Texto completo de la
oración del Papa:
Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia
humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por
necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y
emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en
nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados
por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros
de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que
huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la
muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores
de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de
enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y
condenan al justo. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones,
despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones
dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus
propios pecados y culpas. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en
los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión
que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita
violencia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que
quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el
nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad
que tú mismo nos has enseñado. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos
viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos
de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier
persona. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y
en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en
el miserable mercado de la inmoralidad. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te
seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros
que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las
generaciones futuras. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los
niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e
hipócrita. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro
mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen
de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la
Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que
hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás. Oh Cruz
de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que
alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen
gratuitamente para iluminar la vida de los últimos. Oh Cruz de Cristo, aún
hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos
samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las
llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la
justicia y de la fe. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las
personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el
fiel cumplimiento de los mandamientos. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te
seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de
sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y
en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder
la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso. Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con
fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial. Oh Cruz de Cristo, aún hoy
te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los
necesitados y maltratados.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico
de Jesús y del Evangelio. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en
los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer
que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.
En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y
vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las
tinieblas a la luz. Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la
humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de
David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de
la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y
de la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más
fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la
aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la
certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u
oscurecer o debilitar. Amén.
(Mireia Bonilla, para Radio Vaticana)
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