«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


10 de mayo de 2014

MARÍA, LA MEJOR DESPENSERA

“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.” (Gál 4, 4-5)

Madre, a medida que voy contemplando los textos litúrgicos que se proclaman en Pascua, desde el deseo de recorrer este tiempo contigo, me voy dando cuenta de la relación íntima que se da entre las palabras de tu Hijo y tu forma de vida. Sin duda fuiste la discípula más fiel del Evangelio.
Ante el discurso de Cafarnaúm que pronuncia tu Hijo, y ante tu maternidad, me pregunto si comulgar es recibir el cuerpo de Cristo, cuerpo y sangre que recibió de tus entrañas. Entonces, Señora, ¿participar en la mesa santa del sacramento de la Eucaristía será comulgar de alguna manera también con tu carne? Al menos es hacerlo con el fruto bendito de tu vientre.
He contemplado con devoción representaciones piadosas que te muestran  con tu Hijo en el brazo izquierdo, y con un fruto en la mano derecha, en gesto de invitación a tomarlo. Creo que con estas imágenes se intenta presentarte como la Nueva Eva, reparando aquella otra invitación que le hizo la mujer Eva a Adán, en el jardín primero, a comer del fruto del árbol prohibido. Tú en cambio nos invitas a comer el fruto bendito que da vida. Jesús dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (Jn 6, 54).
En un texto evangélico se lee: ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11, 11-13).

Y yo gloso el texto: ¿Qué madre hay en la tierra que, si un hijo suyo le pide de comer, le dará algo malo? Si no cabe imaginar que una madre ofrezca algo dañino a su hijo, ¡cuánto más tú, la bendita entre todas las mujeres, nos darás lo mejor de ti misma, a quien es la Vida!
María, intercede por nosotros y con nosotros, cuando rezamos a Dios: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.


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