Texto completo de la homilía
pronunciada en italiano por el Papa.
Traducción jesuita Guillermo
Ortiz, Radio Vaticana
Dios viene a salvarnos y no
encuentra mejor manera para hacerlo que caminar con nosotros, hacer nuestra
vida. En el momento de elegir el modo como hacer la vida, no elige una
gran ciudad de un gran imperio, no elige una princesa una condesa por madre,
una persona importante un palacio de lujo. Parece que todo haya sido hecho
intencionalmente casi de escondido María una joven de 16 0 17 años en una villa
perdida de las periferias del imperio romano. Ninguno conocía esa villa,
seguro. José, un joven que la amaba y quería desposarla, era un carpintero.
Todo simplicidad. Todo escondido. Y también el rechazo, porque eran novios y en
una villa así pequeña, ustedes saben cómo son las habladurías, dan vueltas. Y
José se da cuenta que ella está embarazada. Todo escondido y también con las
calumnias y las habladurías. El ángel explica a José el misterio. Ese hijo que
espera tu novia es obra del Espíritu Santo. Cuando José se despertó del sueño
hizo lo que el ángel le dijo. Pero todo escondido. Las grandes ciudades
del mundo no sabían nada.
Si tú quieres encontrar
a Dios búscalo en la humildad, en la pobreza, es donde él está escondido, en
los más necesitados, en los enfermos hambrientos, encarcelados. Y Jesús cuando
nos predica la vida nos dice cómo será nuestro juicio. No dirá ven conmigo
porque hiciste tantas ofrendas a la iglesia. La entrada al cielo no se paga con
dinero. No dirá tu eres muy importante, has estudiado tanto... Los honores no
nos abren la puerta del cielo. ¿Que nos dirá Jesús para abrirnos las puertas
del cielo?: Estaba hambriento y me diste de comer y enfermo, en la cárcel y has
venido a verme.
Jesús está en la humildad.
El amor de Jesús es grande. Por esto hoy, al abrir esta puerta santa, yo quisiera
que el Espíritu Santo abriera el corazón de todos los romanos y les hiciera
entender el camino de la salvación, que no está en el lujo, no es el camino de
las grandes riquezas, no es el camino del poder, es el camino de la humildad.
Los más pobres, los enfermos, los encarcelados... Pero Jesús dice aún más, los
más pecadores si se arrepienten nos precederán en el cielo. Ellos tienen la
llave. Aquel que hace la caridad y aquel que se deja abrazar de la misericordia
del Señor.
Nosotros hoy abrimos esta
puerta y pedimos dos cosas. Primero que el Señor nos abra las puertas del
corazón. Todos somos pecadores. Todos tenemos necesidad de sentir la palabra
del Señor; que el Señor venga. Y segundo, que el Señor nos haga entender que el
camino de la vanidad, de las riquezas, del orgullo no son caminos de salvación...
Que el Señor nos haga entender que su caricia de Padre su misericordia, su
perdón es cuando nosotros nos acercamos a aquellos que sobran, a los
descartados de la sociedad. Esta puerta que es la puerta de la caridad; la
puerta donde son asistidos tantos descartados. Que nos haga entender que
también seria lindo que cada uno de nosotros, que cada uno de los romanos se
sintiera descartado y sintiera la necesidad de la ayuda de Dios. Hoy nosotros
rogamos por Roma por todos los habitantes de Roma, por todos, empezando por mí,
para que el Señor nos de la gracia de sentirnos descartados, porque no tenemos
ningún mérito. Solamente Dios nos da la misericordia, la gracia. Y para
acercarnos a esa gracia tenemos que acercarnos a los descartados, a los pobres,
a los que tienen más necesidad. Porque seremos juzgados por esta cercanía. Que
el Señor hoy, abriendo esta puerta nos de esta gracia a todos los habitantes de
Roma. Para poder recibir el abrazo de la misericordia donde el padre
abraza al hijo herido. Pero es el Padre Dios el que está herido de amor y
por esto es capaz de salvarnos a todos.
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