«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


13 de marzo de 2016

PAPA FRANCISCO: AUDIENCIA JUBILAR: “SER MISERICORDIOSOS, SIGNIFICA SEGUIR A JESÚS EN EL CAMINO DEL SERVICIO”

Texto y audio completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nos estamos acercando a la fiesta de la Pascua, misterio central de nuestra fe. El Evangelio de Juan – como hemos escuchado – narra que antes de morir y resucitar por nosotros, Jesús ha cumplido un gesto que se ha esculpido en la memoria de los discípulos: el lavatorio de los pies. Un gesto inesperado e impresionante, al extremo que Pedro no quería aceptarlo. Quisiera detenerme sobre las palabras finales de Jesús: «Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? [...] Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros» (13,12.14). De esta forma Jesús señala a sus discípulos el servicio como el camino a  recorrer para vivir la fe en Él y dar testimonio de  su amor. El mismo Jesús ha aplicado a si la imagen del “Siervo de Dios” utilizada por el profeta Isaías. Él, que es el Señor, ¡se hace siervo!  Lavando los pies a los apóstoles, Jesús ha querido revelar la manera de actuar de Dios con nosotros, y dar el ejemplo de su «mandamiento nuevo» (Jn 13,34) de amarnos unos a otros como Él nos ha amado, osea dando la vida por nosotros. El mismo Juan lo escribe en su Primera Carta: «En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. […] Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad» (3,16.18).
El amor, pues, es el servicio concreto que damos los unos a los otros. El amor no es sólo palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido, como Jesús mismo ha dicho: «Que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha» (Mt 6,3). Esto implica poner a disposición los dones que el Espíritu Santo nos ha donado, para que la comunidad pueda crecer (Cfr. 1 Cor 12,4-11). Además, se expresa en el compartir los bienes materiales, para que ninguno se encuentre en necesidad. Esto del compartir y de la dedición a quien está en la necesidad es un estilo de vida que Dios sugiere también a muchos cristianos, como camino de auténtica humanidad.
Por último, no olvidemos que lavando los pies a sus discípulos y pidiendo a ellos hacer lo mismo, Jesús nos ha invitado también a confesar mutuamente nuestras faltas y a rezar los unos por los otros para sabernos perdonar de corazón. En este sentido, recordemos las palabras del santo obispo Agustín cuando escribía: «No desprecie el cristiano de hacer lo mismo que hizo Cristo. Porque cuando el cuerpo se inclina hasta los pies del hermano, también en el corazón se enciende, y si ya estaba se alimenta, el sentimiento de humildad […] Perdonémonos mutuamente nuestras faltas y oremos juntos por nuestras culpas y así de este modo nos lavaremos los pies recíprocamente» (In Joh 58,4-5).
El amor, la caridad y el servicio, ayudar a los demás, servir a los otros. Hay tanta gente que pasa la vida así, en el servicio a los demás. La semana pasada he recibido una carta de una persona que me decía que me agradecía por el Año de la Misericordia; me pedía orar por ella, para que pudiera estar más cerca del Señor. La vida de esta persona era cuidar a la mamá y al hermano; la mamá en cama, anciana, lúcida pero no se podía mover y el hermano discapacitado, en una silla de ruedas. Esta persona, su vida, era servir, ayudar. ¡Y esto es amor! Cuando te olvidas de ti mismo y piensas en los demás: ¡esto es amor! Y con el lavatorio de los pies el Señor nos enseña a ser servidores, más siervos, como Él ha sido siervo por nosotros, por cada uno de nosotros.
Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, ser misericordiosos como el Padre significa seguir a Jesús en el camino del servicio. Gracias.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera, Renato Martínez - Radio Vaticano)


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