Texto completo de la catequesis
del Papa en italiano traducido al español
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Quisiera hoy detener nuestra atención en el vínculo entre la
familia y la comunidad cristiana. Es un vínculo, por así decir, “natural”,
porque la Iglesia es una familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia
(cfr Lumen Gentium, 9).
La Comunidad cristiana es la casa de aquellos que creen en
Jesús como la fuente de la fraternidad entre todos los hombres. La Iglesia
camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y de las mujeres,
de los padres y de las madres, de los hijos y de las hijas: esta es la historia
que cuenta para el Señor. Los grandes eventos de las potencias mundanas se
escriben en los libros de historia, y allí permanecen. Pero la historia de los
afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios; y es la historia
que permanece eternamente. Es este el lugar de la vida y de la fe. La familia
es el lugar de nuestra iniciación – insustituible, indeleble – a esta historia.
Esta historia de vida plena que terminará en la contemplación
de Dios para toda la eternidad en el cielo, pero que comienza en la familia y
por eso, es tan importante la familia.
El Hijo de Dios aprendió la historia humana por este camino,
y la recorre hasta el final (cfr Eb 2,18; 5,8). Es bonito
volver a contemplar a Jesús y ¡los signos de este vínculo! Él nació en una
familia y allí “aprendió el mundo”: una tienda, cuatro casas, un pueblo. Y sin
embargo, viviendo por treinta años esta experiencia, Jesús asimiló la condición
humana, acogiéndola en su comunión con el Padre y en su misma misión
apostólica. Después, cuando dejó Nazaret y comenzó la vida pública, Jesús formó
a su alrededor una comunidad, una “asamblea”, es decir una con-vocación de
personas. Este es el significado de la palabra “iglesia”.
En los Evangelios, la asamblea de Jesús tiene la forma de una
familia y de una familia hospitalaria, no de una secta exclusiva, cerrada: nos
encontramos con Pedro y Juan, pero también el hambriento y el sediento, el
extranjero y el perseguido, la pecadora y el publicano, los fariseos y la
multitud. Y Jesús no cesa de recibir y de hablar con todos, también con quien
no espera más encontrar a Dios en su vida. ¡Es una lección fuerte para la
Iglesia! Los discípulos mismos han sido elegidos para cuidar esta asamblea, esta
familia de huéspedes de Dios.
Para que sea viva hoy esta realidad de la asamblea de Jesús,
es indispensable reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana.
Podremos decir que la familia y la parroquia son dos lugares
en donde se realiza esta comunión de amor que encuentra su fuente última en
Dios mismo. Una Iglesia de verdad según el Evangelio no puede no tener la forma
de una casa acogedora con las puertas abiertas siempre. Las
iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se
deben llamar iglesias, se deben llamar museos.
Hoy, esta es una alianza crucial. «En contra de los “centros
de poder” ideológicos, financieros y políticos, volvemos a poner nuestras
esperanzas en estos centros ¿de poder? ¡No! en centros del amor. Nuestra
esperanza está en estos centros del amor. Centros evangelizadores, ricos de
calor humano, basados en la solidaridad y la participación» también en el
perdón entre nosotros. (Pont. Cons. para la familia, Papa Francisco sobre la
familia y sobre la vida 1999-2014 LEV 2014, 189).
Reforzar el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana
es hoy indispensable y urgente. Cierto, es necesario una fe generosa para
reencontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza. Las
familias a veces dan un paso atrás, diciendo que no están a la altura: “Padre,
somos una pobre familia y también un poco destartalada”, “no somos capaces”,
“tenemos ya tantos problemas en casa”, “no tenemos la fuerza”. Es verdad. Pero
ninguno es digno, ninguno está a la altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la
gracia de Dios, no podremos hacer nada. Todo se nos da gratuitamente. Y el
Señor no llega nunca a una nueva familia sin hacer algún milagro. ¡Recordemos
lo que hizo en las bodas de Caná! Si, el Señor, si nos ponemos en sus manos,
nos hace hacer milagros, pero esos milagros de todos los días cuando está el
Señor en esa familia.
Naturalmente, también la comunidad cristiana debe hacer su
parte. Por ejemplo, buscar superar actitudes demasiado directivas y demasiado
funcionales, favorecer el diálogo interpersonal y el conocimiento y la estima
recíproca. Las familias tomen la iniciativa y sientan la responsabilidad de
llevar los propios dones preciosos para la comunidad. Todos debemos ser
conscientes que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida
compartida con todos, la familia y la parroquia deben cumplir el milagro de una
vida más comunitaria para la sociedad completa.
En Caná, estaba la Madre de Jesús, la “madre del buen
consejo”. Escuchemos nosotros sus palabras: “Hagan todo lo que él les diga”
(cfr Jn 2, 5). Queridas familias, queridas comunidades
parroquiales, dejémonos inspirar de esta Madre hagamos todo lo que Jesús nos
dirá y ¡nos encontraremos frente al milagro, al milagro de cada día! Gracias.
(Traducción del italiano – Mercedes De La Torre – RV).
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