“Queridos hermanos: Con la meditación del salmo 51, llamado
Miserere, terminamos nuestras catequesis sobre la misericordia en el Antiguo
Testamento. Se trata de un salmo penitencial que, según una antigua tradición
judía, expresa el arrepentimiento del rey David después de su pecado con
Betsabé. Se invita a quien reza con este salmo a tener esos mismos sentimientos
de arrepentimiento y confianza en Dios. El salmo comienza con una invocación a
Dios misericordioso, porque es el único que puede liberar del pecado. Se
manifiesta así que el anhelo más profundo del hombre, lo que más necesita en su
vida es ser perdonado, verse libre del mal y de sus consecuencias”.
En su catequesis impartida en italiano, el pontífice precisó
que la oración es un “sentido llamamiento a Dios”, una invocación al Dios de la
misericordia, para que movido por un amor grande “como aquel de un padre o de
una madre”, tenga piedad, nos libre del mal y de sus consecuencias de muerte,
y, constatando que la vida nos hace experimentar muchas veces situaciones de
pecado, reiteró que “debemos confiar en que la misericordia de Dios es más
grande que nuestro pecado”, sobre todo en esas situaciones: “¡No olvidemos
esto! ¡Dios es más grande que nuestro pecado!” “¿Lo decimos juntos? ¡Dios es
más grande que nuestro pecado!”.
“Con su perdón, - dijo en español - Dios nos enseña que
su amor es más grande que nuestro pecado, y nos asegura que Él nunca nos
abandona. Además, el salmista sabe que el perdón de Dios es realmente eficaz,
porque no esconde el pecado sino que lo destruye, lo cancela, y de esta manera,
el pecador pasa a ser una criatura nueva, con un corazón nuevo y una vida
nueva. Por último, el salmo nos habla que quien ha sido perdonado y se ha
abierto a la gracia divina puede enseñar a los demás a no pecar más”.
«Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu..
Yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti». (vv. 12.15).
Una vez más el Sucesor de Pedro afirmó que el perdón de Dios, “signo
más grande de su misericordia”, es lo que “todos necesitamos”, un don que “cada
pecador perdonado está llamado a compartir con cada hermano y hermana que
encuentra”, porque todos, dijo el pontífice, necesitan de la misericordia de
Dios.
“'Pero.. padre… yo soy débil: yo caigo, caigo…' Si tu caes,
¡levántate! - dijo el papa en italiano. Cuando un niño cae, ¿qué hace? Alza la
mano a la mamá, al papá, para que lo levante. Hagamos lo mismo. Si tú caes por
debilidad en el pecado, alza tu mano: el Señor la toma y te ayudará a
levantarte. ¡Es ésta la dignidad del perdón de Dios! La dignidad que nos da el
perdón de Dios es aquella de levantarnos, de ponernos siempre de pie, porque Él
ha creado al hombre y a la mujer para que estén de pie”.
En la conclusión de su catequesis el Obispo de Roma rezó para
que la Virgen María, Madre de Misericordia, “interceda por nosotros, para
que sepamos ser testigos del amor del Señor, que perdona nuestros pecados, nos
purifica y nos transforma”. “Feliz Pascua de Resurrección. Muchas gracias”.
(GM - RV)
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