(RV).- Dios salva
a su pueblo no desde lejos, sino haciéndose cercano, con ternura. El Santo Padre,
inspirándose en la lectura del profeta Isaías, hizo una comparación:
“Es tanta la cercanía que Dios se
presenta aquí como una mamá, como una mamá que dialoga con su niño: una mamá,
cuando canta la canción de cuna y toma la voz del niño y se hace pequeña como
el hijito y habla con el tono del niño hasta el punto de parecer ridículo, si
uno no entiende qué cosa grande hay ahí: ‘No temas gusanito de Jacob. Pero,
cuántas veces una mamá dice estas cosas al niño mientras lo acaricia, ¡eh! He
aquí, te convertiré en una trilladora acuminada, nueva… te haré grande… Y lo
acaricia, y lo acerca a ella. Y Dios hace así. Es la ternura de Dios. Está tan
cerca de nosotros que se expresa con esta ternura: la ternura de una mamá”.
Dios nos ama gratuitamente – afirmó
el Papa –
como una mamá a su niño. Y el niño “se deja amar”: “ésta es la gracia de
Dios”. “Pero nosotros, tantas veces, para estar seguros, queremos controlar la
gracia” y “en la historia y también en nuestra vida tenemos la tentación de
cosificar la gracia”, hacerla “como una mercancía o una cosa controlable”, tal
vez diciéndonos a nosotros mismos: “Pero, yo tengo tanta gracia”; o “tengo el
alma limpia, estoy en gracia”:
“Y así, esta verdad tan bella de la
cercanía de Dios se desliza en una contabilidad espiritual: ‘No, yo hago esto
porque esto me dará 300 días de gracia… Yo hago aquello porque me dará esto, y
así acumulo gracia’. Pero, ¿qué cosa es la gracia? ¿Una mercadería? Y así,
parece que sí. Parece que sí. Y en la historia esta cercanía de Dios a su
pueblo ha sido traicionada por esta actitud nuestra, egoísta, de querer
controlar la gracia, cosificarla”.
El Papa también recordó algunos de
los grupos que en tiempos de Jesús querían controlar la gracia: los Fariseos,
hechos esclavos de tantas leyes que cargaban “sobre las espaldas del pueblo”.
Los Saduceos, con sus compromisos políticos. Los Esenios, “buenos,
buenísimos, pero tenían tanto miedo, no querían correr riesgos” y terminaban
por aislarse en sus monasterios. Los Zelotes, para los cuales la gracia de Dios
era “la guerra de liberación”, “otra manera de cosificar la gracia”.
“La gracia de
Dios – subrayó el Papa – es otra cosa: es cercanía, es ternura.
Esta regla sirve siempre. Si tú en tu relación con el Señor no sientes que Él
te ama con ternura, aún te falta algo, aún no has comprendido qué cosa es la
gracia, aún no has recibido la gracia que es esta cercanía”. El Papa Francisco recordó una confesión de hace
tantos años, cuando una mujer se atormentaba acerca de la validez o no de una
Misa a la que había asistido un sábado por la tarde por un matrimonio, con
lecturas diversas de las del domingo. Ésta fue su respuesta: “Pero señora, el
Señor la ama tanto a usted. Ella había ido allí, había recibido la Comunión,
había estado con Jesús…
Sí, pero quédese tranquila, el Señor no es un comerciante, el Señor ama, está
cerca”:
“Y San Pablo reacciona con fuerza
contra esta espiritualidad de la ley. ‘Yo soy justo si hago esto, esto, esto.
Si no hago esto no soy justo’. Pero tú eres justo porque Dios se te ha
acercado, porque Dios te acaricia, porque Dios te dice estas cosas bellas con
ternura: ésta es nuestra justicia, esta cercanía de Dios, esta ternura, este
amor. Incluso con el riesgo de parecernos ridículo, nuestro Dios es tan bueno.
Si nosotros tuviéramos el valor de abrir nuestro corazón a esta ternura de
Dios, ¡cuánta libertad espiritual tendríamos! ¡Cuánta! Hoy, si tienen un poco
de tiempo, en su casa, tomen la Biblia: Isaías, capítulo 41, desde el versículo
13 hasta el 20, siete versículos. Y léanlos. Esta ternura de Dios, este Dios
que nos canta a cada uno de nosotros la canción de cuna, como una mamá”.
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