El Papa visitó
ayer por la tarde el monasterio de San Antonio abad de las monjas benedictinas
camaldulenses en la colina romana del Aventino, con motivo de la Jornada de la
Vida Contemplativa y del Año de la Fe que está a punto de concluir. El Obispo
de Roma fue recibido por la abadesa, sor Michella Porcellato y entró en la
iglesia donde lo esperaban las 21 monjas de la comunidad. Allí presidió las
vísperas, según el rito camaldulense y después de una breve adoración
eucarística, pronunció una meditación de la que publicamos amplios extractos.
“María es la
madre de la esperanza, el icono más expresivo de la esperanza cristiana. Su
vida entera es un conjunto de actitudes de esperanza, empezando por el “sí” de
la Anunciación... Después en Belén, donde el que había sido anunciado como el
Salvador de Israel y como el Mesías nace en la pobreza. Luego, mientras se
encuentra en Jerusalén para presentarlo en el templo y, mezclada a la alegría
de los ancianos Simón y Ana, está la promesa de una espada que le atravesaría
el corazón y la profecía de un signo de contradicción”.
“María se da
cuenta de que la misión y la misma identidad de ese Hijo, superan su ser
madre... Y, no obstante, frente a estas dificultades y sorpresas del proyecto
de Dios, la esperanza de la Virgen no vacila jamás. ¡Mujer de esperanza!. Esto
nos dice que la esperanza se nutre de escucha, de contemplación, de paciencia
para que los tiempos del Señor maduren...Con el principio de la vida pública,
Jesús se convierte en el Maestro y el Mesías...y se convierte cada vez más en
el signo de contradicción que el anciano Simeón había anunciado. Al pie de la
cruz, es mujer del dolor y, al mismo tiempo, de la vigilante espera de un
misterio más grande del dolor, que está por cumplirse. Parece que todo se
hubiera acabado, todas las esperanzas extinguidas. Ella también, en aquel
momento, recordando las promesas de la anunciación, habría podido decir: no se
han cumplido, me han engañado. Pero no lo ha dicho. Bienaventurada porque ha
creído, porque de su fe ve brotar el futuro nuevo y aguarda con esperanza el
mañana de Dios”.
“A veces
pienso.¿Sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el hoy?. El mañana de
Dios es, para ella, el alba de la mañana de Pascua...La única lámpara encendida
en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre, que en ese momento es la
esperanza de toda la humanidad. Os pregunto a vosotras y a mí mismo: “¿En los
monasterios todavía está encendida esa lámpara? ¿En los monasterios se espera
el mañana de Dios?”.
“En María,
presente en cada momento de la historia de la salvación vemos un testimonio de
esperanza sólida. Ella,madre de esperanza, nos sostiene en los momentos de
oscuridad, de dificultad, de desconsuelo, de aparente fracaso o de verdadero
fracaso humano”.
Pubblicato da VIS
Archive 01 el viernes, noviembre 22, 2013
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