A las 12.00 de este domigo, 20 de abril,
desde la Loggia central de la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco ha
dirigido a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y a cuantos lo
escuchen por radio y televisión y las nuevas tecnologías de comunicación, el
Mensaje y la felicitación pascual que publicamos a continuación.
Queridos hermanos y hermanas, Feliz y
santa Pascua.
El anuncio del ángel a las mujeres
resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «Vosotras no temáis, ya sé
que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha resucitado... Venid a
ver el sitio donde lo pusieron».
Esta es la culminación del Evangelio,
es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este
acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no
hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la
Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí
reemprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es
este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero
Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte.
En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al
mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.
Por esto decimos a todos: «Venid y
veréis». En toda
situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena
Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es
un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los
heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer
junto al enfermo, al anciano, al excluido... «Venid y veréis»: El amor es más fuerte, el amor da
vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos
hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos
podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos;
que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del
hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a
menudo somos cómplices.
Haz nos disponibles para proteger a los
indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces
sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos
afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia,
y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a
causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden
celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente
arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos,
secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia
tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su
vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen
todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.
Te pedimos por Siria: la amada Siria,
que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda
humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para
sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de
negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Jesús glorioso, te rogamos que
consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y sostengas las
esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y
palestinos.
Te invocamos para que se ponga fin a los
enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces
ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del
Sur.
Y te pedimos por Venezuela, para que los
ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.
Que port u resurrección, que este año
celebramos junto con las iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos
que ilumines e inspires iniciativas de paz los esfuerzos en Ucrania, para que
todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a
cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de
unidad y diálogo, el futuro del País. Que como hermanos puedan hoy cantar
Xphctoc Boc9pec.
Te rogamos, Señor, por todos los
pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida,
danos tu paz. "Christus surrexit, venite et videte!" Queridos
hermanos y hermanas, feliz Pascua.
Tras la bendición, el Santo Padre ha
añadido:
Renuevo mi felicitación pascual a todos
los que, llegados desde todas las partes del mundo, os habéis reunido en esta
Plaza. Hago extensiva esta felicitación pascual a cuantos se unen a nosotros a
través de los medios de comunicación social. Llevad a vuestras familias y a
vuestras comunidades la alegre noticia de que Cristo nuestra paz y nuestra
esperanza ha resucitado.
Gracias por vuestra presencia, por
vuestra oración y por vuestro testimonio de fe. Un recuerdo particular y
agradecido por el regalo de las bellísimas flores, que vienen de Holanda.
Buena Pascua a todos.
(20 de abril de 2014) ©
Innovative Media Inc.
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