Carácter manipulador de ciertos planteamientos proabortistas
“Aunque el lenguaje convenientemente manipulado haya calado
en el subconsciente colectivo, y los mensaje subliminales se hayan apoderado
de nuestro pensamiento, el aborto no es una ´interrupción del embarazo´ ,
ni puede ser ético, ni terapéutico, ni eugenésico”
(Dra. María Dolores Vila-Coro,
Directora de la Cátedra de Bioética de la UNESCO, Madrid)
Vistas las cosas con serenidad y rigor,
se advierte que los razonamientos proabortistas presentan demasiados fallos de
tipo metodológico y filosófico para que puedan ser aceptados.
Estos fallos proceden de una raíz
común: la voluntad de defender la despenalización del aborto de modo
indirecto, sin abordar de frente el núcleo de la cuestión. Para ello se
movilizan diversos recursos estratégicos que ofrece el lenguaje cuando se lo
utiliza como medio para vencer a ultranza.
1. Planteamientos unilaterales. Se presenta la despenalización
del aborto como una medida que no afecta a la actitud básica del respeto a la
vida, sino que viene a resolver algunos problemas graves planteados a ciertas
personas por la concepción indeseada de un nuevo ser. Se confiere, así, a la
medida proyectada un carácter positivo que la hace a primera vista plausible por
su condición «humanitaria». Esta unilateralidad de planteamiento produce
un deslizamiento de sentido de gran eficacia estratégica porque desplaza
la atención del hecho innegable de que se anula un proceso de gestación de un
ser humano para fijarla en la voluntad de tornar más llevadera la existencia de
las personas adultas. Tal propósito suele conmover fácilmente a personas que
tienen buenos sentimientos pero poca preparación intelectual. Con esta torsión de
la mirada se consigue que el tema del aborto sea analizado unilateralmente
desde la perspectiva de las ganancias inmediatas, dejando de lado otros
aspectos más radicales.
Tras esta delimitación estratégica del
problema, es fácil dar otro giro a la atención y alterar la perspectiva en que
debe ser considerado el asunto. En vez de sopesar -como sería lógico- las
exigencias que plantea al hombre un proceso llamado a generar nuevas vidas humanas, se concede preferencia a la opinión de la
mayoría. Si se empieza otorgando primacía al deseo de resolver ciertos
problemas de los adultos, la actitud y la opinión de éstos cobra preeminencia
sobre cualquier consideración de fondo que pueda y deba hacerse sobre la realidad
de los seres no nacidos y la actitud que se ha de adoptar respecto a ellos.
Dentro de esta óptica, las encuestas cobran un valor aparentemente decisivo.
Para acrecentarlo y convertirlo en criterio orientador de las medidas
legislativas sólo hace falta entender la ley -con unilateralidad positivista-
como la regulación de «lo que está en la calle».
Esta supervaloración de la opinión de la mayoría aparece
como algo innegable e intocable con sólo ponerla en relación con dos términos
«talismán» de la actualidad: libertad y democracia. Los conceptos
«talismán» aparecen aureolados de un prestigio tal que, incluso cuando son
utilizados de forma tosca, unilateral, no matizada, apenas osa nadie someterlos
a revisión. Se da por supuesto que los deseos de las gentes deben ser cumplidos
para que éstas sean verdaderamente libres, y se identifica democracia
con el imperio de la libertad de los individuos. Al no matizar el
concepto de libertad, suele confundirse ésta de modo expeditivo con la mera
«libertad de maniobra».
Este tipo de libertad se halla en lo que suelo considerar
como nivel 1 de realidad y de conducta, muy inferior en rango al nivel
2, el propio de las realidades humanas y de la actitud creativa.
Esta glorificación de la libertad, entendida unilateralmente
como liberación de todo cauce normativo, confiere su aparente fuerza y su
contundencia polémica a la reivindicación hecha por algunas mujeres de poder
hacer lo que quieran con su cuerpo y cuanto en él acontezca. Planteada la
cuestión artificiosamente en el plano objetivista (nivel 1), como si el cuerpo
fuera un objeto del que cabe disponer, tal reclamación parece ir vinculada al derecho
humano a la libertad y oponerse frontalmente a toda ley represiva.
He aquí la razón estratégica que lleva a los proabortistas a
afirmar como algo obvio que la ley penalizadora del aborto es «represiva»,
contraria a la libertad. Al ser «libertad» un concepto «talismán», estamos ante
el poderoso recurso estratégico de la «valoración por contraste». Todo cuanto
se opone o parece oponerse a una realidad o fenómeno «talismán» queda
automáticamente desprestigiado. El conocimiento de los niveles de realidad y
de conducta nos permite delatar esta burda manipulación del lenguaje.
