A
un psicólogo, muy conocido por sus charlas en favor del matrimonio, le
preguntaron qué hacía él cuando estaba deprimido y de mal genio, y respondió:
“Yo trato de ocultar mi triste estado de ánimo a toda mi familia y de aparecer
contento y de buen humor. Ya tengo bastante con tener que soportarme a mí
mismo, para que también los demás tengan que soportarme” (que es lo que Santa
Teresa recomendaba: “Las penas por dentro, y por fuera, una muralla de
sonrisas”).
La mayoría de todos nosotros no nos
damos cuenta de los sentimientos de los demás y de cuánto hacemos sufrir a los
otros por nuestra falta de delicadeza en el trato.
En la relación de pareja todos tenemos motivos de quejas pero a veces el error está en lo desproporcionado del método empleado, debemos recordar que al otro se le gana con el amor, la simpatía y la comprensión, y no con el grito.
No nos enseñaron que el arma invencible de la relación de pareja es la ternura, el afecto, la comprensión, el saber demostrar aprecio y el cariño.
Todos tenemos conciencia de cosas que funcionan en la relación y de las que no, pero a pesar de tener conciencia de esto seguimos haciendo lo que no funciona.
La pregunta que deberíamos formularnos es: ¿qué es lo que nos impide cambiar nuestra manera de afrontar las dificultades?
Muchas separaciones podrían evitarse con sólo criticar menos, regañar menos, no olvidemos que quien critica y regaña está viajando hacia el divorcio. En cambio, deberíamos dar importancia a pequeñeces o detalles como el saludarse o despedirse con cariño, el dar gracias a tiempo, el pedir excusas, el saber callar pequeñas cosas que no nos gustan, y el ser generoso en obsequiar pequeños regalos.
De modo que si queremos hacer(nos) feliz la vida en el hogar, deberíamos tener en cuenta estas indicaciones:
En la relación de pareja todos tenemos motivos de quejas pero a veces el error está en lo desproporcionado del método empleado, debemos recordar que al otro se le gana con el amor, la simpatía y la comprensión, y no con el grito.
No nos enseñaron que el arma invencible de la relación de pareja es la ternura, el afecto, la comprensión, el saber demostrar aprecio y el cariño.
Todos tenemos conciencia de cosas que funcionan en la relación y de las que no, pero a pesar de tener conciencia de esto seguimos haciendo lo que no funciona.
La pregunta que deberíamos formularnos es: ¿qué es lo que nos impide cambiar nuestra manera de afrontar las dificultades?
Muchas separaciones podrían evitarse con sólo criticar menos, regañar menos, no olvidemos que quien critica y regaña está viajando hacia el divorcio. En cambio, deberíamos dar importancia a pequeñeces o detalles como el saludarse o despedirse con cariño, el dar gracias a tiempo, el pedir excusas, el saber callar pequeñas cosas que no nos gustan, y el ser generoso en obsequiar pequeños regalos.
De modo que si queremos hacer(nos) feliz la vida en el hogar, deberíamos tener en cuenta estas indicaciones:
1. No regañar nunca.
2. No tratar de quitarle al otro su manera de ser,
sino de mejorarla.
3. No criticar hasta no haber estado caminando dos
horas con sus zapatos.
4. Demostrar que apreciamos honradamente las buenas
cualidades de la otra persona.
5. Tener pequeñas atenciones.
6. Ser cortés y bien educado.
7. Jamás ser maleducado ni grosero.
8. A nadie le gusta recibir órdenes: pero con gusto
se presta un servicio, a quien bondadosamente lo pide.
9. Trate a su cónyuge con el mismo respeto y la
misma diplomacia con que trata a la gente de afuera.
10. Tener en cuenta el valor de una sonrisa: No
cuesta mucho… pero hace ganar mucho. Porque nadie necesita
tanto una sonrisa como quien no tiene ninguna para dar.
11. Utiliza el humor.
No olvidarnos que cualquier cambio
empieza por uno mismo:
1. Si yo cambiara mi manera de pensar hacia los
otros, me sentiría sereno.
2. Si yo cambiara mi manera de actuar ante los
demás, los haría felices.
3. Si yo aceptara a todos como son, sufriría menos.
4. Si yo me aceptara tal como soy, mejoraría mi
hogar.
5. Si yo aceptara mis errores, sería humilde.
6. Si yo deseara el bienestar de los demás, sería
feliz.
7. Si yo encontrara lo positivo de la vida, sería
digna de ser vivida.
8. Si yo me diera cuenta que al lastimar, el primer
lastimado soy yo.
Si yo criticara menos y amara más, y si tuviera
en cuenta estas orientaciones: piensa como seria tu hogar.
Una cosa que deberíamos tener en cuenta
es que en el negocio que menos conviene fracasar es el del matrimonio. Cada vez
que uno es amable en el trato a su cónyuge está consiguiendo un premio, si no
de la familia, sí de Dios que sabe pagar muy bien.
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