El misterio
de la Cruz es un gran misterio para los seres humanos, al cual solo puede
aproximarse en la oración y en las lágrimas: esto es lo que ha dicho la mañana
del sábado el papa durante la misa celebrada en Santa Marta, el día en que la
Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz . En el misterio de
la Cruz–dijo el papa en la homilía–, encontramos la historia del hombre y la
historia de Dios, sintetizados por los Padres de la Iglesia en la comparación
entre el árbol del conocimiento del bien y del mal, en el Paraíso, y el árbol
de la Cruz.
«Ese
árbol había hecho tanto mal y este árbol nos lleva a la salvación, a la salud.
Perdona aquel mal. Este es el camino de la historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo, el
Redentor, que da la vida por amor. En efecto, Dios no envió a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Este
árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de ese otro
árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer
conocer –nosotros–, todo, según nuestra mentalidad, de acuerdo con nuestros
criterios, incluso de acuerdo a la presunción de ser y de llegar a ser los
únicos jueces del mundo. Esta es la historia del hombre: desde
un árbol a otro».
En la cruz está también «la historia de Dios»–dijo el papa
Francisco–«para que podamos decir que Dios tiene una historia». Es un hecho
que, «Dios ha querido
asumir nuestra historia y caminar con nosotros»: se ha abajado
haciéndose hombre, mientras nosotros queremos alzarnos, y tomó la condición de
siervo, haciéndose obediente hasta la muerte en la Cruz, para levantarnos:
«¡Dios hace este camino por amor! No hay otra explicación: solo el
amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de
Dios. Miremos esta Cruz, donde se puede probar aquella miel de aloe, aquella
miel amarga, la dulzura amarga del sacrificio de Jesús. Pero este misterio es
tan grande, que nosotros solos no somos capaces de ver bien este misterio, no
tanto para entender–sí, entender..., sino sentir profundamente la salvación de
este misterio. En primer lugar, el misterio de la Cruz. Sólo
se puede entender un poco de rodillas, en la oración, pero también a través de
las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este
misterio».
«Sin llorar, un llanto en el corazón –enfatizó Francisco–, no se
podrá «jamás comprender este misterio». Y «el llanto del arrepentido, el llanto
del hermano y de la hermana que ven tanta miseria humana» y la ven en Jesús,
pero «de rodillas y llorando» y «nunca
solos, nunca solos!».
«Para entrar en este misterio, que no es un laberinto pero se
parece un poco, siempre tenemos necesidad de la Madre, de la mano de la mamá.
Que ella, María, nos haga escuchar cuán grande y cuán humilde es este misterio;
tan dulce como la miel y tan amargo como el aloe.Que sea ella la que nos acompañe en
este viaje, no puede hacerlo nadie más que nosotros mismos.
¡Alguien debería hacerlo! Con la madre, llorando y de rodillas» .
Fuente: Católicos. Net
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