(RADIO VATICANA).- Sobre cómo no deben ser los seguidores de
Jesús y el ideal ejemplar del cristiano, habló Francisco en el Ángelus del 8 de
noviembre de 2015. No se puede dar culto a Dios y causar daño a los
pobres, o anteponer al amor a Dios a la vanagloria o el propio interés, dijo,
hablando de los escribas y doctores de la ley que tienen el defecto de
la soberbia, la avidez y la hipocresía. "Pero, bajo apariencias tan
solemnes se esconden falsedad e injusticia. Mientras se pavonean en público,
usan su autoridad – así dice Jesús - para devorar los bienes de las
viudas" y las personas más indefensas y desamparadas. "También
hoy existe el riesgo de asumir estas conductas, por ejemplo, cuando se separa
la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño
a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios y, sin embargo, se antepone a
Él la propia vanagloria, el propio provecho".
Tomando el ejemplo de la viuda pobre que puso todo lo que
tenía para vivir en el tesoro del Templo, el Sucesor de Pedro explicó que
"Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la atención de los
discípulos diciendo que la viuda, con discreción y humildad, ha dado
«todo lo que tenía para vivir» por ello – dice Jesús – ella ha dado más que
todos. "En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, lo tiene todo;
se siente amada totalmente por Él y, a su vez, lo ama totalmente. ¡Qué lindo
ejemplo esa viejita, lindo ejemplo!" Jesús, hoy, nos dice también a
nosotros que el metro de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una
enfermedad que hace que el corazón se baje hasta la billetera".
El Papa comparó a la viuda pobre con la Virgen María que dió
toda su vida a Dios por nosotros, pidió que nos pongamos en su escuela y rogó a
Dios para todos un corazón pobre, pero rico de generosidad alegre y gratuita.
jesuita Guillermo Ortiz- RV
Texto completo de la reflexión dominical del Papa traducido
del italiano por Cecilia de Malak - RADIO VATICANA
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días, con este
lindo sol!
El episodio del Evangelio de este domingo se compone de dos
partes: en una se describe cómo no deben ser los seguidores de Cristo; en la
otra, se propone un ideal ejemplar de cristiano.
Comencemos por la primera, qué cosa no tenemos que hacer: en
la primera parte, Jesús adeuda a los escribas, maestros de la ley, tres
defectos que se manifiestan en su estilo de vida: soberbia, avidez e
hipocresía. A ellos «les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en
las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes» (Mc
12,38-39). Pero, bajo apariencias tan solemnes, se esconden falsedad e
injusticia. Mientras se pavonean en público, usan su autoridad – así dice Jesús
- para «devorar los bienes de las viudas» (cfr v 40), a las que se consideraba,
junto con los huérfanos y los extranjeros, como a las personas más indefensas y
desamparadas. En fin, los escribas – dice Jesús - «fingen hacer largas
oraciones» (v 40).
También hoy existe el riesgo de asumir estas conductas. Por
ejemplo, cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir
culto a Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios y,
sin embargo, se antepone a Él la propia vanagloria, el propio provecho.
Y en esta línea, se coloca la segunda parte del Evangelio de
hoy. La escena se ambienta en el templo de Jerusalén, precisamente en el lugar
donde la gente echaba las monedas como oferta. Hay muchos ricos que echan
tantas monedas y hay una pobre mujer, viuda, que da apenas dos pequeñas
monedas. Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la atención de los
discípulos sobre el contraste neto de la escena. Los ricos han dado, con gran
ostentación, lo que para ellos era superfluo, mientras que la viuda, con
discreción y humildad, ha dado «todo lo que tenía para vivir» (v 44); por
ello – dice Jesús – ella ha dado más que todos. Debido a su extrema pobreza,
hubiera podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse con la otra.
Pero ella no quiere hacer a medias con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha
comprendido que, teniendo a Dios, lo tiene todo; se siente amada totalmente por
Él y, a su vez, lo ama totalmente. ¡Qué lindo ejemplo esa viejita, lindo
ejemplo!
Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro de
juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y
plenitud. Tú puedes tener tanto dinero, pero ser una persona vacía. No hay
plenitud en tu corazón. Piensen esta semana en la diferencia que hay entre
cantidad y plenitud. No es cosa de billetera, sino de corazón. Hay
diferencia entre billetera y corazón… Hay enfermedades cardiacas que
hacen que el corazón se baje hasta la billetera… ¡Y esto no va bien! Amar a
Dios «con todo el corazón» significa confiar en Él, en su providencia, y
servirlo en los hermanos más pobres, sin esperarnos nada a cambio.
Permítanme que cuente una anécdota, que sucedió en mi
diócesis precedente. Estaban en la mesa una mamá con sus tres hijos; el papá
estaba en el trabajo; estaban comiendo milanesas… Ese en ese momento, llaman a
la puerta y uno de los hijos – chicos, 5, 6 años, 7 años, el más grande – viene
y dice: «Mamá, hay un mendigo que pide comida». Y la mamá, una buena cristiana,
les pregunta: «¿qué hacemos? – Démosle mamá… Bien… Agarra el tenedor y el
cuchillo y les quita la mitad de cada milanesa. ¡Ah, non, mamá no! ¡Así no!
Agarra de la refrigeradora - ¡No! ¡Preparamos tres sándwiches así! Y los hijos
aprendieron que la verdadera caridad se hace no con lo que nos sobra, sino con
lo que nos es necesario. Estoy seguro de que esa tarde tuvieron un poco de
hambre.. ¡pero, así se hace!
Ante las necesidades del prójimo, estamos llamados a
privarnos – como esos niños, de la mitad de la milanesa – de algo
indispensable, no sólo de lo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo
necesario, no sólo el que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida sin
reservas algún talento nuestro, no después de haberlo utilizado para nuestros
objetivos personales o de grupo.
Pidamos al Señor que nos admita a la escuela de esta pobre
viuda, que Jesús, entre el desconcierto de los discípulos, hace subir a la
cátedra y presenta como maestra de Evangelio vivo. Por intercesión de María, la
mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un
corazón pobre, pero rico de una generosidad alegre y gratuita. (Traducción
del italiano: Cecilia de Malak - Radio Vaticana)
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