Nosotros, el Papa Francisco, el Patriarca Ecuménico Bartolomé
y el Arzobispo de Atenas y de Toda Grecia Ieronymos, nos hemos encontrado en la
isla griega de Lesbos para manifestar nuestra profunda preocupación por la
situación trágica de los numerosos refugiados, emigrantes y demandantes de asilo,
que han llegado a Europa huyendo de situaciones de conflicto y, en muchos
casos, de amenazas diarias a su supervivencia. La opinión mundial no puede
ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la
violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de
minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus
hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos
fundamentales.
La tragedia de la emigración y del desplazamiento forzado
afecta a millones de personas, y es fundamentalmente una crisis humanitaria,
que requiere una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un
inmediato compromiso efectivo de recursos. Desde Lesbos, nosotros hacemos un
llamamiento a la comunidad internacional para que responda con valentía,
afrontando esta crisis humanitaria masiva y sus causas subyacentes, a través de
iniciativas diplomáticas, políticas y de beneficencia, como también a través de
esfuerzos coordinados entre Oriente Medio y Europa.
Como responsables de nuestras respectivas Iglesias, estamos
unidos en el deseo por la paz y en la disposición para promover la resolución
de los conflictos a través del dialogo y la reconciliación. Mientras
reconocemos los esfuerzos que ya han sido realizados para ayudar y auxiliar a
los refugiados, los emigrantes y a los que buscan asilo, pedimos a todos los
líderes políticos que empleen todos los medios para asegurar que las personas y
las comunidades, incluidos los cristianos, permanezcan en su patria y gocen del
derecho fundamental de vivir en paz y seguridad. Es necesario urgentemente un
consenso internacional más amplio y un programa de asistencia para sostener el
estado de derecho, para defender los derechos humanos fundamentales en esta
situación que se ha hecho insostenible, para proteger las minorías, combatir la
trata y el contrabando de personas, eliminar las rutas inseguras, como las que
van a través del mar Egeo y de todo el Mediterráneo, y para impulsar procesos
seguros de reasentamiento. De este modo podremos asistir a aquellas naciones
que están involucradas directamente en auxiliar las necesidades de tantos
hermanos y hermanas que sufren. Manifestamos particularmente nuestra
solidaridad con el pueblo griego que, a pesar de sus propias dificultades
económicas, ha respondido con generosidad a esta crisis.
Juntos imploramos firmemente por fin de la guerra y la
violencia en Medio Oriente, una paz justa y duradera, así como el regreso digno
de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares. Pedimos a las comunidades
religiosas que incrementen sus esfuerzos para recibir, asistir y proteger a los
refugiados de todas las confesiones religiosas, y que los servicios de
asistencia civil y religiosa trabajen para coordinar sus esfuerzos. Hasta que dure
la situación de necesidad, pedimos a todos los países que extiendan el asilo
temporal, ofrezcan el estado de refugiados a quienes son idóneos, incrementen
las iniciativas de ayuda y trabajen con todos los hombres y mujeres de buena
voluntad por un final rápido de los conflictos actuales.
Europa se enfrenta hoy a una de las más graves crisis
humanitarias desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Para afrontar este
desafío serio, hacemos un llamamiento a todos los discípulos de Cristo para que
recuerden las palabras del Señor, con las que un día seremos juzgados: «Porque
tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui
forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me
visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme… Os aseguro que cada vez que lo
hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt
25,35-36.40).
Por nuestra parte, siguiendo la voluntad de Nuestro Señor
Jesucristo, decidimos con firmeza y con todo el corazón de intensificar
nuestros esfuerzos para promover la unidad plena de todos los cristianos.
Reiteramos nuestra convicción de que «la reconciliación (entre los cristianos)
significa promover la justicia social en todos los pueblos y entre ellos…
Juntos queremos contribuir a que los emigrantes, los refugiados y los
demandantes de asilo se vean acogidos con dignidad en Europa» (Charta
Oecumenica, 2001). Deseamos cumplir la misión de servicio de las Iglesias en el
mundo, defendiendo los derechos fundamentales de los refugiados, de los que
buscan asilo político y los emigrantes, como también de muchos marginados de
nuestra sociedad.
Nuestro encuentro de hoy se propone contribuir a infundir
ánimo y dar esperanza a quien busca refugio y a todos aquellos que los reciben
y asisten. Nosotros instamos a la comunidad internacional para que la
protección de vidas humanas sea una prioridad y que, a todos los niveles, se
apoyen políticas de inclusión, que se extiendan a todas las comunidades
religiosas. La situación terrible de quienes sufren por la crisis humanitaria
actual, incluyendo a muchos de nuestros hermanos y hermanas cristianos, nos
pide nuestra oración constante.
Lesbos, 16 de abril de 2016 - Ieronymos II
- Francisco - Bartolomé I
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