(RV).- Quien estudia el misterio de Dios que
se ponga de rodillas, porque Dios se revela con mucho gusto a un corazón
humilde.

“Él nos hace conocer al Padre, nos hace
conocer esta vida interior que Él tiene. Y ¿a quién revela esto el Padre? ¿A
quién da esta gracia? ‘Te alabo, oh Padre, Señor del Cielo y de la Tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has revelado
a los pequeños’. Sólo aquellos que tienen el corazón como los pequeños, que son
capaces de recibir esta revelación, el corazón humilde, manso, que siente la
necesidad de rezar, de abrirse a Dios, se siente pobre; solamente aquel que va
adelante con la primera Bienaventuranza: los pobres de espíritu”.
Por tanto, la pobreza es la dote privilegiada
para abrir la puerta del misterio de Dios. Una dote que a veces, hizo notar el
Papa, puede faltar precisamente en quien a este misterio dedica una vida de
estudios:
“Tantos pueden conocer la ciencia, la teología
también, ¡tantos! Pero si no hacen esta teología de rodillas, o sea
humildemente, como pequeños, no entenderán nada. Nos dirán tantas cosas, pero
no comprenderán nada. Sólo esta pobreza es capaz de recibir la Revelación que
el Padre da a través de Jesús, a través de Jesús. Y Jesús viene, no como un
capitán, un general de ejército, un gobernante potente, no, no. Viene como un
brote. Así lo hemos escuchado en la Primera Lectura: ‘En aquel día, un retoño
brotará del tronco de Jesé. Él es un vástago: es humilde, es manso, y ha venido
para los humildes, para los mansos, a traer la salvación a los enfermos, a los
pobres, a los oprimidos”.
El Santo Padre prosiguió explicando que Jesús
es el primero de los marginados llegando incluso a considerar “un valor no
negociable ser igual a Dios”. “La grandeza del misterio de Dios”, repitió, se
conoce solamente “en el misterio de Jesús y el misterio de Jesús es
precisamente el misterio del abajarse, del aniquilarse, del humillarse” que
“trae la salvación a los pobres, a aquellos que son aniquilados por tantas
enfermedades, pecados y situaciones difíciles”. “Fuera de este marco –
concluyó el Papa Francisco – no se puede entender el misterio de Jesús”:
“Pidamos al Señor, en este tiempo de Adviento,
que nos acerquemos más, más, más a su misterio y que lo hagamos por el camino
que Él quiere que hagamos: el camino de la humildad, el camino de la
mansedumbre, el camino de la pobreza, el camino de sentirnos pecadores. Así Él
viene a salvarnos, a liberarnos. Que el Señor nos de esta gracia”.
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