«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


18 de marzo de 2014

EL PAPA EN SANTA MARTA: «Cuesta entender la misericordia, estamos acostumbrados a juzgar»

Francisco en la homilía de este lunes invita a tener un corazón grande que perdona, olvida y no condena
Perdonar para encontrar misericordia: este es el camino que lleva la paz a nuestros corazones y al mundo: es lo que, en síntesis, ha dicho el papa Francisco en la homilía de esta mañana durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta.

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”: el Papa comenta la exhortación de Jesús, afirmando enseguida que “no es fácil entender este comportamiento de la misericordia”, porque estamos acostumbrados a juzgar: “no somos personas que dan espontáneamente un poco de espacio a la comprensión y también a la misericordia”. “Para ser misericordiosos -observa- son necesarias dos actitudes. La primera es el conocimiento de sí mismos”: saber que “hemos hecho muchas cosas malas: ¡somos pecadores!” Y frente al arrepentimiento, “la justicia de Dios… se transforma en misericordia y perdón”. Pero es necesario avergonzarse de los pecados:

“Es verdad, ninguno de nosotros ha matado a nadie, pero hay muchas cosas pequeñas, muchos pecados cotidianos, de todos los días… Y cuando uno piensa: ‘¡Pero qué corazón tan pequeño: ¡He hecho esto contra el Señor!’. ¡Y se avergüenza! Avergonzarse ante Dios y esta vergüenza es una gracia: es la gracia de ser pecadores. ‘Soy pecador y me avergüenzo ante Ti y te pido perdón’. Es sencillo, pero es tan difícil decir: ‘He pecado’”.
A menudo -señala el Santo Padre- justificamos nuestro pecado descargando la culpa sobre los demás, como hicieron Adán y Eva. “Quizás -ha proseguido- el otro me ha ayudado, ha facilitado el camino para hacerlo, ¡pero lo he hecho yo! Si nosotros hacemos esto, se darán muchas cosas buenas ¡porque seremos humildes!” Y “con esta actitud de arrepentimiento somos más capaces de ser misericordiosos, porque sentimos sobre nosotros la misericordia de Dios”, como decimos en el Padrenuestro: “Perdona, como nosotros perdonamos”. Así, “si no perdono, estoy un poco ¡fuera de juego!”.

La otra actitud para ser misericordiosos -ha afirmado el Pontífice- “es agrandar el corazón”, porque “un corazón pequeño” es “egoísta e incapaz de misericordia”:

“¡Agrandar el corazón! ‘Pero soy un pecador’. ‘Pero mira lo que ha hecho este, aquel… ¡Yo he hecho muchas! ¿Quién soy yo para juzgarlo?’ Esta frase: ‘¿Quién soy yo para jugar esto? ¿Quién soy yo para hablar de esto? ¿Quién soy yo, que he hecho las mismas cosas o peores?’ ¡Agrandar el corazón! Y el Señor lo dice: ‘¡No juzguéis y no seréis juzgados! ¡No condenéis y no seréis condenados! ¡Perdonad y seréis perdonados! ¡Dad y se os dará!’. ¡Esta generosidad del corazón! ¿Y qué se os dará? Una medida buena, apretada, llena y rebosante se os verterá en el regazo. Es la imagen de las personas que iban a recibir el grano con el delantal y alargaban el delantal para recibir más, más grano. Si tienes el corazón ancho, grande, tú puedes recibir más”.

El corazón grande -ha dicho el papa Francisco- “no condena, sino que perdona, olvida” porque “Dios ha olvidado mis pecados; Dios ha perdonado mis pecados. Agrandar el corazón ¡Esto es bello! -exclama el Santo Padre- Sed misericordiosos”:

“El hombre y la mujer misericordiosos tienen un corazón grande, grande: siempre excusan a los demás y piensan en sus propios pecados. ‘¿Pero has visto lo que ha hecho este?’.’¡Pero tengo bastante con lo que he hecho yo y no me inmiscuyo!’ Este es el camino de la misericordia que debemos pedir. Pero si todos nosotros, si todos los pueblos, las personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud ¡cuánta paz habría en el mundo, cuánta paz en nuestros corazones! Porque la misericordia nos lleva a la paz. Recordad siempre: ‘¿Quién soy yo para juzgar?’ Avergonzarse y agrandar el corazón. ¡Qué el Señor nos dé esta gracia!”.
Ciudad del Vaticano, 17 de marzo de 2014 (Zenit.org)


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