«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


23 de julio de 2014

ROSTRO DEL ALMA Y DE DIOS ENAMORADO; PROSTITUCIÓN Y GOZO DEL AMOR

(RV).-El libro del Cantar de los Cantares describe el amor apasionado de una mujer que en la noche busca al amor de su alma en la cama. Y como no lo encuentra sale a buscarlo por la ciudad en calles y plazas hasta que lo encuentra.

Se trata del amor ardiente de dos enamorados que se necesitan y buscan mutuamente y no pueden vivir separados.

Este libro de la Biblia representa al mismo Dios que nos busca enamorado como un esposo amante y al alma humana sedienta de este esposo divino amante.

María Magdalena -discípula de Jesús-, le pone rostro particular a esta esposa enamorada. Ella lo sigue por el camino que atraviesa el calvario, permanece fiel junto a la cruz, y es la primera en anunciar que el amor de Jesús es más fuerte que la misma muerte.

La búsqueda de María de Magdala, en la actual Tierra Santa, es una sed afiebrada que primero equivoca la fuente del amor y el gozo -como también le sucedió a la samaritana que había tenido cinco maridos- hasta que encuentra a Jesús que la defiende de la muerte a pedradas y sacia su sed de gozo en el amor, con su perdón misericordioso hasta el extremo y pronunciando su nombre propio, recién resucitado.

Otro libro de la Biblia describe el amor loco de Dios por el alma de su pueblo, como el enamorado de una prostituta que rescata del abandono, la limpia de su inmundicia y viste y adorna su desnudez con hermosos vestidos y preciosas joyas. Porque ya en el Viejo Testamento la imagen del pecado es la infidelidad; la prostitución, como abandono del Dios Amor enamorado, para ir detrás de los ídolos y falsos dioses.

Así, el alma tuya y mía; de la comunidad, del Pueblo, con esta sed del Dios locamente enamorado y amante -que ama con un amor que no puede ser destruido por nada-, tienen el rostro de esta mujer apasionada, del Cantar de los Cantares, y de la María Magdalena, que pasa de la prostitución al gozo del amor pleno, gracias a Jesucristo que me busca y te busca también a vos y a mi, a la comunidad, a su Pueblo, para darnos la Vida plena; el gozo sin fin del Amor.
Dice el cantar de los cantares en el capítulo 3: “En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?». Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma”.
(Cantar de los cantares 3,1-4)

El profeta Ezequiel escribe un oráculo del Señor: “En medio de todas tus abominaciones y prostituciones, no te acordaste de los días de tu juventud… Yo pasé junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo del amor… hice una alianza contigo y tú fuiste mía. Yo te lavé con agua, limpié la sangre que te cubría y te perfumé con óleo. Te puse un vestido bordado… Te adorné con joyas… Llegaste a ser extraordinariamente hermosa… porque tu belleza era perfecta gracias al esplendor con que yo te había adornado.

Pero tú te preciaste de tu hermosura y te aprovechaste de tu fama para prostituirte; te entregaste sin pudor a todo el que pasaba y fuiste suya. Tomaste a tus hijos y a tus hijas, los que tú habías engendrado para mí, y los sacrificaste a esos ídolos como alimento. ¿Acaso no te bastaba con prostituirte, que también inmolaste a mis hijos y los entregaste, haciéndolos pasar por el fuego en honor de ellas? (Cfr. Ezequiel 16)


 REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

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