Palabras del Papa Francisco antes de rezar el Ángelus
dominical
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy Jesús nos invita a reflexionar sobre dos estilos de vida
contrapuestos: aquel mundano y aquel del Evangelio. El espíritu del mundo no es
el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante la narración de la parábola del
administrador infiel y corrupto, que es alabado por Jesús no obstante su
deshonestidad (Cfr. Lc 16,1-13). En seguida, es necesario precisar que este
administrador no es presentado como un modelo a seguir, sino como un ejemplo de
astucia. Este hombre es acusado de una mala gestión de los negocios de su amo
y, antes de ser echado, busca astutamente cautivar la benevolencia de los
deudores, condonando a ellos una parte de la deuda para asegurarse así un
futuro. Comentando este comportamiento, Jesús observa: «Los hijos de este mundo
son más astutos en su trato con lo demás que los hijos de la luz» (v. 8).
A tal astucia mundana nosotros estamos llamados a responder
con la astucia cristiana, que es un don del Espíritu Santo. Se trata de
alejarse del espíritu y de los valores del mundo, que tanto gustan al demonio,
para vivir según el Evangelio. Y la mundanidad, ¿Cómo se manifiesta? La
mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción, de engaño, de
prepotencia, y constituyen el camino más equivocado, el camino del pecado,
porque la una te lleva a la otra, ¡eh! Es como una cadena, a pesar – es verdad
– que esa sea la más cómoda de recorrer, generalmente. En cambio, el espíritu
del Evangelio requiere un estilo de vida serio – serio pero gozoso, ¡eh! Lleno
de alegría – y comprometido, impostado en la honestidad, en la rectitud, en el
respeto a los demás y a su dignidad, en el sentido del deber. ¡Y esta es la
astucia cristiana!
El recorrido de la vida necesariamente implica una elección
entre estos dos caminos: entre honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e
infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre el bien y el mal. No se puede
oscilar entre la una y la otra, porque se mueven sobre lógicas diversas y
contrastantes. El profeta Elías decía al pueblo de Israel que caminaba sobre
estas vías: “Ustedes cojean con los dos pies”. Es una bella imagen. Es
importante decidir qué dirección tomar y luego, una vez decidida aquella justa,
caminar con impulso y determinación, encomendándose a la gracia del Señor y a
la ayuda de su Espíritu. Fuerte y categórico es la conclusión del pasaje
evangélico: «Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a
uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al
segundo» (v. 13).
Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a hacer una elección
clara entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, de la
prepotencia y de la avaricia y aquella de la rectitud, de la mansedumbre y del
compartir. Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa de
poderlas usar y dejarlas cuando quiere. Se comienza con poco: un manojo de aquí
y una coima de allá… Y entre esta y aquella lentamente se pierde la libertad.
También la corrupción produce dependencia, y genera pobreza, explotación,
sufrimiento. ¡Y cuantas víctimas existen hoy en el mundo! Cuántas víctimas de
esta difundida corrupción. En cambio, cuando buscamos seguir la lógica
evangélica de la integridad, de la transparencia en las intenciones y en los
comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en artesanos de
justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. En la gratuidad y
en la donación de nosotros mismos a nuestros hermanos, servimos al amo justo:
Dios.
La Virgen María nos ayude a escoger en cada ocasión y a todo
costo el camino justo, encontrando también el coraje de caminar contra
corriente, para poder seguir a Jesús y a su Evangelio.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
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