«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


1 de abril de 2014

EL PAPA EN SANTA MARTA ADVIERTE SOBRE LOS 'CRISTIANOS ERRANTES'

Francisco en la homilí­a de este lunes pide confiar en las promesas de Dios

 No vagabundear por la vida, incluida la del espíritu, sino ir directamente a la meta de un cristiano significa seguir las promesas de Dios, que nunca decepcionan. Ésta es la enseñanza que el papa Francisco ha extraído de las lecturas de hoy, y que el Pontífice ha explicado en su homilía de la misa celebrada esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. 
Hay cristianos que se fían de las promesas de Dios y las siguen a lo largo de la vida. Hay otros cuya vida de fe se estanca y hay otros aún convencidos de progresar y que, en cambio, hacen sólo “turismo existencial”. El Papa ha hecho una distinción acerca de tres tipos de creyentes, que tienen el común denominador de saber que la vida cristiana es un itinerario, pero que son divergentes en el modo de recorrerlo o no recorrerlo de ninguna manera. 
Ante todo, inspirándose en el pasaje de Isaías de la primera Lectura, Francisco ha explicado que Dios siempre “antes de pedir algo, promete”. Y ha añadido que su promesa es la de una vida nueva y la de una vida de “alegría”. Aquí, ha dicho, está “el fundamento principal de la virtud de la esperanza: confiar en las promesas de Dios” –sabiendo que Él jamás “decepciona”– puesto que la esencia de la vida cristiana es “caminar hacia las promesas”. Mientras después también están los cristianos que tienen “la tentación de detenerse”:
“¡Tantos cristianos parados! Tenemos tantos detrás que tienen una esperanza débil. Sí creen que existe el Cielo y que todo irá bien. Está bien que lo crean, ¡pero no lo buscan! Cumplen los mandamientos, los preceptos: todo, todo… Pero están parados. El Señor no puede hacer de ellos levadura en su pueblo, porque no caminan. Y esto es un problema: los parados. Después hay otros entre ellos y nosotros, que se equivocan de camino: todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino, esto lo sabemos. El problema no es equivocarse de camino; el problema es no regresar cuando uno se da cuenta de haberse equivocado”.

El modelo de quien cree y sigue lo que la fe le indica es el funcionario del rey descrito en el Evangelio, que pide a Jesús la curación de un hijo enfermo y no duda un instante en ponerse en camino hacia casa cuando el Maestro le asegura que la ha obtenido. Opuesto a este hombre, ha afirmado el santo Padre, es quizás, el grupo “más peligroso”, en el que están aquellos que “se engañan a sí mismos: los que caminan pero no hacen camino”:

“Son los cristianos errantes: dan vueltas, y vueltas, como si la vida fuera un turismo existencial, sin meta, sin tomar las promesas en serio. Aquellos que dan vueltas y se engañan, porque dicen: ‘¡Yo camino!’. No, tú no caminas: tú das vueltas. Los errantes… En cambio, el Señor nos pide que no nos paremos, que no nos equivoquemos de camino y que no demos vueltas por la vida. Dar vueltas por la vida... Nos pide que miremos las promesas, que vayamos adelante con las promesas como ese hombre, como ese hombre: ¡ese hombre creyó en la palabra de Jesús! La fe nos pone en camino hacia las promesas. La fe en las promesas de Dios”.

“Nuestra condición de pecadores hace que nos equivoquemos de camino”, ha reconocido el Pontífice, si bien ha asegurado que: “El Señor nos da siempre la gracia de volver”:

“La Cuaresma es un tiempo hermoso para pensar si estoy en camino o si estoy demasiado quieto: conviértete. O si me he equivocado de camino: pero ve a confesarte y retoma el camino. O si soy un turista teologal, uno de estos que hacen pasean por la vida pero jamás dan un paso hacia adelante. Y pido al Señor la gracia de retomar el camino, de ponerme en camino, pero hacia las promesas”.
 Fuente: Zenit

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