Texto
completo de las palabras del Papa antes de la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo después de la Epifanía celebramos el Bautismo
de Jesús, y hacemos memoria grata de nuestro Bautismo. En este contexto, esta
mañana bauticé a 26 neonatos: ¡recemos por ellos!
El Evangelio nos presenta a Jesús, en las aguas del río Jordán,
al centro de una maravillosa revelación divina. Escribe San Lucas: “Todo el
pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba
orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma
corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: Tú eres mi Hijo
muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. (Lc 3,21-22). De este
modo Jesús es consagrado y manifestado por el Padre como Mesías salvador y
liberador.
En este evento – testificado por los cuatro Evangelios – tuvo
lugar el pasaje del bautismo de Juan Bautista -basado en el símbolo del agua-
al Bautismo de Jesús “en el Espíritu Santo y en el fuego” (Lc 3,16). De hecho,
el Espíritu Santo en el Bautismo cristiano es el artífice principal: es Él que
quema y destruye el pecado original, restituyendo al bautizado la belleza de la
gracia divina; es Él que nos libera del dominio de las tinieblas, es decir, del
pecado y nos traslada al reino de la luz, es decir, del amor, de la verdad y de
la paz. Esto es el reino de la luz. ¡Pensemos a qué dignidad nos eleva el
Bautismo! “Miren qué amor tan singular nos ha tenido el Padre que no sólo nos
llamamos hijos de Dios, sino que lo somos” (1Jn 3,1), y lo somos realmente,
exclama el apóstol Juan. Tal estupenda realidad de ser hijos de Dios comporta
la responsabilidad de seguir a Jesús, el Siervo obediente, y reproducir en
nosotros mismos sus rasgos: mansedumbre, humildad, ternura. Y esto no es fácil,
especialmente si entorno a nosotros hay tanta intolerancia, soberbia, dureza.
¡Pero con la fuerza que nos llega del Espíritu Santo es posible!
El Espíritu Santo, recibido por primera vez el día de nuestro
Bautismo, nos abre el corazón a la Verdad, a toda la Verdad. El Espíritu empuja
nuestra vida hacia el camino laborioso pero alegre de la caridad y de la
solidaridad hacia nuestros hermanos. El Espíritu nos dona la ternura del perdón
divino y nos invade con la fuerza invencible de la misericordia del Padre. No
olvidemos que el Espíritu Santo es una presencia viva y vivificante en quien lo
recibe, reza con nosotros y nos llena de alegría espiritual.
Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, pensemos en el nuestro, en
el día del nuestro Bautismo; todos nosotros hemos sido bautizados, agradezcamos
por este don. Y les hago una pregunta, ¿quién de ustedes conoce la fecha de su
Bautismo? Seguramente no todos, por eso, les invito a ir a buscar la fecha
preguntando por ejemplo a sus padres, a sus abuelos, a sus padrinos, o yendo a
la parroquia. Es muy importante conocerla porque es una fecha para festejar: es
una fecha de nuestro renacimiento como hijos de Dios, por esto, tarea para casa
para esta semana: ir a buscar la fecha de mi bautismo. Festejar aquel día
significa reafirmar nuestra adhesión a Jesús, con el compromiso de vivir como
cristianos, miembros de la Iglesia y de una humanidad nueva, en la cual todos somos
hermanos.
La Virgen María, primera discípula de su Hijo Jesús, nos
ayude a vivir con alegría y fervor apostólico nuestro Bautismo, recibiendo cada
día el don del Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios.
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