Francisco distingue varios niveles de familia en relación
con aspectos importantes de la ecología. Sitúa a la familia en el centro del
bien común que hay que defender desde dentro y desde fuera. Y propone como modelo
a la familia de Nazaret.
La familia, célula básica de la sociedad
1. La familia –escribe en su encíclica Laudato
si' sobre la ecología, refiriéndose a la familia formada por
padres e hijos– es parte importante del libro de la naturaleza, uno e
indivisible (cf- n. 6). En consecuencia a la familia –como al ambiente social y
a la cultura– le afecta la degradación de la naturaleza a causa de las heridas
producidas por nuestro comportamiento irresponsable.
La familia de la humanidad
En nuestra casa común que es la naturaleza, herida y
maltratada, vive la familia humana o familia de la humanidad, un nivel más
amplio de familia que también experimenta por dentro heridas que la desgarran y
desunen. Por eso, “el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la
preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo
sostenible e integral” (n. 13).
Esta preocupación es prioritaria: “Necesitamos fortalecer
la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay
fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por
eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia” (n.
52).
La tarea de cuidar la familia humana y la casa común es de
todos. Y comporta la valoración y cuidado de todas las criaturas: “Porque todas
las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y
admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros. Cada territorio
tiene una responsabilidad en el cuidado de esta familia” (n. 42).
La familia universal de las criaturas de Dios
Un tercer nivel de familia, aún más amplio, es el que
abarca no solo a los seres humanos sino a todos los seres creados, que
están interconectados (cf. n. 42). De ahí que se invite al afecto, a
la valoración y a la protección de todas las especies. Esta familia de todas
las criaturas forma una especie de familia universal de Dios Padre (n. 89).
2. Entre estos diversos niveles de la familia –familia como
célula básica de la sociedad, la familia humana, la familia universal de todas
las criaturas– hay una profunda relación, de modo que cada nivel lleva a cuidar
del otro. Así, el campesino debería poseer algo de tierra para alimentar a su
propia familia (cf. n. 94).
Ecología integral, humana y cotidiana
De este modo una “ecología integral” –concepto importante
en la encíclica– pide atender tanto a los contextos ambientales como a los
humanos y familiares (cf. n. 141), y también a los institucionales; pues la
“ecología social” es necesariamente institucional (cf. n. 142).
Otros interesantes conceptos son los de “ecología humana” y
“ecología cotidiana”, que Francisco conecta estrechamente con los pobres. Así
es, en efecto, porque los pobres se ven afectados a diario por la
calidad de los contextos humanos: comunidad, barrio, vivienda.
Concretamente la posesión de una vivienda tiene que ver con la dignidad de la
persona y por tanto con el desarrollo de las familias (cf. n. 152).
3. En cualquier caso la familia –grupo social primario–
debe centrar la búsqueda del bien común (cf. n. 157) y defenderse de las
amenazas, que no vienen solamente de fuera. Grandes amenazas son el individualismo –sobre
todo en las relaciones entre el hombre y la mujer (cf. n. 162)– y el consumismo.
Familia de Nazaret y ecología
Familia de Nazaret y ecología
Asimismo destaca el papel fundamental de la familia
como escuela de espiritualidad –que lleva a abrirse a Dios y a los
demás–, de cultura de la vida y de formación integral.
El modelo de familia que cuida de las personas y del mundo
como criaturas de Dios es lafamilia de Nazaret. Además de Jesús
–que ocupa el centro de la familia– está María, que cuida de Jesús y la vez
descubre el sentido de todas las cosas. José cuida y mantiene a su familia con
el trabajo, y “puede motivarnos a trabajar con generosidad y ternura para
proteger este mundo que Dios nos ha confiado” (n. 242).
Artículo de Ramiro Pellitero
(publicado en www.cope.es, 1-VII-2015)
(publicado en www.cope.es, 1-VII-2015)
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