2. Modos de defensa mediante la «valoración por
contraste». Se destacan ciertos problemas graves, relacionados —como el del
aborto— con el respeto a la vida, y se deja entrever que los adversarios de la
ley abortista no se preocupan por aportar soluciones a los mismos. Con esta
acusación, que no debe de necesitar prueba alguna a juzgar por la contundencia
con que suele hacerse, se califica implícitamente de hipócritas a los adversarios
del aborto, amenguando de esta forma su credibilidad en esta polémica.
Este ataque a la credibilidad de los antiabortistas se endurece
y gana en eficacia si se identifica veladamente a éstos con los creyentes, o,
todavía más, con los eclesiásticos, porque de esta forma se abren otras vías
complementarias para poner en entredicho el fundamento de su actitud. Se hace
posible, por ejemplo, movilizar una vez más el manido episodio de Galileo y sentenciar
que la Iglesia -en bloque- nunca tuvo una voluntad promotora de la ciencia,
ejerció más bien un influjo perturbador y no presenta ahora título alguno que
la autorice a recoger las investigaciones últimas de los biólogos para superar
ciertas indecisiones seculares acerca del origen de la vida humana y formular
un juicio sólido sobre el aborto realizado en los primeros tiempos de la
concepción.
Poco importa que estas argucias manipuladoras no puedan
resistir un mínimo análisis crítico, pues la contundencia en los ataques suele
impresionar a las gentes poco expertas en cuestiones de manipulación.
Para contrarrestar, en alguna medida, la meridiana claridad
con que la ciencia actual defiende que desde el primer instante de la
concepción surge un nuevo ser -distinto de la madre- que de modo autorregulado
alcanzará en su día un desarrollo cabal como persona humana, se destaca que no
está nada clara la posición de los antiabortistas respecto a la determinación
del momento en que comienza el ser vivo de condición humana a constituir una persona.
Al resaltar esta falta de claridad por parte de quienes impugnan el aborto,
quieren sugerir -por vía de rebote- que los partidarios del mismo disponen de libertad
de maniobra para llevarlo a cabo.
Con objeto de incrementar el efecto de
tal valoración por contraste, se da a entender que, para ser humano, un
feto debe tener «personalidad». Y, como «tener personalidad» es entendido a
menudo superficialmente como sinónimo de gozar de una determinada «consideración
social» y desempeñar cierto papel en la existencia, se saca a veces la
conclusión de que el ser humano sólo llega a ser persona por «convención».
Mediante esta interpretación reduccionista de la condición personal del ser
humano, las prácticas abortistas parecen obtener un fundamento intelectual
filosófico y antropológico.
3. Defensa en virtud de la autonomía
de la actividad política. La descalificación de los antiabortistas parece
llegar a su meta si se moviliza el recurso doble de confinar sus opiniones al
ámbito de lo ético y escindir éste del ámbito de lo político. Se declara
profesar un gran respeto a las convicciones «éticas» de los adversarios
ideológicos, pero se conmina a éstos a no defenderlas en público, bajo riesgo
de ser tachados de seres intolerantes que intentan imponer antidemocráticamente
sus opiniones privadas a los demás, injerirse ilegítimamente en la esfera política
y coaccionar a los legisladores.
Estos recursos estratégicos y otros
análogos se hallan en la base de los razonamientos proabortistas. Basta una
mínima preparación metodológica para advertir que se trata de un uso indebido
del lenguaje. Tergiversar de esta forma el lenguaje nos aleja años luz de la
realidad y de la cultura.
Ante la situación actual de tergiversación del lenguaje y depreciación
de los valores, se impone tomar varias medidas urgentes:
1.
Poner alerta a las gentes para que conozcan el
riesgo constante de manipulación a que están sometidas.
2.
Analizar
cuidadosamente el uso estratégico del lenguaje que se viene haciendo.
3.
Fomentar la verdadera formación de personas y
pueblos, en la seguridad de que éstos son manipulables en medida directamente
proporcional a su falta de cultura y creatividad.
4.
Oponer
al fomento manipulador de las experiencias de vértigo –o fascinación- el
incremento de toda suerte de experiencias de éxtasis o creatividad.
Es éste un amplio y sugestivo programa
de acción que puede llevar, si se lo realiza bien, a la instauración de una
nueva forma de Humanismo, un Humanismo basado en la defensa de la verdad. Todo
cuanto favorezca la instauración de este género eminente de Humanismo, aunque limite
ciertas libertades que favorecen las experiencias de vértigo, no constituye una
forma de represión sino de auténtica liberación, la liberación para la vida
creativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario