El
papa Francisco ha asistido este sábado por la tarde a la Fiesta de las
familias y a la vigilia de oración en el B. Franklin Parkway de Filadelfia.
Queridos hermanos y hermanas, queridas
familias:
Gracias
a quienes han dado testimonio. Gracias a quienes nos alegraron con el
arte, con la belleza, que es el camino para llegar a Dios. La belleza nos lleva
a Dios. Y un testimonio verdadero nos lleva a Dios, porque Dios también es la
verdad, es la belleza y es la verdad, y un testimonio dado para servir es
bueno, nos hace buenos, porque Dios es bondad. Nos lleva a Dios. Todo lo bueno,
todo lo verdadero y todo lo bello nos lleva a Dios. Porque Dios es bueno, Dios
es bello, Dios es verdad. Gracias a todos, a los que nos dieron un mensaje aquí
y a la presencia de ustedes que también es un testimonio, un verdadero
testimonio de que vale la pena la vida en familia, de que una sociedad crece
fuerte, crece buena, crece hermosa y crece verdadera si se edifica sobre la
base de la familia.
Una
vez un chico me preguntó… Ustedes saben que los chicos preguntan cosas
difíciles. Me preguntó: 'Padre, ¿qué hacía Dios antes de crear el
mundo?' Les aseguro que me costó contestarle. Y le dije lo que les digo ahora a
ustedes: antes de crear el mundo, Dios amaba, porque Dios es amor. Pero era tal
el amor que tenía en sí mismo, ese amor entre el Padre y el Hijo y el
Espíritu Santo, era tan grande, tan desbordante que, esto no sé si es muy
teológico pero lo van a entender, era tan grande que no podía ser egoísta,
tenía que salir de sí mismo para tener a quien amar fuera de sí.
Y
ahí Dios creó el mundo. Ahí Dios hizo esta maravilla en la que
vivimos y que, como estamos un poquito mareados, la estamos
destruyendo. Pero lo más lindo que hizo Dios, dice la Biblia, fue la
familia. Creo al hombre y a la mujer: ¡y les entrego todo, les entregó el
mundo! Crezcan, multiplíquense, cultiven la tierra, háganla producir,
háganla crecer. Todo el amor que hizo en esa creación maravillosa se la
entregó a una familia.
Volvemos
atrás un poquito. Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que Dios
tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí la entrega a la familia.
Y una familia es realmente familia cuando es capaz de abrir los brazos y
recibir todo ese amor.
Por
supuesto que el paraíso terrenal no está más acá, que la vida tiene sus
problemas, que los hombres por la astucia del demonio aprendieron a dividirse.
Y todo ese amor que Dios nos dio casi se pierde. Y al poquito tiempo el primer
crimen, el primer fratricidio. Un hermano mata a otro hermano, la guerra. El
amor, la belleza y la verdad de Dios, y la destrucción de la guerra.
Y entre esas dos posiciones caminamos nosotros hoy. Nos toca a nosotros
elegir. Nos toca a nosotros decidir el camino para andar.
Pero
volvamos atrás. Cuando el hombre y su esposa se equivocaron y se alejaron de
Dios, Dios no los dejó solos. Tanto el amor, tanto el amor, que empezó a
caminar con la humanidad. Empezó a caminar con su pueblo, hasta que llegó
el momento maduro, y le dio la muestra de amor más grande, su Hijo. Y a su
hijo ¿dónde lo mandó? ¿A un palacio, a una ciudad, a hacer una
empresa? ¡Lo mando a una familia! Dios entró al mundo en una
familia.
Y pudo
hacerlo porque esa familia era una familia que tenía el corazón abierto al
amor, que tenía las puertas abiertas al amor. Pensemos en María, jovencita. No
lo podía creer. ¿Cómo puede suceder esto? Y cuando le explicaron,
obedeció. Pensemos en José, lleno de ilusiones de formar un hogar. Se
encuentra con esta sorpresa que no entiende. Acepta.
Obedece. Y en la obediencia de amor de esta mujer María y de
este hombre José se da una familia en la que viene Dios. Dios siempre
golpea las puertas de los corazones. Le gusta hacerlo. Le sale de
adentro. Pero ¿saben qué es lo que más le gusta? Golpear las puertas
de la familias y encontrar la familias unidas, encontrar las familias que se
quieren, encontrar las familias que hacen crecer a sus hijos y los educan y que
los llevan adelante y que crean una sociedad de bondad, de verdad y
de belleza.
Estamos
en la Fiesta de la familias. La familia tiene carta de ciudadanía divina,
¿está claro? La carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios,
para que en su seno creciera cada vez más la verdad, el amor y la
belleza. Claro, alguno de ustedes me pueden decir: 'Padre, usted
habla así porque es soltero'. En las familias hay dificultades. En las
familias discutimos, en las familias a veces vuelan los platos, en las familias
los hijos traen dolores de cabeza. No voy a hablar de la suegra, pero en las
familias siempre, siempre, hay cruz. Siempre. Porque el amor de Dios, el Hijo
de Dios, nos abrió también ese camino. Pero en las familias también,
después de la cruz hay resurrección. Porque el Hijo de Dios nos abrió ese
camino. Por eso, la familia es, perdónenme la palabra, es una fábrica
de esperanza, de esperanza de vida y resurrección. Dios fue el que
abrió ese camino.
Y
los hijos. Los hijos dan trabajo. Nosotros como hijos dimos trabajo.
A veces, en casa veo algunos de mis colaboradores que vienen a trabajar con
ojeras. Tienen un bebé de un mes, dos meses, y les pregunto: '¿No
dormiste?' 'Eh no, lloró toda la noche'. En la familia hay dificultades,
pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna
dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad,
solamente el amor es capaz de superar la dificultad. El amor es fiesta, el amor
es gozo, el amor es seguir adelante.
Y
no quiero seguir hablando, porque se hace demasiado largo. Pero quisiera
marcar dos puntitos de la familia en los que quisiera que se tuviera un
especial cuidado. No solo quisiera, tenemos que tener un especial cuidado:
los niños y los abuelos. Los niños y los jóvenes son el futuro, son la
fuerza, los que llevan adelante. Son aquellos en los que ponemos
esperanzas. Los abuelos son la memoria de la familia, son los que nos dieron la
fe, nos transmitieron la fe. Cuidar a los abuelos y cuidar a los niños es la
muestra de amor, no se si más grande, pero yo diría más promisoria de la
familia, porque promete el futuro. Un pueblo que no sabe cuidar a los niños y
un pueblo que no sabe cuidar a los abuelos es un pueblo sin futuro, porque no
tiene la fuerza y no tiene la memoria que lo lleve adelante.
Y
bueno... La familia es bella, pero cuesta. Trae problemas. En la
familia a veces hay enemistades. El marido se pelea con la mujer o se
miran mal, o los hijos con el padre… Les sugiero un consejo: nunca
terminen el día sin hacer la paz en la familia. En una familia no se puede
terminar el día en guerra. Que Dios los bendiga, que Dios les de fuerzas, que
Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia, defendemos la familia,
porque ahí, ahí se juega nuestro futuro. Gracias, que Dios los bendiga,
y recen por mí, por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario