«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


17 de enero de 2014

TRES PEQUEÑAS RESOLUCIONES PARA EL AÑO NUEVO

Resolución 1: Colocar a Jesús en el centro de nuestras vida

 Despertemos cada mañana con nuestra mente puesta en Jesús y vayámonos a dormir cada noche con nuestra mente puesta en Jesús.
Jesús quiere ser nuestro amigo, nuestro hermano. Empecemos realmente a relacionarnos con él como nuestro hermano. Él comparte nuestra naturaleza humana. Él es como nosotros en todo, menos en el pecado. Tenemos que aprender de sus palabras y de su ejemplo.
Una manera práctica de crecer en nuestra amistad con Jesús es tratar de encontrar el tiempo de leer los Evangelios, es decir, la vida de Jesús.
Apartemos unos cuantos minutos cada día para leer un pasaje de los Evangelios. Usemos tal vez la lectura del Evangelio que la Iglesia propone para la Misa diaria. Empecemos siempre haciendo una sencilla oración de corazón que nos ponga en la presencia de Dios.

Resolución 2: Mejorar la vida de los demás
El plan de Dios para nuestras vidas es sencillo y hermoso. Él quiere que recibamos su amor en Jesús y que compartamos ese amor con los demás. Por medio de nuestro amor cambiamos el mundo. Lo hacemos parecerse más al cielo. Y nuestro propio camino al cielo está empedrado de nuestros pequeños actos de amor, caridad y bondad.
Hemos de tener diariamente una intención positiva de servir, de mejorar la vida de alguien. El amor empieza con aquellos que nos exigen más cosas, con los que representan un reto para nuestro egoísmo.
Eso significa que el amor empieza con aquellos que están más cercanos a nosotros, en nuestros hogares, en los lugares en los que trabajamos.

Resolución 3: Perdonar a los demás como Dios nos perdona a nosotros
Tenemos que abrir nuestros corazones y abrir nuestras vidas, y mostrarle a la gente el amor de Cristo que nosotros conocemos. Eso es lo que significa compartir nuestra fe. Significa amar a la gente, cuidar de ella, mostrarle misericordia y, sobre todo, perdón.
No perdonamos lo suficiente. Esto daña a nuestras familias. Esto perjudica nuestras relaciones. La gente nos va a hacer daño y nos va a ofender todos los días. Pero permanecer indignados o resentidos no cura nada. Sólo hace que las cosas nos hieran por más tiempo.
Nuestro Santo Padre Francisco ha dicho: “Jesús nos llama a todos a seguir este camino: ‘Sean misericordiosos, como su Padre celestial es misericordioso’… En silencio, pensemos… en alguna persona con la que estemos molestos, con los que estemos enojados, en alguien que no nos guste. Pensemos en esa persona y… oremos por esta persona y volvámonos misericordiosos con esta persona”.

Mons. José H. Gómez


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