«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


27 de agosto de 2013

LA VERDAD DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

 El evangelio recoge el ejemplo de aquel hombre que construyó su casa sobre arena: «Cayó la lluvia, se salieron los ríos, arremetieron contra la casa y su ruina fue total» (Mt 7,27). Cada persona se encuentra dramáticamente ante la tarea de construir su propia vida. De ahí la importancia de la verdad del matrimonio y la familia, pues sólo si el hombre construye su propia vida sobre sólidos cimientos podrá tener éxito.
En el servicio de la Iglesia a la familia un elemento fundamental es la proclamación del “evangelio del matrimonio y la familia”, de la verdad sobre el amor humano Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA (LXXVI ASAMBLEA GENERAL), La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, Madrid 2001, nº 45. Esta verdad funda la vida del hombre, de la familia y de la sociedad.
Es Jesucristo quien revela al hombre esta verdad «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium et spes, 22). y lo hace recordando el designio originario de Dios, la verdad de la creación, del principio Cf. FSV 48; JUAN PABLO II, Hombre y mujer los creó, Cristiandad, Madrid 2000, 61 ss: Catequesis 1 (Son las conocidas “Catequesis sobre el amor humano”).: «al principio el Creador los hizo varón y mujer» (Mt 19,4; cf. Gn 1,27). Esta es, pues, la verdad primera del hombre: Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza como varón y mujer. En esta verdad se expresa no sólo la imagen y semejanza de Dios, sino también la vocación del hombre al amor. Así lo enseña Juan Pablo II:
«Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano» (Familiaris consortio 11)
La verdad originaria del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios supone también que “el amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. Nos encontramos aquí con el tema de la vocación al amor, que el Directorio de la Pastoral Familiar considera como el “hilo conductor de la Pastoral Familiar”. Otro texto de Juan Pablo II nos indica también la importancia de este tema:
«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está  privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente» (Redemptor hominis 10).
En efecto, la experiencia más decisiva en la vida de una persona es la experiencia del amor. El hombre necesita ser amado, experimentar el amor, y crece como persona en la medida en que ama, en que se entrega sinceramente. Esta experiencia se vive fundamentalmente en la familia, y la riqueza de esta experiencia tiene una enorme importancia para el futuro de cada persona y de la misma sociedad, pues los hijos «aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a las otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelación de un padre y una madre llenos de atenciones. Cuando faltan estas experiencias fundamentales, es el conjunto de la sociedad el que sufre violencia y se vuelve, a su vez, generador de múltiples violencias» (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, Roma 2004, 13).
En el contexto de una cultura emotivista, (Cf. J. PÉREZ-SOBA, El corazón de la familia, 278), el drama del hombre es que muchas veces confunde el amor genuino con la experiencia de la satisfacción del placer, o seducido por la construyen su relación sobre las cambiantes y pasajeras emociones! Sabemos que la emoción se agota, y que la frescura de las primeras experiencias da lugar a la lucha contra la monotonía de cada día. Un amor que no esté fundado en la entrega y que no sea capaz de construir comunión se encontrará pronto ante las dificultades, y su ruina puede ser total.
Para que el hombre pueda tener éxito en la construcción del propio proyecto vital, en la realización de su vocación es necesario que el hombre descubra en Cristo la verdad de su vida y así poder construir sólidamente su casa (cf. Mt 7,25). Esta verdad de la persona, el matrimonio y la familia, que se nos revela en Cristo, puede resumirse en los siguientes puntos:
  •  El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. Por tanto es persona y está dotado de una dignidad singular (frente al materialismo que considera que el hombre es pura materia).  
  • El ser humano es imagen y semejanza de Dios también en la comunión de las personas (JUAN PABLO II, Hombre y mujer los creó, 99: cat. 9,3). Cf. también Gaudium et spes 24). (frente al individualismo).  
  • «El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano» (Familiaris consortio 11).
  • Hay una profunda unidad entre cuerpo y espíritu «En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual» (FC 11). Cada uno de nosotros, hasta lo más profundo del corazón, es hombre o es mujer (frente al dualismo antropológico (Cf. FSV 24). que funda la “ideología del género”).
  •  «La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual (…) es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano» (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, 8).
Esta verdad se mostró enormemente fecunda en la experiencia sacerdotal de Karol Wojtyla en Polonia. Posteriormente, como Papa, propuso a la Iglesia esta verdad en sus conocidas Catequesis sobre el amor humano16 y en su abundante magisterio sobre la familia.

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