En una sociedad cada vez más tecnificada, la vida se ha vuelto muy compleja. Los poderes políticos controlan y dirigen cuidadosamente las actividades de los individuos; su vida es observada hasta el último detalle. Los vínculos y las actividades sociales tienen como objetivo finalidades macro-económicas, que no siempre favorecen el bien de las personas. La información y la opinión sobre los acontecimientos están condicionadas por intereses de grupo que dificultan la toma de decisiones con verdadero conocimiento de causa. Las relaciones humanas, como afirman algunos sociólogos, se han vuelto débiles. se habla del amor líquido, un amor que evita construir relaciones definitivas y comprometidas, y de la familia débil porque no ofrece la seguridad que necesita la persona en su proceso de desarrollo. A este conjunto de hechos hay que añadirle los efectos que provoca la actual crisis económica tanto en lo individual como en la sociedad: angustia, inseguridad, falta de esperanza en el futuro.
No es de extrañar, pues, que las personas se sientan fácilmente perdidas, desorientadas, desprotegidas, inseguras. Ante tantas dificultades pueden perder el control de sí mismas y encontrarse sin fuerzas para avanzar en el camino de su vida. Pueden tener la sensación de que las estructuras se han vuelto agresivas, que no hay salida. Se sienten solas o desorientadas.¿Cómo situarse correctamente en la vida? ¿Dónde pueden encontrar ayuda? ¿Dónde o a quien pueden recurrir?
La importancia de acoger
La acogida hace pasar a la persona del anonimato a su reconocimiento como tal; es el paso de la soledad a la comunión. La soledad es una de las experiencias humanas más duras; lleva a la desesperación, al abatimiento, fácilmente puede desembocar en la depresión. Sin embargo acoger tiene que ser el fruto de una sincera predisposición y actitud de querer relacionarse con los demás, creando sintonía, confianza, predisposición, ofreciendo tiempo y sobre todo interés. Hay que mostrar sincero interés para que la otra persona se sienta valorada como tal y pueda dialogar sobre lo que necesita comunicar y poder sentirse escuchada. Encontrarse acogido en los momentos importantes o no tan importantes de la vida es algo necesario para todos.
No tan sólo las personas acogen. También las comunidades tienen que ser acogedoras. todos necesitamos a la comunidad, y a su vez las las comunidades deben ser abiertas y evitar estar cerradas para no caer en la endogamia. En un mundo que crea marginados de todo tipo, personas que se sienten solas o desorientadas, hay que ser acogedores, ser capaces de crear ámbitos de acogida y ofrecer poder formar parte de la comunidad.
La importancia de escuchar
Acoger conlleva escuchar, estar dispuesto a prestar atención a la persona y a su mundo, al mundo problemático que todos llevamos dentro y que necesitamos comunicar. Escuchar quiere decir saber mostrar interés no ficticio por la otra persona; prescindir del reloj que limite el tiempo de encuentro personal. Escuchar no es interpelar, hacer preguntas o juzgar. Tiene que crear un ámbito de tranquilidad, de confianza, de serenidad que posibilite la apertura y la comunicación de uno hacia el otro.
Quien escucha tiene que ser discreto, tiene que saber guardar el conocimiento y el secreto de la vida de la otra persona. Debe ser maduro para aceptar la realidad que le puede ser confiada, capaz de no escandalizarse de las realidades humanas, y saber maravillarse de la grandeza y de la humildad que conlleva abrirse, confiar en otro la propia realidad, y en la medida de lo posible, ofrecer una palabra o una actitud de consuelo, de ayuda, de comprensión, de consejo, o sencillamente de tiempo.
La importancia de acompañar
Es cierto que cada uno es responsable de sus actos, pero el camino de la vida no lo hacemos solos.
Quizás se necesita tener un sentido providencial para comprender que no es porque sí que hemos conocido personas que nos han pedido ser escuchadas y acogidas o quizás nosotros mismos lo hemos necesitado. Parodiando el título de una famosa novela se puede decir que "nadie es extranjero" en nuestra vida. Acompañar, caminar conjuntamente con los demás y dejarse acompañar forma parte de nuestra vida y de la de todos.
Nos pasa que no siempre estamos dispuestos a lo uno ni a lo otro. Todos hemos oído o dicho expresiones como : "ya soy mayor ", "ya sé lo que tengo que hacer", "nadie tiene que darme lecciones", que son consecuencia de un a actitud individualista, de no querer escuchar la verdad que necesitamos.
Acompañar es hacer camino con los demás, sin imponer nada, colocarse en plano de igualdad, evitando dar lecciones o quitar responsabilidades a las propias decisiones. Acompañar es ayudar a que cada uno se encuentre a sí mismo, asuma la realidad de su vida de una forma madura y responsable. Acompañar es un servicio humilde de colaboración en el proceso de la vida de todos los que se encuentran en nuestro camino.
La importancia de derivar
La complejidad de nuestro mundo hace que necesitemos los unos de los otros. La respuestas y recursos de la sociedad en bien de las personas son muchos y nadie está en posesión de todo ni lo sabe todo.
Es preciso que tengamos conciencia de nuestras limitaciones y sobre todo tener siempre presente el bien de los otros. Por tanto hay que ser generosos y saber derivar a esos otros hacia los demás, a ves más competentes y que pueden responder mejor a sus demandas.
Uno de los peligros de los que acogen puede ser crear dependencias, vínculos personales que dan la impresión de que uno es absolutamente necesario para la vida de los demás, cosa que les impide tomar sus propias decisiones, o simplemente busca beneficios personales de tal relación. Esto sería una corrupción en la acogida de lo que es la escucha y el acompañamiento.
Quien acoge, escucha, acompaña y deriva, es un instrumento de ayuda para que todos seamos mejores. El juicio de las personas y de las realidades que las condicionan solo pertenece a Dios.
Acoger, escuchar, acompañar y derivar es una responsabilidad. un deber de amor a la persona.
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