Despertemos cada mañana con nuestra mente puesta en Jesús y vayámonos a dormir cada noche con nuestra mente puesta en Jesús.
Jesús quiere ser nuestro amigo, nuestro hermano.
Empecemos realmente a relacionarnos con él como nuestro hermano. Él comparte
nuestra naturaleza humana. Él es como nosotros en todo, menos en el pecado.
Tenemos que aprender de sus palabras y de su ejemplo.
Una manera práctica de crecer en nuestra amistad con Jesús es tratar de encontrar el tiempo de leer los Evangelios, es decir, la vida de Jesús.
Una manera práctica de crecer en nuestra amistad con Jesús es tratar de encontrar el tiempo de leer los Evangelios, es decir, la vida de Jesús.
Apartemos unos cuantos minutos cada día para leer
un pasaje de los Evangelios. Usemos tal vez la lectura del Evangelio que la
Iglesia propone para la Misa diaria. Empecemos siempre haciendo una sencilla
oración de corazón que nos ponga en la presencia de Dios.
El plan de Dios para nuestras vidas es sencillo y
hermoso. Él quiere que recibamos su amor en Jesús y que compartamos ese amor
con los demás. Por medio de nuestro amor cambiamos el mundo. Lo hacemos
parecerse más al cielo. Y nuestro propio camino al cielo está empedrado de
nuestros pequeños actos de amor, caridad y bondad.
Hemos de tener diariamente una intención positiva
de servir, de mejorar la vida de alguien. El amor empieza con aquellos que nos
exigen más cosas, con los que representan un reto para nuestro egoísmo.
Eso significa que el amor empieza con aquellos
que están más cercanos a nosotros, en nuestros hogares, en los lugares en los
que trabajamos.
Resolución
3: Perdonar a los demás como Dios nos perdona a nosotros
Tenemos que abrir nuestros corazones y abrir
nuestras vidas, y mostrarle a la gente el amor de Cristo que nosotros
conocemos. Eso es lo que significa compartir nuestra fe. Significa amar a la
gente, cuidar de ella, mostrarle misericordia y, sobre todo, perdón.
No perdonamos lo suficiente. Esto daña a nuestras
familias. Esto perjudica nuestras relaciones. La gente nos va a hacer daño y
nos va a ofender todos los días. Pero permanecer indignados o resentidos no
cura nada. Sólo hace que las cosas nos hieran por más tiempo.
Nuestro Santo Padre Francisco ha dicho: “Jesús
nos llama a todos a seguir este camino: ‘Sean misericordiosos, como su Padre
celestial es misericordioso’… En silencio, pensemos… en alguna persona con la
que estemos molestos, con los que estemos enojados, en alguien que no nos
guste. Pensemos en esa persona y… oremos por esta persona y volvámonos
misericordiosos con esta persona”.
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