Texto completo de las palabras del
Papa
Queridos hermanos y hermanas:
No podía faltar, en esta mi visita
a Cracovia, el encuentro con los pequeños ingresados en este hospital. Los saludo
a todos y agradezco de corazón al Primer Ministro las amables palabras que me
ha dirigido. Me gustaría poder estar un poco cerca de cada niño enfermo, junto
a su cama, abrazarlos uno a uno, escuchar por un momento a cada uno de vosotros
y juntos guardar silencio ante las preguntas para las que no existen respuestas
inmediatas. Y rezar.
El Evangelio nos muestra en
repetidas ocasiones al Señor Jesús que encuentra a enfermos, los acoge, y
también que va con gusto a encontrarlos. Él siempre se fija en ellos, los mira
como una madre mira al hijo que no está bien, siente vibrar dentro de ella la
compasión.
Cómo quisiera que, como cristianos,
fuésemos capaces de estar al lado de los enfermos como Jesús, con el silencio,
con una caricia, con la oración. Nuestra sociedad, por desgracia, está
contaminada por la cultura del «descarte», que es lo contrario de la cultura de
la acogida. Y las víctimas de la cultura del descarte son precisamente las
personas más débiles, más frágiles; esto es una crueldad. Sin embargo es
hermoso ver que, en este hospital, los más pequeños y necesitados son acogidos
y cuidados. Gracias por este signo de amor que nos ofrecen. Esto es el signo de
la verdadera civilización, humana y cristiana: poner en el centro de la
atención social y política las personas más desfavorecidas.
A veces, las familias se encuentran
solas para hacerse cargo de ellos. ¿Qué hacer? Desde este lugar, donde se ve el
amor concreto, diría: multipliquemos las obras de la cultura de la acogida,
obras animadas por el amor cristiano, el amor a Jesús crucificado, a la carne
de Cristo. Servir con amor y ternura a las personas que necesitan ayuda nos
hace crecer a todos en humanidad; y nos abre el camino a la vida eterna: quien
practica las obras de misericordia, no tiene miedo de la muerte.
Animo a todos los que han hecho de
la invitación evangélica a «visitar a los enfermos» una opción personal de
vida: médicos, enfermeros, todos los trabajadores de la salud, así como los
capellanes y voluntarios. Que el Señor los ayude a realizar bien su trabajo, en
éste como en cualquier otro hospital del mundo.
No quisiera olvidar, aquí, el
trabajo de las religiosas, tantas monjas, que donan la vida en los hospitales.
Que el Señor los recompense
dándoles paz interior y un corazón siempre capaz de ternura. Gracias a
todos por este encuentro. Los llevo conmigo en el afecto y la oración. Y
también ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí.
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