«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


5 de agosto de 2014

LA SOCIEDAD QUE DESCONOCE EL AMOR

El amor en sus diversas manifestaciones ágape, eros, philia, xenia, que es el fundamento del ser humano, no existe para las ciencias sociales. ¿Cómo pueden entonces entender la realidad? La sociología, la economía, la más colonizadora de las ramas del saber, la propia historia y la antropología, a duras penas, y ya en otro campo conexo, la psiquiatría, ignoran el amor. Escojamos la economía, por ser ella quien en mayor medida marca la pauta. Desde la teoría neoclásica se ha enriquecido con diversos aportes y conceptos que operan en el desenvolvimiento económico, teorías endógenas, neo institucionales, capital humano, capital social, teoría de juegos, ahí no hay ningún espacio para algún tipo de amor. Es, en otros términos, lo que apuntaba Benedicto XVI en Caritas in veritate. Pero el amor está ahí, presente, seguramente cada vez menos, porque sin él no se explica el acto humano -el que precisamente estudia la economía-. No existiría una parte determinante de las manifestaciones artísticas, como la literatura, las artes plásticas, el teatro, la cinematografía, sin amor, de donación, de concupiscencia, de reciprocidad, de fraternidad filial al extraño, a los otros ciudadanos por ser miembros de la misma comunidad. Está, pero en la teoría no existe. ¿Cómo podemos construir algo real y solido en base a este absurdo?

En la práctica política, a pesar de que dice buscar el bien de los ciudadanos, el concepto de amor es desconocido. Pero, para que pueda realizarse un fin compartido, el bien común, el medio básico para alcanzarlo es la concordia, la amistad civil aristotélica, una forma de amor sin embargo que ni está ni se la espera. ¿Cómo se pueden solucionar así los grandes problemas? Al contrario, de esta manera, solo se consigue multiplicarlos. La política es una práctica para transformar la realidad, o para mantenerla, pero esto es un medio, el fin es el bienestar de las personas. Pero, seriamente, razonablemente, ¿cabe esperar tal logro sin ningún tipo de amor?

Esta ausencia de amor se extiende también al ámbito estrictamente personal. No podía ser de otra manera, porque el ser humano piensa y decide dentro de marcos de referencia, y en el nuestro el amor carece de existencia. Por eso el filósofo alemán de origen coreano, Byung-Chul Han, puede escribir: “Hoy el amor se positiva en sexualidad, sometida al dictado del rendimiento. El sexo es rendimiento. Y la sensualidad un capital que ha de aumentar. El cuerpo equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. Pero no se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se le puede consumir. Así, la persona ha sido fragmentada en objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual”.  Y eso, sostenemos, es una más de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. El sexo por sí solo entendido como relación no confiere ninguna identidad, solo crea seres fragmentados, como escribe Byung-Chul, pero al mismo tiempo esta sociedad afirma la búsqueda de la identidad -este es uno de los principios de la ideología de género- en la relación sexual. Ese es el principio indiscutible -según ellos- de la afirmación gay y lésbica, de la justificación de la transexualidad, bisexualidad e intersexualidad como identidades humanas completas y distintas. Pero ahí no hay tal cosa, solo una vivencia fragmentada de lo humano, y como mucho un valor de cambio y de rendimiento sexual, de ahí la insatisfacción permanente por que no se realiza lo anunciado la consecución gozosa de la propia identidad por mucho que se legisle a su favor.

Recuperar el sentido del amor en todas sus dimensiones es la gran tarea política de nuestro tiempo, y en ella solo el cristianismo es capaz de aportar las razones y motivaciones necesarias y masivas. Esa es la tarea: enseñar a amar, es decir a practicar la donación, la gratuidad, el servicio de nuestros actos, de construir en la reciprocidad para el bien del otro y de la comunidad. Pero, para que tal bien se realice entre los avatares de la vida cotidiana, es necesario que la vida humana, personal y colectiva, cultive la capacidad de realizar prácticas buenas, las virtudes, sin las que ningún bien, ningún valor, puede realizarse. Amor y virtud, esa es la gran obra que necesita nuestro tiempo.

ForumLibertas.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario