución. «Los adultos están faltando a su
cita con su responsabilidad de transmisión, de la vida, de lo humano y de la
fe. Pero esta ruptura de la alianza entre las generaciones está relacionada con
la ruptura de la alianza con Dios».
La afirmación, fue manifestada por
Monseñor Vincenzo Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, al
abrir el debate el pasado 15 de noviembre en el evento «He recibido, he
transmitido»,promovido por el Pontificio Consejo para la Familia sobre la
alianza inter-generacional y que se celebró en Roma en la Sala de
Congresos del Palazzo San Calisto los días14 y 15 noviembre y que convocó a
connotados psicólogos, sociólogos y otros profesionales para analizar la
«crisis de la alianza entre las generaciones» (particularmente padres e hijos).
La raíz y
perfil de la crisis
El psicoanalista Massimo Recalcati, uno de
los conferencistas invitados, ya en 2012 y desde el diario italiano La
Repubblica alertaba sobre esta crisis analizada en el referido evento: «El
problema –escribía el profesional- es aquél de la ausencia de cuidados que los
adultos manifiestan hacia las nuevas generaciones; el resquebrajamiento del discurso
educativo, que la ideología hiperhedonista ha considerado necesario liquidar
como discurso represivo. No es que los adultos en general no estén
preocupados por el futuro de sus hijos, pero la preocupación no coincide con
hacerse cargo. Aquello que debemos constatar con amargura es que nuestro tiempo
está marcado por una profunda alteración de los procesos de filiación simbólica
de las generaciones. Como en una suerte de Edipo invertido, son los padres los
que matan a sus hijos…»
Mauro Magatti, sociólogo también invitado
por el dicasterio vaticano a la reflexión, explicitó el fondo de esa ideología
hiperhedonista mencionada por Recalcati, afirmando que la crisis actual ocurre
pues «una vez declarado que Dios ha muerto, el hombre reivindica para
sí la omnipotencia de Dios y se convierte en prepotente,
individualista y narcisista».
Enriqueciendo el análisis de sus colegas,
desde Chile el destacado psicólogo Cristián Saavedra apunta a una diversidad de
indicadores como coadyuvantes de la referida crisis: «Un factor determinante es
que la familia ha dejado de ser el núcleo básico de la sociedad y el
centro es el individuo. Así principios como la vida y la libertad quedan
sujetos a ser vividos según fuere la valoración y subjetividad personal,
desestimando su realidad de principios ordenadores que me permiten plantearme
frente a los dilemas morales... Por lo tanto domina una moral individual y no
social. Pero también un positivo impulso al desarrollo de la mujer, cual es su
entrada al mundo laboral, puede agudizar la crisis por dos factores; uno es que
las reglas del mundo laboral están construidas bajo roles masculinos y dos que
la mujer mantiene su rol en el hogar. Se exige a la mujer aceptar aquello en
vez de adaptarse la sociedad a su incorporación al mundo laboral desde su rol
materno. También el reinado de la tecnología que avanza más rápido de lo que
somos capaces de aprehender a utilizarla y nos fomenta la cultura de lo
desechable es un factor que incide en la crisis, exigiéndonos estar en
constante adaptación, hiper-conectados al presente y perdiendo de vista otras
realidades de nuestro ser. Olvidamos por ejemplo que según nuestros hijos ven
como tratamos a nuestros abuelos o adultos mayores será el modelo de relación
padre-hijo que ellos enseñamos a nuestros hijos».
Continuando el análisis de Saavedra, el
psicoanalista francés, Guy Corneau, en su libro «Père manquant, fils manqué»
(padre faltante, hijo «malogrado», «fallido») advierte, desde su área de
especialidad, una de las más conocidas consecuencias que implica para el
desarrollo de los hijos la ausencia del padre: «La ausencia de atención de un
padre tiene por consecuencia ladificultad en la asunción de una identidad
masculina, la falta de sentirse confirmado y reconocido por la presencia
del padre, para asumir una identidad adulta».
A la luz de las ponencias Monseñor Paglia
advertía ante los medios de comunicación que hoy está en peligro «el vínculo de
herencia cultural y espiritual entre las generaciones, en latransmisión de
una visión del mundo y del ser humano, y por lo tanto también la
transmisión de la fe». Pero desde la fe, se abre una fuerza transformadora que
hace de la crisis no sólo un hecho a constatar, analizar y denunciar, sino
además una experiencia de crecimiento y que está disponible para todos…
Misión de los
padres: la redención
Alejandro Rozitchner, escritor y filósofo
argentino, declarado ateo, reconoció en una columna publicada por diario La
Nación de su país, que durante sus tres primeras décadas de vida careció
completamente del deseo de ser padre. «No lo entendía. No me parecía que eso de
tener hijos fuera taaaaan relevante como se decía. Incluso sentía (tal vez
inspirado por las dificultades de mi historia) que la familia era un formato
burgués de acomodamiento». Señala luego que evolucionó gracias a su
esposa y la disponibilidad que tuvo a dejarse permear.
Así, hablando de la propia experiencia
como padre, este filósofo ateo desafía a otros hombres señalando: «Tener hijos
es lo más importante que vamos a hacer en nuestra vida (…) No vale
decir «los quiero tanto que me muero por ellos» y después irse a practicar
tenisencarnizadamente cuando sería el momento de estar. Amor es presencia,
no impostura de emoción que no sabe abrirse camino. Amor es cuidado, detalles
esmerados, atención. Amor es disfrute sensual de estar juntos y mirar el mundo
en paralelo mientras nos sea posible».
¿Pero es
suficiente con el afecto, el cuidado y la protección?
Joseph McInerney, columnista de Fathers
for good, plataforma de la organización católica «Caballeros de Colón», casado
y padre de cinco hijos, responde la pregunta –completando a Rozitchner-
afirmando que la experiencia de la paternidad alcanza su plenitud sólo en quien
vive su alianza con Dios: «El papel de Cristo en la Tierra se puede describir
como una misión. Dios Padre envía a su único Hijo para reconciliar al mundo con
Dios. En otras palabras, la misión de Jesús es nada menos que salvar las almas
de toda la gente de todos los tiempos. La misión de los padres modernos
es, al igual que la de Cristo, la salvación de las almas… principalmente, la
salvación de su familia. Más allá de la diferencia en magnitud, los padres
tenemos a nuestra disposición los mismos métodos (de Cristo) para cumplir esta
misión de salvación. En lo más profundo, entonces, la paternidad es un llamado
a la santidad. El ejemplo de Cristo demuestra que la santidad consiste en el
regalo radical de entregarse a los otros».
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