«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


5 de febrero de 2015

En Sta. Marta. La misión de la Iglesia es sanar las heridas del corazón

Sanar; levantar; liberar; expulsar demonios. Y después reconocer con sobriedad: he sido un simple “trabajador del Reino”. Esto es lo que debe hacer y debe decir de sí un ministro de Cristo cuando cura a los muchos heridos que esperan en los pasillos de la Iglesia, un “hospital de campo”. Así lo ha recordado el santo padre Francisco, durante la homilía de este jueves celebrada en Santa Marta. Hoy, ha tomado para su reflexión el Evangelio del día en el que Jesús envía a sus discípulos de dos en dos en los pueblos a predicar, sanar a los enfermos y expulsar a los espíritus inmundos.

En primer lugar, el Papa ha hablado de la descripción que Jesús hace del estilo de aquellos que asumen el papel de sus enviados al pueblo: personas libres de ostentación, no deben llevar “ni pan, ni alforja, ni dinero en la cintura”. Y esto Jesús lo dice, ha observado el Papa, porque “la salvación no es una teología de la prosperidad”. Es solo y nada más que el “alegre anuncio” de liberación llevado a cada oprimido.

Y así lo ha explicado: “Esta es la misión de la Iglesia, la Iglesia que sana, que cura. A veces, yo he hablado de la Iglesia como de un hospital de campo. Es verdad: ¡cuántos heridos hay, cuántos heridos! ¡Cuánta gente que necesita que sus heridas sean sanadas!”. Esta es la misión de la Iglesia, ha recordado el Papa, “sanar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre…”.

Por eso, Francisco ha advertido que desviar de la esencialidad de este anuncio, abre el riesgo de tergiversar la misión de la Iglesia, cuando el compromiso profundo de aliviar las distintas formas de miseria se vacía de la única cosa que cuenta: llevar a Cristo a los pobres, a los ciegos, a los prisioneros.

Al respecto, el Pontífice ha asegurado que “es verdad, nosotros debemos ayudar y hacer organizaciones que ayuden en esto: eso sí, porque el Señor nos da los dones para esto. Pero cuando olvidamos esta misión, olvidamos la pobreza, olvidamos el celo apostólico y ponemos la esperanza en estos medios, la Iglesia lentamente se resbala hacia una ONG y se convierte en una bonita organización: poderosa, pero no evangélica, porque falta ese espíritu, el de la pobreza, el de la fuerza de sanar”.

Por último, el Santo Padre ha recordado que los discípulos volvieron “felices” de su misión y que Jesús se les llevó a descansar. A este punto, ha subrayado que no les dijo que eran grandes, y que en la próxima salida organizaran mejor las cosas... Solamente les dijo, ha señalado Francisco: “Cuando hayáis hecho todo esto que debéis hacer, deciros a vosotros mismos: ‘siervo inútil soy’". Este es el apóstol. Y ¿cúal sería la alabanza más bella para un apóstol?, se ha preguntado el Santo Padre. “Ha sido un trabajador del Reino, un trabajador del Reino”, sería la respuesta.

Finalmente, el Obispo de Roma ha concluido explicando que “esta es la alabanza más grande, porque va sobre este camino del anuncio de Jesús: va a sanar, a cuidar, a proclamar este feliz anuncio y este año de gracia. A hacer que el pueblo encuentre de nuevo al Padre, a llevar la paz en los corazones de la gente”.

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