«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


20 de octubre de 2014

ACOMPAÑAR A LA FAMILIA, NO JUZGARLA

Un Sínodo de 'remedios', más que de 'modelos'


El matrimonio y la familia son los puntos de sutura más delicados entre la Iglesia y la sociedad civil. Cuando   en una vertiente soplan vientos de fronda,  en la otra repercute también la tempestad. Por eso el Sínodo Extraordinario de la Familia que acaba de concluir ha sido más un Sínodo de “remedios”, que un Sínodo de “modelos”. Aquí se han estudiado principalmente  los “desafíos” para el matrimonio cristiano.  Dentro de un año, en el Sínodo ordinario,  se analizarán más detenidamente  los paradigmas.
¿Por qué tanto tiempo? Ha  sido la prudencia del papa Francisco quien ha preferido marcar en dos etapas la reflexión sobre la familia. En el Sínodo extraordinario se ha concentrado el debate. Un debate creador, con la máxima libertad en los intervinientes. Como dijo Francisco bromeando: “Sin  miedo a que el cardenal Müller (el prefecto de la Congregación de la Fe) se les eche encima”. Es decir, sin  retraimiento ante el  ojo de un supuesto  “Gran Hermano”  observando o reprochando alguna intervención.  El  hecho de que en el Sínodo haya habido visiones divergentes  no es nada excepcional. La controversia  ha acompañado siempre   las tareas de los Concilios y Sínodos en la Iglesia: desde Nicea  a Efeso,  de Trento al Vaticano  I, o de Viena al Concilio Vaticano II.
Zonas en alerta
Probablemente ninguna Asamblea eclesiástica -si se exceptúa el Concilio Vaticano II- ha sido seguida con tanta expectación por los media de todo el mundo. Un estudio de hace unos días  muestra que,  de septiembre de 2013 a septiembre de 2014 , solo en menciones realizadas en lengua inglesa, se han generado en la web  más de 1.162.143  noticias y conversaciones. Los resultados evidencian que América (53 por ciento) es la zona donde más se ha hablado del Sínodo, seguido de Europa (21 por ciento), Asia (10 por siento) y África  (4 por ciento).
Repárese que las zonas más “alertas” son precisamente aquellas en que el deterioro del matrimonio y la familia es mayor. En Estados Unidos, por ejemplo, la cantidad de madres solas pasó de 3 millones en 1970 a 10 millones en 2000. En 2000 había 65  millones de niños en familia monoparentales frente a 250 mil en 1960. Tiene razón el Sínodo cuando apunta a la pobreza --física o moral-- como una de las causas que más inciden en esa situación. Sin olvidar la tragedia que supone en Europa la rotura de un matrimonio cada treinta segundos.
  ¿Inventar en materia de matrimonio y familia?
Desde luego, el Sínodo no ha pretendido  inventar  en materia de matrimonio y familia. A diferencia de algunos ingenuos  que parecen  creer   que   sesenta generaciones han vivido en la noche de la ignorancia hasta que el sol salió después de que ellos hablaran,  esta Asamblea simplemente ha localizado y enunciado los problemas que la evolución social va planteando a la familia cristianas  (los desafíos), dejando sobre la mesa algunas sugerencias que serán o no aceptadas por el órgano con capacidad decisoria. Es decir, el Sínodo Ordinario recién convocado para octubre de 2015, cuyas propuestas habrá de ser confirmadas por el papa Francisco.
¿Y cuáles han sido esos problemas? Ante todo el desafío de  ofertar a un mundo “anestesiado por la cultura del bienestar”,  la visión cristiana del matrimonio, la del  “amor conyugal, único e indisoluble”, como ha recalcado el Mensaje Final del Sínodo, aprobado por una gran mayoría de 158 votos,  y se ha reflejado en el documento final (Relatio Synodi). Contemplarlo como  algo vivo, no como una  reliquia histórica analizada  con la frialdad de un anatomista frente a un cadáver. Volver  la mirada  primero a  la sustancia del matrimonio y luego a sus accidentes. Después, ser consciente  de sus erosiones, fruto de la debilidad humana o de unas circunstancias que la aceleran.
La misericordia y la fragilidad afectiva
Por eso mismo, junto a la ratificación de la doctrina,  el Sínodo ha remarcado la necesidad de la misericordia  ante la fragilidad afectiva que produce crisis en cadena en las familias. En esta línea, la situación de los   católicos divorciados y vueltos a casar civilmente, las  uniones de hecho, las  de personas del mismo sexo,  atención de los hijos de esas parejas etc,  ha sido objeto de atención. En el  documento final no todos estos puntos han sido aprobados por 2/3, pero  el Papa ha ordenado su publicación (con las votaciones íntegras)  como documentos de trabajo para el Sínodo de 2015.  En todo caso, se ha pedido  una mirada compasiva que rechace   el maltrato, la visión despectiva o la indiferencia ante situaciones a veces nada fáciles.  Se trata, como hizo notar el papa Francisco, de “acompañar a la familia más que juzgarla”.
Rafael Navarro-Valls, Catedrático de Derecho Canónico y académico/secretario general de la Real de Jurisprudencia y Legislación de España.
Madrid, 19 de octubre de 2014 (Zenit.orgRafael Navarro-Valls



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