Texto y Audio
completo de la reflexión del Santo Padre
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Mt
6.24 a 34) es un fuerte llamado a fiarse de Dios, no lo olviden… ¡fiarse de
Dios! que cuida de los seres vivos de la creación. Él da alimento a todos los
animales, cuida de los lirios y la hierba del campo (cf. vv 26-28.); su mirada
benévola y solícita acompaña cotidianamente nuestras vidas. Ella pasa por el
interior de nuestras preocupaciones, que amenazan con quitarnos la serenidad y
el equilibrio. Pero esta ansiedad es a menudo inútil, porque no puede cambiar
el curso de los acontecimientos. Jesús nos llama con insistencia a no
preocuparnos por el mañana (cf. vv 25.28.31.), recordando que por encima de
todo hay un Padre amoroso que nunca se olvida de sus hijos: fiarnos de él no
resuelve mágicamente los problemas, pero nos permite afrontarlos con el ánimo
necesario. Con valentía. Soy valiente porque me fío de mi Padre, que cuida de
todo y me quiere tanto.
Dios no es un ser distante y
anónimo: Él es nuestro refugio, la fuente de nuestra serenidad y nuestra paz.
Es la roca de nuestra salvación, a la que podemos aferrarnos con la certeza de
no caer, quien se aferra a Dios no se cae jamás, y es nuestra defensa contra el
mal siempre en acecho. Dios es nuestro gran amigo, el aliado, el Padre, pero no
siempre nos damos cuenta. No nos damos cuenta de que tenemos un amigo, un
aliado, un Padre, que nos quiere tanto. Y preferimos apoyarnos en los bienes
inmediatos, que podemos tocar…bienes tangibles, olvidando y a veces negando, su
bien supremo, es decir, el amor paternal de Dios. ¡Sentirlo Padre, en esta
época de orfandad es tan importante! En este mundo huérfano… ¡Sentirlo Padre!
Nosotros nos alejamos del amor de Dios cuando andamos en la búsqueda obsesiva
de los bienes terrenales y de las riquezas del mundo, manifestando así un amor
"exagerado" a esta realidad.
Jesús nos dice que esta
búsqueda afanosa es ilusoria y motivo de la infelicidad. Él da a sus discípulos
una regla de vida fundamental: "Busquen primero el Reino de Dios" (v
33). Se trata de llevar a cabo el proyecto que anunció Jesús en el Sermón de la
Montaña, confiando en Dios que no defrauda, -tantos amigos, tantos que nosotros
creíamos amigos nos han desilusionado... Dios nunca defrauda-, trabajando como
fieles administradores de los bienes que Él nos ha dado, incluso de los bienes
terrenales, pero sin "caer en la exageración" como si todo,
incluso nuestra salvación dependiera sólo de nosotros.
Esta actitud evangélica
requiere una elección clara, que el pasaje de hoy indica con precisión:
"No se puede servir a Dios y al dinero" (v. 24). O el Señor… o los
ídolos fascinantes pero ilusorios. Esta elección que estamos llamados a hacer,
repercute por tanto, en todos nuestros actos, actividades y tantos compromisos.
Es una elección que hay que hacer de manera clara y renovar
constantemente, porque la tentación de reducir todo al dinero y al placer
presionan. ¡Hay tantas tentaciones por esto!
Mientras que honrar a estos
ídolos conduce a resultados tangibles aunque fugaces, elegir a Dios y a su
Reino no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma
en la esperanza y deja a Dios la plena realización. La esperanza cristiana está
ordenada al cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene ante
ninguna dificultad, ya que está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca
falla. Él es fiel, es un Padre fiel, un amigo fiel, es un aliado fiel.
Que la Virgen María nos
ayude a confiar en el amor y la bondad del Padre celestial, a vivir en Él y con
Él. Este es el requisito previo para superar los tormentos y las adversidades
de la vida, e incluso las persecuciones, como nos lo demuestra el testimonio de
tantos hermanas y hermanos nuestros.
Traducción del italiano:
(Sofía Lobos- RV)
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