Querido Dios:
Estoy pesimista. Acabo de leer a
Isaías: Ven, pueblo de Jacob, marchemos a
la montaña santa; caminemos hacia la luz del Señor (Is 2,1-5). No lo
entiendo. Yo mismo soy consciente de mis resistencias a caminar y a emprender
lo nuevo. No emprendo el camino de lo nuevo porque me da miedo, y, en el fondo,
estoy convencido de que sería más feliz y mejor creyente. Pero me aferro a la
actual seguridad. He estado en una reunión en este inicio de Adviento y he
vuelto pesimista. Nos preocupamos tanto de la integridad y de las «comas y
puntos» de tu mensaje que ya no sé si nos interesa la letra o el espíritu....
Me duele el alma...La salvación tiene que brotar por otras esquinas. No nos
penetra tu palabra. La leemos, la proclamamos, la tenemos en primer plano en la
iglesia, pero está lejos del corazón. El corazón nuestro se alimenta de
nuestras palabras, de nuestros miedos, de nuestros fracasos, de nuestro
asegurar el presente, de nuestras ganas de medrar y tener poder y renombre, de
nuestros recuerdos de ayer. No nos atrevemos a ir al futuro si éste supone que
tenemos que cambiar algo de lo que somos y tenemos, de lo que nos asegura Así,
Señor, no anunciamos que tú llegas y que tú traes un futuro nuevo. En el fondo
me duele todo esto. Hasta me pongo a pensarlo y disculpo a la gente diciéndome: Cómo vas a pedir a
tales personas a sus años que cambien...! ¿Pero no es esto una contradicción?
Si somos creyentes, lo de la fe es un continuo éxodo, ¿o no? ¿Qué fe es la que
tenemos? Yo creo que más que fe tenemos certezas... La fe es caminar en la
inseguridad de la confianza ilimitada... La certeza es inmovilista. Todo esto
es lo que me vuelve pesimista. Confieso que el peso de los otros pesa sobre mí
y me dificulta abrirme yo mismo a la esperanza y a lo nuevo. Tengo la tentación
de decirme: «Tira como puedas, y déjate de historias. No hay nada que hacer,
así que no te compliques la
vida...». ¿Un poco triste, no? Pero esto no es toda la verdad. No quiero caer
en ese error porque hoy esté hablando desde la noche. Hay estrellas... Me
apunto a ver la noche desde una estrella.
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