Texto completo de las palabras del Papa introduciendo el
rezo del Regina Coeli
«En este Lunes después de Pascua, llamado ‘Lunes del Ángel’
nuestros corazones están aún llenos de la alegría pascual. Después del tiempo
cuaresmal, tiempo de penitencia y de conversión, que la Iglesia ha vivido con
particular intensidad en este Año Santo de la Misericordia; después de las
sugestivas celebraciones del Triduo Santo, nos detenemos también hoy ante la
tumba vacía de Jesús y meditamos con estupor y gratitud el gran misterio de la
resurrección del Señor.
La vida ha vencido la muerte. ¡La misericordia y el amor
han vencido sobre el pecado! Se necesita fe y esperanza para abrirse a este
nuevo y maravilloso horizonte. Y nosotros sabemos que la fe y la esperanza son
un don de Dios y debemos pedirlo: ‘¡Señor, dame, dame, danos la fe, dame, danos
la esperanza! ¡La necesitamos tanto! Dejémonos invadir por las emociones que
resuenan en la secuencia pascual: ‘¡Sí que es cierto: Cristo ha resucitado!’.
¡El Señor ha resucitado entre nosotros! Esta verdad marcó de forma indeleble la
vida de los Apóstoles que, después de la resurrección, sintieron de nuevo la
necesidad de seguir a su Maestro y, tras recibir al Espíritu Santo, fueron sin
miedo a anunciar a todos lo que habían visto con sus ojos y que habían
experimentado personalmente.
¡En este Año jubilar estamos llamados a redescubrir y
a acoger con especial intensidad el
consolador anuncio de la resurrección: ‘Cristo, mi esperanza ha resucitado!’
‘Cristo, mi esperanza ha resucitado!’ Si Cristo ha resucitado, podemos mirar
con ojos y corazón nuevos todo evento de nuestra vida, también los más
negativos. Los momentos de oscuridad, de fracaso y también de pecado pueden
transformase y anunciar un camino nuevo. Cuando hemos tocado el fondo de
nuestra miseria y de nuestra debilidad, Cristo resucitado nos da la fuerza para
volvernos a levantar. ¡Si nos encomendamos a Él, su gracia nos salva! El Señor
Crucificado y resucitado es la revelación plena de la misericordia, presente y
activa en la historia. He aquí el mensaje pascual, que resuena aún hoy y que
resonará durante todo el tiempo de Pentecostés.
María fue testigo silenciosa de los eventos de la pasión y
de la resurrección de Jesús. Ella estuvo de pie al lado de la cruz, no se dobló
ante el dolor, sino que su fe la fortaleció. En su corazón desgarrado de madre
permaneció siempre encendida la llama de la esperanza. Pidámosle a Ella que nos
ayude también a nosotros a acoger en plenitud el anuncio pascual de la
resurrección, para encarnarlo en lo concreto de nuestra vida cotidiana.
Que la Virgen María nos done la certeza de fe, para que
cada paso sufrido de nuestro camino, iluminado por la luz de la Pascua, sea
bendición y alegría para nosotros y para los demás, en especial para los que
sufren a causa del egoísmo y de la
indiferencia.
Invoquémosla, pues, con fe y devoción, con el Regina Coeli,
la oración que sustituye el Ángelus durante todo el tiempo pascual.»
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