«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


17 de junio de 2014

EN UNA SOCIEDAD DE HUÉRFANOS, SIN MEMORIA DE FAMILIA, RECUPERAR EL SENTIDO DE LA GRATUIDAD: EL OBISPO DE ROMA A SU DIÓCESIS

Fue cálido el abrazo de la diócesis de Roma a su Obispo el lunes por la tarde en la apertura del Congreso Pastoral de la Diócesis de Roma. Después de agradecer el saludo del Cardenal Vicario Agostino Vallini, y los testimonios de los catequistas y del párroco Giampiero Palmieri, Papa Francisco se dirigió a los sacerdotes, catequistas y fieles de Roma. Remarcando la actualidad del documento Evangelii Nuntiandi - mencionado en la introducción del encuentro por p. Palmieri - señaló que “también hoy es el documento pastoral más importante” “el testamento pastoral del grande Pablo VI”.

El Sucesor de Pedro inició su discurso compartiendo los temores de muchas personas que encontró durante sus visitas pastorales en las parroquias romanas, también en las cartas que le envían. Personas que le han manifestado el malestar que viven, “el peso que los aplasta”, llegando a poner en duda la belleza de la vida:

“Surge en nuestro corazón la pregunta: ¿cómo hacemos para que nuestros hijos, nuestros jóvenes, puedan dar un sentido a su vida? Porque también ellos advierten que éste, nuestro modo de vivir, a veces es deshumano, y no saben cuál dirección tomar para que la vida sea bella, y para ser felices de levantarse a la mañana”.

Vida “deshumana” dijo el Papa, de quien deja los hijos durmiendo a la mañana para ir al trabajo, y los reencuentra por la noche ya durmiendo. 

Nuestros jóvenes y niños sufren de orfandad: “huérfanos de un camino seguro para recorrer, de un maestro del cual confiarse, de ideales que les calienten el corazón, de esperanzas que sostengan la fatiga del vivir cotidiano”. “Ellos son huérfanos, pero conservan vivo en su corazón el deseo de todo esto”. 

"Esta es la sociedad de los huérfanos! Huérfanos, sin memoria de familia, porque, por ejemplo, los abuelos se han retirado, en un hogar de ancianos, no tienen esa presencia, esa memoria de la familia. Huérfanos, sin el afecto del ‘hoy’ o un afecto ‘demasiado apurado’: papá está cansado, mamá está cansada, van a dormir ... ¡Y ellos se quedan huérfanos!¡huérfanos de gratuidad! La gratuidad del papá y de la mamá que saben pasar perder el tiempo para jugar con sus hijos”.

“Necesitamos recuperar el sentido de la gratuidad”, señaló, “en las familias, en las parroquias, en la sociedad en general”. 

La gratuidad humana, dijo el pontífice, es como abrir el corazón a la gracia de Dios: Todo es gratis. Él viene y nos da su gracia. “Si nosotros no tenemos el sentido de la gratuidad en la familia, en la escuela, en la parroquia va a ser muy difícil comprender lo que es la gracia de Dios, la gracia que no se vende, que no se puede comprar, que es un don, un regalo de Dios: es Dios mismo”. 

Jesús nos hizo una gran promesa: No los dejaré huérfanos (Jn. 14,18) “Aquí está el sentido profundo de la iniciación cristiana”, señaló: generar la fe significa proclamar que no somos huérfanos.
“También la sociedad reniega sus hijos”, añadió el Papa, porque, por ejemplo, a casi el 40 por ciento de los jóvenes italianos no da trabajo. Esto significa: “tú no me importas, tú eres material de descarte”. 

Pero, dijo el Papa: “Somos un pueblo que quiere hacer crecer a sus hijos con la certeza de tener un padre, una familia, una madre”. “Nuestra sociedad tecnológica - como decía Pablo VI – multiplica al infinito las ocasiones de placer, de distracción, de curiosidad, pero no es capaz de llevar al hombre a la verdadera alegría”.

