Texto completo de las palabras del Papa
«Queridos hermanos y hermanas
¡buenos días!
La página evangélica de hoy, tomada
del décimo capítulo del Evangelio de Lucas (1-12 17-20), nos hace comprender
cuán necesario es invocar a Dios «el Señor de la mies, para que envíe obreros
para su mies» (2). Los ‘obreros’ de los que habla Jesús son los misioneros del
Reino de Dios, a los que Él mismo llamaba y enviaba «de dos en dos para que lo
precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir». (1) Su tarea es
anunciar un mensaje de salvación dirigido a todos los misioneros, que anuncian
siempre un mensaje de salvación a todos, no sólo a los misioneros que van
lejos, también nosotros misioneros cristianos que decimos una palabra buena de
salvación. Y éste es el don que nos da Jesús con el Espíritu Santo. Y este
anuncio es el de decir: «El Reino de Dios está cerca de ustedes». (9). En
efecto, Jesús ha «acercado» a Dios a nosotros; en Jesús, Dios reina en medio de
nosotros, su amor misericordioso vence el pecado y la miseria humana.
Y ésta es la Buena Noticia que los
«obreros» deben llevar a todos: un mensaje de esperanza y de consolación, de
paz y de caridad. Jesús, cuando envía a sus discípulos para que lo precedan en
las aldeas, les recomienda: «Digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta
casa!»… «Curen a sus enfermos» (5 y 9) Todo ello quiere decir que el Reino de Dios
se construye día a día y ofrece ya en esta tierra sus frutos de conversión, de
purificación, de amor y de consolación entre los hombres. Es una cosa linda
¡eh! Construir día tras día este Reino de Dios que se va haciendo. No destruir,
construir.
¿Con qué espíritu el discípulo de
Jesús deberá desarrollar esta misión? Ante todo, deberá tener conciencia de la
realidad difícil y a veces hostil que le espera. Pero Jesús no ahorra palabras
sobre esto ¡eh! Jesús dice: «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos»
(3), clarísimo. La hostilidad que está desde siempre, desde el comienzo de las
persecuciones de los cristianos, porque Jesús sabe que la misión está
obstaculizada por la obra del maligno. Por ello, el obrero del Evangelio se
esforzará en estar libre de condicionamientos humanos de todo tipo, no llevando
ni dinero, ni alforja, ni calzado (cfr 4), como ha recomendado Jesús, para
confiar sólo en el poder de la Cruz de Cristo. Ello significa abandonar todo
motivo de vanagloria personal, de arribismo, de fama, de poder, y ser
instrumentos humildes de la salvación obrada por el sacrificio de Jesús, muerto
y resucitado por nosotros».
La misión del cristiano en el mundo
es una misión estupenda, es una misión destinada a todos, una misión de
servicio sin excluir a nadie; requiere tanta generosidad y sobre todo elevar la
mirada y el corazón, para invocar la ayuda del Señor. Hay tanta necesidad de
cristianos que testimonien con alegría el Evangelio en la vida de cada día. Los
discípulos enviados por Jesús «volvieron llenos de alegría (17). Cuando hacemos
esto, el corazón se llena de alegría. Y esta expresión me hace pensar en cómo
se alegra la Iglesia, se alegra cuando sus hijos reciben la Buena Noticia
gracias a la dedición de tantos hombres y mujeres que cotidianamente anuncian
el Evangelio: sacerdotes, esos párrocos buenos que todos conocemos, religiosas,
consagradas, misioneras, misioneros, y me pregunto, escuchen la pregunta:
¿cuántos de ustedes jóvenes, que ahora están presentes, hoy, en la plaza,
perciben la llamada del Señor a seguirlo? ¡No tengan miedo! Sean
valientes y lleven a los otros esta antorcha del celo apostólico que nos ha
sido dada por estos ejemplares discípulos.
Roguemos al Señor, por intercesión
de la Virgen María, para que no falten nunca a la Iglesia corazones generosos,
que trabajen para llevar a todos el amor y la ternura del Padre celeste».
(Traducción del italiano, Cecilia
de Malak – RV)
Terrorismo.
Papa Francisco pide que recemos todos juntos para “convertir los corazones de
los cegados por el odio”
Queridos hermanos y hermanas,
Expreso mi cercanía a los familiares de las víctimas y de los
heridos del atentado sucedido ayer en Dacca y también del sucedido en Bagdad.
Recemos juntos. Recemos juntos por ellos, por los difuntos y pidamos al Señor
para convertir el corazón de los violentos cegados por el odio. (Ave María…)
Les saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos
llegados desde Italia y desde diversos países. En particular al grupo de
Bérgamo (Italia) guiado por el Obispo. Los bergamascos no han escatimado en la
pancarta, ¿eh? ¡Se ve bien! A aquellos de Braganza- Miranda (Portugal); las
Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón que vienen desde Corea con algunos
fieles; los jóvenes de Ibiza que se preparan para la confirmación; y el grupo
de peregrinos venezolanos. También querría saludar a mis connacionales de La
Rioja, del Chilecito: se ve bien la bandera ahí, ¡eh!
Saludo a algunas peregrinaciones especiales, bajo el amparo
de la Misericordia: a los fieles de Ascoli Piceno, llegados a pie por la vía
Salaria antigua; a los socios de la Federación Italiana de Turismo Ecuestre,
llegados a caballo, algunos incluso desde Cracovia; y aquel en bicicleta y
motocicleta desde Cardito (Nápoles).
Saludo finalmente a la Asociación “Migas de esperanza de
Carla Zichetti”, la Familia Camiliana Laica, la Escuela materna de Verdellino,
y los muchachos de Albino y Desenzano, y aquellos de Sassari.
En el Año Santo de la Misericordia me agrada recordar que el
próximo miércoles celebraremos la memoria de santa María Goretti, la muchacha
mártir que antes de morir perdonó a su asesino. Esta valiente muchacha merece
un aplauso de toda la plaza, ¡eh!
Y a todos les deseo un buen domingo. Por favor, no se olviden
de rezar por mí.
¡Buen almuerzo y hasta la vista!
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