«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


18 de abril de 2014

GETSEMANÍ








Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. (Lc 22,44)

Entiendo tus sudores en el huerto
-aunque entienda no más que de cabeza-,
admiro con espanto la entereza                         
de no quedarte en esta noche muerto.

Entiendo que cayeran chorretones
de sangre por tu cuerpo tembloroso,
no entiendo que aguantaras el acoso
de ver pecado en todos tus rincones.

¿En dónde está el cordero inmaculado?
¿En dónde la belleza y la inocencia,
sangre y barro el rostro demudado?

Ante el Padre; insufrible presencia
la del Hijo de Dios empecatado,
llorando en infinita turbulencia.


II

Se espesa la inmundicia de la historia
en las fibras del alma inmaculada,
su ser virginal, carne empecatada;
no hay rastro de bien en su memoria.

Por sus labios desfilan insolencias,
por su mente, mentiras y temores,
por sus manos, delitos y violencias,
por su corazón, odios y rencores.

Un rebozo de infierno lo reboza,
y hasta lo más profundo se estremece;
tiembla y llora, suda sangre, solloza,

el alma transparente se ennegrece,
y una angustia de muerte lo destroza.
La tierra grita, el cielo enmudece.


III

Getsemaní es no comprender nada.
Getsemaní es ver al Ser temblando,
es saber a Dios-Fuerte tiritando,
es la muerte de Dios adelantada.

Getsemaní es el fragor de una guerra,                    
que libran voluntades divididas
en dos naturalezas desunidas.
Es la cruda venganza de la tierra.

Es la noche terrible, turbadora,
que, tras la Primera Eucaristía,
álzase, en poco más de media hora,

y ahoga, en insólita agonía,
al Hijo de Dios que al Padre llora,
al Uno-en-Dios que implora compañía.




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