El Papa este lunes señala
"el drama de observar los mandamientos sin tener fe". El mensaje de
la tercera semana de cuaresma: para ser salvados seguir el camino de la
humildad.
No es la seguridad porque
observamos los mandamientos lo que nos salva, sino la humildad de reconocer la
necesidad de ser curados siempre por Dios. Lo recordó este lunes el papa
Francisco en su homilía en Santa Marta, partiendo de la frase 'Nadie es profeta
en su propia patria', y del hecho que Jesús no obra milagros con sus
compatriotas debido a la falta de fe de ellos.
El Santo Padre recuerda que
Jesús cita dos episodios de la Biblia: la curación milagrosa de la lepra de
Namán el sirio en la época del profeta Eliseo; y el encuentro del profeta Elías
con la viuda de Sarepta, que fue salvada de la carestía. “Los leprosos y las
viudas en aquel tiempo eran los marginados” y estos dos al acoger a los
profetas fueron salvados. En cambio los de Nazaret no aceptaron a Jesús, porque
“estaban demasiado seguros en su 'fe', de tal manera seguros en la observancia
de los mandamientos, que no tenían necesidad de otra salvación”.
Esto indica el Papa “es el
drama de la observancia de los mandamientos sin la fe: 'yo me salvo sólo porque
voy a la sinagoga todos los sábados, trato de obedecer los mandamientos, pero
que no venga éste a decirme que eran mejor que yo el leproso y la viuda, porque
esos eran marginados'.
Entretanto Jesús nos dice:
'¡Mira que si tú no eres marginado y no te sientes marginado, no tendrás
salvación!' Esta es la humildad, la vía de la humildad: sentirse talmente marginados
que necesitamos la salvación del Señor. Solamente él nos salva y no nuestra
observancia de los preceptos. Esto no les gustó y querían asesinarlo”.
La misma rabia -comenta el
Papa- se apodera inicialmente de Namán, porque considera ridículo y humillante
la invitación de Eliseo a bañarse siete veces en el Jordán para ser curado de
la lepra. “El Señor le pide un gesto de humildad, de obedecer como un niño, de
ser ridículo”. Se va airado pero después convencido por sus siervos vuelve y
hace lo que le indicó el profeta. Este acto de humildad lo cura. “Es este el
mensaje en esta tercera semana de cuaresma: si queremos ser salvados tenemos
que escoger el camino de la humildad”.
El Santo Padre profundiza más
su razonamiento: “María en su Cántico no dice que está contenta porque Dios vio
su virginidad, su bondad y su dulzura, sino porque el Señor miró la humildad de
su sierva, la pequeñez, la humildad. Es esto lo que mira el Señor. Y tenemos
que aprender esta sabiduría de marginarnos para que el Señor nos encuentre. No
nos encontrará si ponemos en el centro nuestras seguridades, no, no. Allí no va
el Señor. Nos encontrará en la marginación, en nuestros pecados, en nuestros
errores, en nuestra necesidad de ser curados espiritualmente, de ser salvados.
Allí nos encontrará el Señor”. Y reitera el Santo Padre: “Es este el camino de
la humildad”.
Porque, precisa el Papa, “la
humildad cristiana no es la virtud de decir: 'Yo no sirvo para nada' y esconder
la soberbia con esto, no, no. La humildad cristiana es decir la verdad: 'Soy
pecador, soy pecadora'. Decir la verdad: es esta la verdad. Pero hay otra: Dios
nos salva. Pero nos salva allí, cuando estamos marginados, no nos salva en
nuestra seguridad”. Y Francisco concluye: “Pidamos la gracias de tener esta
sabiduría de marginarnos, la gracia de la humildad para recibir la salvación
del Señor”.
Ciudad del Vaticano, 24 de marzo de 2014 (Zenit.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario