(RV). La gente sigue a Jesús porque reconoce que es el Buen Pastor. Lo subrayó el Papa Francisco esta mañana en la homilía de la misa en la Casa de Santa Marta. El Papa advirtió del peligro de los que reducen la fe a moralismo, siguen una liberación política o buscan acuerdos con el poder.
¿Por qué la gente seguía a Jesús? Es la pregunta con la que el Papa Francisco desarrolló su homilía centrada en el pueblo y en la enseñanza del Señor. Jesús, señaló, fue seguido por la multitud porque “estaban admirados por su enseñanza”, “sus palabras maravillaban su corazón y se asombraban de encontrar algo tan bueno y grande”. Los otros en cambio “hablaban, pero no llegaban a la gente”. El Papa, enumeró cuatro grupos de personas que hablaban en la época de Jesús: en primer lugar, los fariseos. Estos, dijo, “hacían del culto de Dios, de la religión, una serie de mandamientos, y de los diez que había hacían más de trescientos”. Cargaban “este peso” sobre los hombros de la gente. Era, añadió el Papa, “una reducción de la fe en el Dios vivo a la ¡casuística!”. Y había también “contradicciones de la casuística más cruel”.
“Pero tienes que cumplir - por ejemplo - el cuarto mandamiento; "¡Sí, sí, sí '; “Hay que dar de comer a tu padre anciano, a tu anciana madre! '; “¡Sí, sí, sí”; "Pero como usted sabe, yo no puedo hacerlo, porque he dado mi dinero al templo!”; '¿Usted no lo hace? ¡Sus padres mueren de hambre! Es así: contradicciones de la casuística más cruel. ¡El pueblo los respetaba, porque la gente es respetuosa. Los respetaba, pero no los escuchaban! Se iban...”
Otro grupo, dijo, era aquel de los Saduceos. “Estos – observó – no tenían fe, ¡habían perdido la fe! Hacían su oficio religioso en el camino de los acuerdos con los poderes: los poderes políticos, los poderes económicos. “Eran hombres de poder”. Un tercer grupo, prosiguió, “era aquel de los revolucionarios”, o bien, los zelotas que “querían hacer la revolución para liberar al pueblo de Israel de la ocupación romana”. Pero el pueblo, notó Francisco, “tiene buen sentido y sabe distinguir cuando la fruta está madura y cuando ¡no hay!. ¡Y no los seguía!”. El cuarto grupo, afirmó pues, era de “gente buena: se llamaban los Esenios”. Eran monjes que consagraban su vida a Dios. Aun así, advirtió, “ellos estaban lejos del pueblo y el pueblo no podía seguirlos”.
Estas, afirmó el Pontífice, “eran las voces que llegaban al pueblo y ninguna de estas voces tenía la fuerza de enardecer el corazón del pueblo”. “¡Pero Jesús sí! Las multitudes -explicó el Papa- estaban asombradas: oían a Jesús y su corazón ardía; el mensaje de Jesús llegaba al corazón!”. Jesús, reiteró Francisco, “se acercaba al pueblo”, “sanaba el corazón del pueblo”, comprendía las dificultades. Jesús, dijo aún el Papa, “no tenía vergüenza de hablar con los pecadores, iba a encontrarlos”, Jesús “sentía gozo, le daba gusto ir con su pueblo”. Y esto porque Jesús es “el Buen Pastor”: las ovejas oyen su voz, y lo siguen.
“Es por esta razón que la gente seguía a Jesús, porque era el Buen Pastor. No era ni un fariseo casuístico moralista, ni un saduceo que hacía negocios sucios con los políticos y los poderosos, ni un guerrillero que buscase la liberación política de su pueblo, ni un contemplativo del monasterio. ¡Él era un pastor! Un pastor que hablaba la lengua de su pueblo, lo entendían, decía la verdad, las cosas de Dios: ¡no negociaba nunca las cosas de Dios! Sino que las decía de tal manera, que la gente amaba las cosas de Dios. Por esto lo seguían".
“Jesús - prosiguió Francisco - nunca se alejó de la gente y nunca se apartó de su Padre”. Jesús, afirmó el Papa, “estaba muy unido con el Padre: ¡Él era uno con el Padre!”, y por esto estaba “muy cercano a la gente”. Él “tenía esta autoridad y por esto el pueblo lo seguía”. El Papa ha invitado a contemplar a Jesús, el Buen Pastor porque Él nos hará pensar a quien nos gusta seguir.
“¿A mí, a quién me gusta seguir? ¿A los que me hablan de cosas abstractas o de casuísticas morales; aquellos que se hacen llamar del pueblo de Dios, pero no tienen fe y lo negocian todo con los poderes políticos y económicos; aquellos que siempre quieren hacer cosas extrañas, cosas destructivas, las llamadas guerras de liberación, pero que al final no son los caminos del Señor; o un contemplativo apartado? ¿A mí, a quién me gusta seguir?”
“Que esta pregunta - concluyó el Papa - nos haga llegar a la oración y pedir a Dios, al Padre, que nos acerque a Jesús para seguir a Jesús, para ser sorprendidos por lo que Jesús nos dice”.
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