“Para amar la vida, no necesitamos llenarla con cosas, que después se convierten en ídolos. Se necesita sólo la mirada de Jesús”.
La mirada que nos dice “es bello que tú vivas, tu vida no es inútil, porque a ti se te ha confiado una gran tarea”. Una nueva mirada que nace del encuentro con Él en este camino de conversión, camino que no es fácil – observó Francisco – porque se trata de “cambiar la vida, cambiar el método y cambiar muchas cosas, también el alma”. Es este el camino que nos dará la identidad cristiana de un pueblo que “sabe generar los hijos” que es el gran desafío de la Iglesia hoy: “ser Madre”

“¡Madre! No una ONG bien organizada, con tantos planes pastorales...Tenemos necesidad de ellos, pero no son lo esencial” - dijo el Papa - “son una ‘ayuda’ a la maternidad de la Iglesia”. “Si la Iglesia no es madre, es feo decir que se vuelve solterona, pero, ¡se vuelve solterona! ¡Es así!: no es fecunda”.

La identidad de la Iglesia es la de evangelizar, que quiere decir “tener hijos”. La iglesia debe cambiar, convertirse para convertirse en Madre. Por lo tanto debemos pedir al Espíritu Santo la gracia de la fertilidad para ir hacia adelante “en la conversión pastoral y misionera”.
Recordando también las palabras de Benedicto XVI, Papa Francisco recordó que la Iglesia no crece gracias al “proselitismo”, sino por atracción y añade, “la atracción maternal”. Es una Iglesia que ha envejecido un poco, pero que se puede rejuvenecer. “La Iglesia rejuvenece cuando es capaz de dar más hijos; se vuelve más joven cuanto más Madre es”.
“Estar en la Iglesia es estar en casa con mamá; en casa de mamá. Ésta es la grandeza de la revelación”.

El individualismo nos lleva a la fuga de la vida comunitaria, a la fuga de la familia, y esto hace envejecer a la Iglesia. Tenemos que recuperar la memoria de la Iglesia que es Pueblo de Dios – afirmó – porque a nosotros “hoy nos falta el sentido de la historia”. 
En un mundo en el que cual todo se hace rápidamente, vivimos en el “reino del presente”. “Sólo este momento, y nada de tiempo”- afirmó- “como en la comunicación: luces, el momento, el teléfono, mensaje, el lenguaje reducido”… todo se hace con apuro - señaló - porque somos “esclavos de la coyuntura”. Entonces “debemos recuperar la memoria en la paciencia de Dios”, que no tuvo prisa en su historia de salvación, y que nos ha acompañado a lo largo de la historia.

Los caminos de la Iglesia se llaman ‘hoy’ para Francisco: “acogida” y “ternura”, una Iglesia con las puertas abiertas, que mirará hacia el futuro con “esperanza y con paciencia’ .

“Me gusta soñar con una Iglesia que viva la compasión de Jesús”. La compasión es “padecer con” - dijo el Papa – “sentir lo que otros sienten, para acompañar los sentimientos”. Es “la Iglesia Madre”, como una madre que acaricia a sus hijos con compasión. “Una iglesia que tiene un corazón sin fronteras, pero no sólo el corazón, también la mirada, la dulzura de la mirada de Jesús, que muy a menudo es mucho más elocuente que las palabras”. 

Luego un pensamiento dirigido a los sacerdotes de la parroquia, la fuerza de la Iglesia:

“Quiero mucho a los sacerdotes, porque no es fácil ser párroco”,- dijo- “es más fácil ser obispo que párroco…porque los obispos siempre tenemos la posibilidad de escapar o de escondernos detrás del ‘Su Excelencia’: ¡y eso nos defiende!. En cambio ser párroco, no es fácil. Cuando te llaman a la puerta ‘pero, padre, y esto y aquello…’. No es fácil”.

“Queremos una Iglesia de fe que crea que el Señor es capaz de hacerla Madre, de darle tantos hijos” concluyó el Papa. 

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